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EL INVENCIBLE 13 de febrero de 2006
Es más un gusto que una inversión, más muestra de afecto que refugio seguro en tiempos de turbulencia financiera. Como quiera, según James Bond, los diamantes son para siempre.

Ricardo Blanco Velázquez

La tradición de los diamantes se inició en el siglo xv y ahora hay en torno a ella una industria con ramificaciones por todo el orbe, que tiene un valor de 70 mil millones de dólares por año.

En Europa occidental, Estados Unidos y Japón se venden siete de cada 10 diamantes del mundo. La legendaria calle de los talladores y vendedores de diamantes en Amsterdam ha inspirado más de una fantasía, lo opuesto ocurre cuando se mira hacia las regiones donde se producen: la colonización y explotación de los mineros africanos que, en mayor proporción, son los que extraen las piedras brutas de donde, después del tallado, se obtienen los diamantes.

¿Son sólo un regalo o una buena inversión? "No existen condiciones ni un mercado suficientemente desarrollado para determinar que los diamantes pueden ser una buena inversión", expresó un portavoz en México de la firma neoyorquina Tiffany & Co.

Consultores financieros coinciden con esa opinión. El diamante ­voz que viene del griego adámas o adamantem, que significa acero­ no mantiene el mismo valor monetario que se pagó por la piedra. Cuando sale de la tienda pierde hasta 50 por ciento de su valor, que corresponde a la ganancia que obtuvo el joyero por la venta. "Pueden pasar 20 años para que un diamante pueda revalorizarse hasta recuperar su valor original o llegar a superarlo y eso depende de la inflación del periodo", señaló el conocedor del movimiento de metales preciosos. No es como el oro, que intermitentemente sube de precio. Ahora acumula una ganancia en los últimos 12 meses mayor a 30 por ciento.

Hay piezas que por sí mismas significan una pequeña fortuna. La idea popular de regalar un diamante para formalizar compromisos de boda, por ejemplo, agrega un valor sentimental a la joya y se piensa que nunca se venderá por su simbolismo.

En México, según el presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Platería y Joyería, Kléber Mayer López, existe un selecto grupo de clientes de diamantes puros. "Más bien nuestro mercado mayoritario se encuentra en otro tipo de joyas, como las de oro en anillos, relojes, aretes, pulseras, gargantillas, aunque existen nichos en tiendas de prestigio para la venta exclusiva de diseños privilegiados con diamantes", comentó.

Uno de los graves problemas en el país, agregó, es el intenso contrabando de piedras preciosas y joyería de Estados Unidos y Europa, el cual genera pérdidas considerables en el ramo. "Entre otros aspectos negativos de esta situación es que la mayoría de estas joyas ilegales son saldos de tiendas de empeño en el extranjero y las comercializan como nuevas en México", subrayó Kléber Mayer.

Para la venta de diamantes auténticos las boutiques de marcas internacionales aplican diversas medidas de seguridad, como la identificación del cliente y el secreto de la operación comercial, así como la disponibilidad de estas piedras preciosas para su venta pública. Estas garantías restrictivas se deben principalmente a la inseguridad pública del país, acotó el dirigente joyero.

Mayer López reconoció que en el mercado nacional se pueden encontrar diamantes de excelente quilataje engarzados en anillos, collares y aretes a precios accesibles en algunos establecimientos, sobre todo en tiendas exclusivas de zonas comerciales de altos ingresos. Joyas de mayor costo son elaboradas sólo sobre pedido, con un porcentaje del precio como adelanto para asegurar la venta.

Según la Cámara Nacional de la Industria de la Platería y Joyería en los últimos cuatro años se han comercializado más de 100 mil anillos de compromiso, de los cuales 15 por ciento estaban engarzados con diamantes de mayor pureza  §


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