Usted está aquí: sábado 4 de febrero de 2006 Sociedad y Justicia Melón y Pepe Arévalo, duelo nocturno de titanes

Melón y Pepe Arévalo, duelo nocturno de titanes

Una casona en el Centro, sede de la velada afroantillana

JAIME WHALEY

Ampliar la imagen Melón y Pepe Arévalo posan antes de su duelo musical en El Piano Foto: Roberto García Rivas

Dos titanes de la música afroantillana se debaten en un singular duelo -así se anuncia- para beneplácito de los amantes del género y que huele en algo a nostalgia, pero con honda vigencia.

Luis Angel Silva, a quien propios y extraños mejor conocen como Melón, y José Arévalo, el popular Pepe, al frente de sus respectivos ensambles hacen las delicias de quienes nacieron y crecieron con la rumba en los oídos, y asombran a las nuevas generaciones que descubren en este dúo de filarmónicos algo de lo que ya se da poco hoy en día: calidad.

Bajo la bóveda celeste de una casona en la colonia Cuauhtémoc, ¿quizá el lugar para estar hoy?, ambos reviven glorias, se regodean, se solazan a la par de la parroquia entusiasmada, con los temas que les dieron fama y los encumbraron al pináculo de la popularidad hace ya algunas décadas.

Y llegó Amalia Batista

La sitiera Niebla del riachuelo, la obligada Amalia Batista y una más que salió del arcón de los recuerdos, Ranchito de Yagua, son sólo algunos temas que, por su parte, Melón recrea acompañado de sus Lobos, quienes, diríase, son equipo visitante.

Por el amistoso bando contrario, María candela, La pared -un poema trocado en pegajosa tonadilla-, De qué callada manera, La creación, Falsaria -más conocida como Oye Salomé- son ejecutadas por los Mulatos, del dueño de la casa.

Se escucha ya el dulce sonido de la flauta transversal con las primeras notas de un inolvidable cha cha cha. Damas y caballeros, ya mero en tropel, se lanzan para invadir la pista y a darle con el singular estilo del brinquito corto hacia los lados: "Yo sabía que un día tú me dirías/ que yo era el hombre que tú soñabas,/ no sé por qué/. Yo sabía que un día..."

Vidas hasta cierto punto paralelas las de estos iconos del son y la rumba, Melón empezó con los Guajiros del Caribe, en la década de los 40. Después formó parte de Los Diablos del Trópico, pero su fama y consolidación llegaron cuando con Lobo formó dueto, en 1958, acompañado por un zoológico en el que brillaban Gallina y Cucaracho, entre otros.

El dueto puso a bailar no nada más a los capitalinos sino al país entero. Eran los días del cha cha cha. A principio de la década de los 70 Melón, ya solista, incursionó en escenarios de Estados Unidos y alternó con los famosos de la Fania all-stars.

Llegó a grabar discos con Johnny Pacheco y Lou Pérez, siendo reconocido por publicaciones especializadas estadunidenses como un músico que trascendió las fronteras de su país.

Arévalo, por su parte, empezó a pegarle al piano en aquel programa radiofónico de Los madrugadores. Más tarde acompañó a intérpretes de la talla de Toña la Negra y Fernando Fernández, y se pasó 11 temporadas en el Teatro Blanquita. Su popularidad, sin embargo, se dio principalmente en el Bar León, hace unas tres décadas, nido de un movimiento que entre otros líderes contaba con Froylán López Narváez, que propugnaba que la rumba es cultura, lo que prendió rápido entre las generaciones universitarias de la época.

Las ceremonias rumberas se desplazaron al Gran León, donde permaneció casi un cuarto de siglo, que por tres meses no cumplió.

"Merece estar aquí, es todo un pilar y exponente, una figura desde hace muchos años", expresó Arévalo al referirse a la presencia de Melón en el elenco. Presencia que, desde luego, es avalada por el público que disfruta cada interpretación, y si no obliga al encore, aunque sí lo pide, es debido a que cada duelista tiene tres turnos, tres veces al bat, como diría El Zurdo Ortiz, beisbolero de prosapia y habitual en este sitio.

"Estoy contento", expone Melón, por su parte, aunque con dejo de nostalgia añade que pese a los llenos, la situación no es como antes.

Para Arévalo la vida nocturna de la capital ha decaído; factores hay varios, acepta, pero haciendo a un lado el económico y el de la seguridad, señala que la falta de calidad tiene también mucho que ver.

"Ya no hay decencia, ahora cualquier cabrón que no conoce ni ha vivido este ambiente pone un jacal, le pone manteles a las mesas y pone a grupos sin calidad: es como si alguien quiere ser torero a los 35 años", señala airado.

Hoy este sitio, así como antes lo fueron el Bar León y el Gran León, forman parte del acervo cultural de la ciudad y del país, explica para recordar que en esta capital se consagraron cantantes como Celia Cruz, Beny Moré y Daniel Santos.

Las actuaciones de Melón y Pepe Arévalo son de miércoles a sábado a partir de las 21 horas. El sitio se encuentra en Tíber 55, tres cuadras al norte de la glorieta del Angel.

 
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