Usted está aquí: viernes 3 de febrero de 2006 Opinión El reacomodo

Luis Javier Garrido

El reacomodo

En los recientes años electorales -1988, 1994, 2000-, con el señuelo de que el régimen se "democratiza", las manipulaciones del poder han terminado por quitar derechos fundamentales a los mexicanos. Y en 2006 el riesgo es el mismo, pues si no hay una reacción social vigorosa y las cosas se dejan en manos de la "clase política", una vez más todo seguirá empeorando.

1. En 1988, a espaldas y en contra del pueblo -que emergía como un actor político significativo-, los políticos negociaron la elección en aras de cambios a las reglas electorales y aceptaron la imposición de Salinas, quien aceleró el proceso de desmantelamiento de los derechos de los mexicanos y la entrega de los recursos estratégicos al capital trasnacional. En 1994, ante el argumento de nuevos riesgos de violencia tras el asesinato de Colosio, fraguado presunta, pero evidentemente desde la residencia presidencial, los empresarios y la "clase política" aceptaron a Zedillo. ¿Quién no recuerda a Diego escondiéndose para no hacer campaña y a Castillo Peraza negociando con Salinas en Los Pinos la nueva imposición? Y en 2000, en aras de un voto útil que permitiera sacar al PRI del poder -ya que, se argumentó, sus hombres no eran democráticos, e imponían el neoliberalismo, saqueaban sin límites al país y suprimían derechos al pueblo-, se impuso a otro demagogo que se burla de la democracia: Vicente Fox, para seguir imponiendo el modelo neoliberal, saquear a México y cancelar los derechos populares.

2. El titular del Ejecutivo sigue en su último año dando bandazos en el gobierno tratando de imponer hasta el final los programas neoliberales, impulsando la candidatura de Felipe Calderón y prevaliéndose de su impunidad para hacer negocios, sabiendo que las presuntas raterías de él, de Marta Sahagún y de sus hijos seguirán siendo "presuntas", ya que históricamente los titulares del Ejecutivo han sido impunes en México.

3. El espectáculo que están dando los integrantes de la clase política en estos años de la supuesta alternancia no sorprende y, como antes lo hacían en el PRI, evidenciando su ausencia de principios y dando pruebas de su maestría en el arte del trapecio, ahora saltan de partido en partido sin que a nadie le extrañe, como Demetrio Sodi, quien del PRI pasó al PRD y ahora al PAN, y ello por una razón: porque no ven diferencia en los partidos, a los que entienden como instrumentos para satisfacer sus ambiciones personales, pues todos se han sometido a las políticas del neoliberalismo, como ve con claridad la otra campaña.

4. Lo único que puede hoy distinguir a los candidatos y a los partidos es su posición ante el modelo neoliberal, ya que los centros de poder financiero han trabajado para que se asemejen cada vez más y la elección se haga no por razones de fondo. Por ello los integrantes del panel de Televisa Diálogos por México pretendían concluir el sábado 28 que en este 2006 los programas de todos los candidatos se parecen y que bastaría tomar lo mejor de cada uno para formular una plataforma nacional.

5. El escenario de Brasil, de Chile o de Colombia no puede ser el de México, pero muy pocos parecen ver lo que acontece. Mario Vargas Llosa, de quien no se puede sospechar que tenga tentaciones de izquierda, afirmaba hace poco que en las pasadas elecciones chilenas, que opusieron en la segunda vuelta a Michelle Bachelet (candidata de Democracia Cristiana y del Partido Socialista) con el empresario Sebastián Piñera, "había que ser vidente o rabdomante para descubrir aquellos puntos en que los candidatos de la izquierda y la derecha discrepaban de manera frontal" (El País, 29/1/06).

6. La vía electoral, aunque parezca paradójico, es cada vez más estrecha en nuestro continente y no puede ser sino excepcionalmente la vía para el cambio, a condición de que haya un dirigente político comprometido con éste y con un programa claro y un pueblo en movimiento que lo respalde y le exija, como en el caso de Bolivia con Evo Morales.

7. La candidatura de Andrés Manuel López Obrador está siendo combatida por ello con el argumento de que afectaría al modelo neoliberal dominante, que tanto ha beneficiado a los grupos oligárquicos y ha tenido efectos tan devastadores para México, lo mismo por Vicente Fox y El Yunque con todo el aparato del Estado, que por diversas corporaciones como Televisa, a través de fuertes presiones que buscan doblegar al candidato y someterlo a compromisos irreversibles, como fue el caso de Lula en Brasil.

8. El difícil cambio por la vía electoral supone para un candidato comprometido concitarse un respaldo popular cada vez mayor sin preocuparse de manera prioritaria por los grupos oligárquicos, como hizo Cuauhtémoc Cárdenas, quien antepuso una preocupación cada vez mayor por éstos haciéndoles innumerables concesiones y terminó por perder con mayor margen las elecciones de 1994 y de 2000. López Obrador cometió un error al declarar a López Dóriga en su Noticiero (31/1/06) que encargaría la política interior a Juan Ramón de la Fuente, el cuarto rector neoliberal en la historia de la UNAM, impuesto por Zedillo en 1999, y quien oponiéndose a la negociación con el movimiento estudiantil optó por enfrentar la huelga por la vía de la fuerza: con la Policía Federal Preventiva.

9. El gazapo fue mayúsculo además, no sólo porque insiste en el planteamiento de que la UNAM ha de ser trampolín para los cargos públicos, sino porque se torna contra su propia candidatura, pues muchísimos sectores populares no votarán ya por él, y ello a cambio de nulos beneficios, pues si el anuncio fue aplaudido por ciertos voceros de la derecha también fue objeto de escarnio de otros que entendieron que entrañaba concesiones descomunales, ya que De la Fuente fungiría como "un vicepresidente" (Milenio, 31/1/06), o por el propio rector, quien aparentó desdeñarlo diciendo que él hablaba también con "otros candidatos" (31 de enero), cuando es público que sus colaboradores están entregados a elaborar programas educativos y de política interior para lo que les toque en el reacomodo.

10. Las elecciones presidenciales y legislativas de 2006 se presentan como una vía para el cambio, pero muy fácilmente podrían ser, al igual que las tres anteriores, un momento de mayores retrocesos. Y el que esto no acontezca dependerá en lo esencial de la fuerza del movimiento popular en los próximos meses.

 
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