Usted está aquí: sábado 4 de febrero de 2006 Opinión Efeméride y reflexiones

Juan Arturo Brennan

Efeméride y reflexiones

El pasado viernes 27 el mundo festejó con gozo más que justificado el cumpleaños 250 de ese luminoso e insustituible creador que fue Juan Crisóstomo Wolfgang Amadeus Mozart, y nuestra ciudad no fue ajena a la celebración. En distintos ámbitos, con diferentes enfoques y resultados diversos, algunas de las instituciones musicales relevantes de la capital organizaron y realizaron festejos sonoros para recordarnos cuánto mejor es este mundo desde el 27 de enero de 1756. Por razones diversas, tanto musicales como mediáticas, la celebración que tuvo mayor convocatoria fue la primera presentación de The Mozart Project, a cargo del pianista Uri Caine y su banda, en la sala Nezahualcóyotl. El resultado de la sesión fue mixto, sin duda.

Me parece estimulante que la sala de conciertos más importante del país se haya llenado hasta el tope ante la convocatoria de una velada sustentada principalmente en versiones alternativas de la música de Mozart, con un alto grado de improvisación y libertad interpretativa, a cargo de un ensamble que no tiene mucho cartel en nuestro medio. Enhorabuena por ello.

Por otro lado, The Mozart Project quedó, al menos esa noche, precisamente en proyecto, lo cual puede explicarse en buena medida por el hecho de que se trata evidentemente de una obra en proceso, preparada especialmente para la ocasión a iniciativa de la Dirección de Actividades Musicales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Como suele ocurrir con frecuencia en ocasiones similares, lo mejor de la noche se registró al inicio de la sesión.

Uri Caine, solo, se sentó al piano y tocó íntegra una de las más hermosas sonatas de Mozart, interpolando en la música original su propia visión a base de gestos jazzísticos diversos y de elementos de música contemporánea bien integrados. El resultado fue un Mozart filtrado con honestidad e inventiva por un músico hábil y conocedor. Durante el resto del concierto se hizo evidente por momentos el carácter aún tentativo del proyecto y, a la vez, fue posible detectar algunas causas específicas de ello: un baterista tosco y poco refinado, un contrabajista que nunca se metió de lleno al sonido del ensamble, un buen clarinetista que tocó menos de lo que hubiera podido desearse, y sobre todo, un diyéi que se vio demasiado parco y moderado con sus mezclas y samplings, cuando bien pudo soltarse el pelo y darle al proyecto su dimensión contemporánea sin tapujos.

Justo es decir que el trabajo de ensamble cuajó bien en varias instancias: por ejemplo, en una extrovertida versión de una de las arias de la Reina de la Noche, de La flauta mágica, en la que destacó la contribución de la violinista Joyce Hammann. Es claro que buena parte del público sintió con claridad las carencias, ya que si bien hubo alegría mozartiana, nunca se llegó al delirio que la ocasión merecía. Sería interesante, si fuera posible, seguirle la pista a The Mozart Project durante el resto del año para constatar sus progresos.

Ese mismo día, la Escuela Nacional de Música (ENM) de la UNAM ofreció su propia, muy variada celebración, organizada y realizada bajo la guía de Sergio Cárdenas, mozartiano de corazón. El propio Cárdenas me comentó:

''Nuestra celebración en la ENM fue muy exitosa, por fortuna. Iniciamos con la proyección de Amadeus a sala llena, siguiendo con la brillante conferencia Notas para encontrar a Mozart en la música clásica, por Enrique López Aguilar, con 90 por ciento de asistencia. Seguimos con la parte musical de la celebración en la sala Xochipilli, que pronto se llenó y así continuó hasta el final del minimaratón, hacia las 22:10 horas. La respuesta de público e intérpretes a mi convocatoria para esta primera celebración fue ávida y entusiasta, brindando todos su apertura auditiva y su reverencia a los portentos que Mozart nos legó."

Enhorabuena, también, a esta otra celebración universitaria del cumpleaños de Mozart. Finalmente, en la sala Silvestre Revueltas del Conjunto Cultural Ollin Yoliztli ocurrió otro minimaratón mozartiano, con muy buena asistencia también, que culminó con la ejecución de la emblemática Eine kleine Nachtmusik por las cuerdas de la Filarmónica de la Ciudad de México y su director artístico, Enrique Barrios. Pregunta indispensable: pasada la euforia del 27 de enero, ¿seguiremos escuchando y celebrando a Mozart de manera tan asidua durante el resto del año? Así lo espero. No se trata tanto de que el espíritu de Amadeus lo necesite, sino de que nosotros nos lo debemos.

 
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