Usted está aquí: sábado 4 de febrero de 2006 Espectáculos En Colonia, Uruguay, los increíbles orígenes de la Ciudad de los Deportes

Sesenta años de la Plaza México, ubicada en ese proyecto urbano

En Colonia, Uruguay, los increíbles orígenes de la Ciudad de los Deportes

Neguib Simón copió a Nicolai Mihanovich la idea de un complejo turístico en ese país

LEONARDO PAEZ

Resulta extraordinario el paralelismo entre el magnate naviero de origen croata Nicolás Mihanovich, fundador, junto con su hermano Miguel, de la flota mercante argentina, y el millonario yucateco de raíces libanesas Neguib Simón, creador, entre otros, del inconcluso proyecto de la Ciudad de los Deportes, en la capital mexicana.

Ambos personajes pertenecen a familias de inmigrantes en tierras latinoamericanas, si bien Nicolás nació en 1846 en una pequeña población austriaca, mientras que Neguib, 50 años después, vio la luz primera en la ciudad de Mérida, donde años más tarde llegaría a ser secretario particular del gobernador Felipe Carrillo Puerto, de 1922 a 1924, cuando fue asesinado.

Ambos fueron emprendedores empresarios natos que superaron sus expectativas mediante la constante creación de empresas; ambos lograron trasladar a su nueva tierra un atávico destino de constructores; los dos decidieron aprovechar parte del capital acumulado para llevar a cabo insólitos proyectos turísticos y de esparcimiento, y también, en fin, vieron frustrados sus sueños por las mentalidades políticas y financieras de la época.

Visiones gemelas

Si a mediados de los años 40 Neguib Simón, para entonces propietario de una mina de oro y de dos fábricas, una la de hojas de rasurar Ala y otra la de los focos Lux, intuyó que en los enormes cráteres de las ladrilleras que había por el rumbo de Mixcoac podría levantarse una ciudad de los deportes, en junio de 1908 el empresario argentino Nicolás Mihanovich obtuvo del gobierno uruguayo la concesión, por 25 años, para desarrollar un ambicioso proyecto: el Complejo Turístico Real de San Carlos, en la ciudad de Colonia del Sacramento, Uruguay, a orillas del Río de la Plata, frente a Buenos Aires, con la condición de que abasteciera de energía eléctrica a la ciudad de Colonia.

A sólo cinco cuadras del apacible y ancho río, Mihanovich levantó en poco tiempo un hotel-casino, donde en alguna ocasión se reunieron las poetas Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou; un frontón para 3 mil espectadores, un balneario, un hipódromo, un muelle y una planta eléctrica, así como una sólida, funcional y elegante plaza de toros de estilo morisco para 8 mil espectadores, donde, por cierto, llegó a cantar Carlos Gardel.

El coso contaba con un ruedo de 50 metros de diámetro, dos series de gradas de ocho filas cada una, más una fila de palcos y una galería de 19 metros de ancho que alojaba capilla, salas de juego y un restaurante-bar, todo ello sobre una gran estructura de hierro fabricada en Inglaterra, país que al poco tiempo haría sentir su nefasta influencia política.

Con un lleno hasta la bandera, la plaza de toros fue inaugurada el 9 de enero de 1910 con Ricardo Torres, Bombita; su hermano Miguel, apodado Bombita Chico, y el rejoneador portugués Mogador de Cobas en el cartel, con reses españolas.

Pero con el pretexto de una falsa modernización que desvinculara culturalmente a Argentina y Uruguay de España, los intereses ideológicos y económicos de Inglaterra lograron que dos años después, el 27 de marzo de 1912, se diese la última corrida, cuando el gobierno de José Batlle y Ordóñez -vaya ironía de apellido- prohibió definitivamente el espectáculo al promulgar la Ley de Protección Animal, cancelando la última oportunidad de conservar y fomentar la incipiente tradición de la fiesta de toros en Uruguay y Argentina, no obstante su vertiente española y sus enormes recursos agropecuarios.

Si bien Mihanovich falleció en 1929, es evidente que en sus viajes de negocios a la Argentina a finales de los años 30, el mexicano-libanés visitó Colonia, donde observó no sólo los muros del bien construido coso y el resto de las instalaciones, hoy en desuso todas, sino que además "vio" las posibilidades de reproducir, multiplicándolo, tan interesante proyecto en la ciudad de México.

A su regreso, Neguib Simón inició un conjunto arquitectónico que con amplios estacionamientos incluía frontón, boliche, restoranes, cine, arena de box y lucha, alberca olímpica, canchas de baloncesto y tenis, una playa artificial con olas, centro de artesanías, estadio de futbol y una gran plaza de toros para 42 mil espectadores, cuando la capital llegaba apenas a los 2 millones de habitantes.

Para desgracia económica de Neguib y urbana de la ciudad de México, sólo pudieron concluirse el estadio y el coso, levantado en el inimaginable lapso de seis meses, con 10 mil hombres trabajando los tres turnos. Empero, al cumplir 60 años de edad, la descomunal plaza parece condenada, como las principales del país, a convertirse en centro comercial o en conjunto de departamentos. Aunque su actual promotor diga que ya se va.

 
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