Javier Sicilia LA INVASIÓN Y LA PESTE
Pero si en Camus, que es un agnóstico, esos gestos son absurdos los hombres están con-denados a luchar contra el mal sabiendo que al final la batalla siempre está perdida y la única grandeza que les queda es saber que se defendió la vida contra el absurdo, en Solares, que es un creyente, esas pequeñas y aparentemente inútiles batallas son un atisbo a una esperanza de trascendencia. Como cristiano, Solares sabe que el fracaso de la cruz es el anuncio de la resurrección, y que, en consecuencia, el fracaso de Urruchúa y de Jarauta, son de ese orden. Nada está perdido cuando la grandeza de la justicia se insinúa en los mejores hombres, es decir, en aquellos en los que la otredad se encarna en un gesto. Es aquí, donde Solares y Camus vuelven a encontrarse. Aunque las esperanzas de las batallas de sus personajes contra el mal sean de diferente orden, no lo es, quizá, su visión del arte. Para ambos la mirada que el propio arte hace sobre lo real es una oposición al mal. La lucha, como decía bien Camus, entre los conquistadores y los artistas es aparentemente de la misma estirpe. Ambos quieren dar al mundo su unidad. Pero mientras el conquistador al querer unificar desde la abstracción busca, como lo muestra La invasión, no la armonía de los contrarios, sino la totalidad que es el aplastamiento de las diferencias, el artista ilumina desde la dignidad. Si el conquistador de La invasión está de parte de la muerte, el artista está de parte de la vida. En este sentido, una y otra novela son testimonios de lo que se niega a morir en el hombre. En la primera, ese testimonio es el de la trascendencia que se insinúa en lo humano, una "instantánea y efímera rosa de un pequeño calidoscopio" donde el amor redime todo y siempre vuelve; en la segunda, es sólo el de la ética que hace posible que esta existencia continúe siendo. Ese testimonio afirma, contra lo irracional y las abstracciones de la historia, lo que sobrepasa a toda historia: la vida de los hombres, su hermosa y doliente vida, hecha de pequeñas cosas y de aparentes actos intrascendentes, frente a la descomunal presencia del mal. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva y esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez. |