Usted está aquí: lunes 13 de febrero de 2006 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Enésima mojiganga

Y NO ME REFIERO a la grotesca conmemoración anual de la Constitución de 1917, que por pisoteada ya pocos exaltan, sino al sesenta aniversario de la inauguración de la Plaza México, aquel 5 de febrero de 1946, cuando la capital del país rebasaba apenas los dos millones y medio de habitantes y sin embargo el descomunal inmueble resultó insuficiente para alojar a las legiones de mitoteros que, como el pasado 5, volvieron a jugar a ser parte de la historia.

DESBARAJUSTE, BURLA, DESORDEN, excesos, abusos y los sinónimos que alcancen como la manera enana en que dos alegres promotores suelen celebrar desde hace 12 años la apertura del coso taurino más grande del mundo.

EN ESE LAPSO esa ha sido la única aportación a la fiesta de los toros de tan singular empresa: convertir el aniversario en la fecha más mitotera, que no la más importante, del mundo taurino, donde el bullicio sustituye al toro bravo y el eventual misterio de la tauromaquia desaparece ante el entusiasmo ingenuo de una multitud que por esa sola ocasión atiborra el escenario, semivacío el resto del año, para ver torear "bonito".

¿POR QUE CACHONDEO y no hazañas memorables cada 5 de febrero en esa plaza? Porque desde por lo menos hace 12 años los toros que salen por toriles se convierten, gracias a la necedad de los que figuran, a la frivolidad de los empresarios y a la negligencia de las autoridades, en novillotes descastados, más o menos repetidores, propicios para el lucimiento predecible y monótono de Ponces, Julis, Zotolucos y algún otro.

PORQUE DESDE HACE 12 años exactamente, los promotores, con una insensibilidad taurina proporcional a los recursos económicos de que disponen, han aprovechado tan injustificada concesión para pasar el tiempo, ponerle el tapete a las figuras españolas, mangonear y humillar a los coletas mexicanos, desperdiciar varias camadas de toreros, reducir el toro de lidia a su mínima expresión, dividir gremios, corromper a la crítica, doblegar a las autoridades y timar a un público irreflexivo y ocasional.

PORQUE POR ENESIMA vez, con una Plaza México a reventar no obstante la escandalosa reventa, luego de que arbitrariamente el promotor elevara 70 por ciento los precios autorizados, estos emprezafios, con una congruencia digna de proyectos menos mediocres, repitieron color y accedieron a los antojos de sus figuras consentidas, Ponce y El Juli, ofreciendo un desfile de reses anovilladas, mansas y débiles, para que la multitud se extasiara con las monótonas tauromaquias de los alternantes, dos de los cuales todavía se alcanzaron la puntada de regalar sendos toros, con lo que el torpe festejo se prolongó durante cuatro horas y media.

LOS PUBLICRONISTAS A sueldo se apresuraron a calificar esta enésima mojiganga como "una de las celebraciones más brillantes de los últimos tiempos", los actuantes salieron a hombros o por su propio pie, los espectadores regresarán dentro de un año y la fiesta de toros de México seguirá siendo reflejo de un país sin idea casi de nada y a merced de los de fuera.

 
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