Usted está aquí: jueves 2 de febrero de 2006 Política ¿Quién desentona en la ONU?

Miguel Marín Bosch*

¿Quién desentona en la ONU?

Retomamos el examen de lo ocurrido el pasado otoño en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU). La Asamblea ha tenido muchos llaneros solitarios, países que se han quedado absolutamente solos en su oposición a resoluciones aprobadas por ese foro, sin duda el más representativo de la comunidad internacional. ¿Adivinen cuál ha sido el más solitario de todos?

Desde 1946, la Asamblea General ha aprobado unas 14 mil resoluciones, de las cuales 60 por ciento se adoptaron sin votación. En su pasada sesión la Asamblea adoptó por voto apenas una cuarta parte de sus 267 resoluciones. Hubo 66 que recibieron entre cero y 56 votos en contra. Curiosamente, 83 por ciento de esas resoluciones tuvieron menos de 10 votos en contra. Es más, hubo 19 que se adoptaron con un solo voto negativo. ¿Quién vota en solitario en contra de una resolución de la Asamblea?

Son siete los países que emitieron un voto negativo en solitario. Cinco lo hicieron en una sola ocasión, Israel lo hizo en dos y Estados Unidos en 12. Hace ya muchos años que Turquía viene emitiendo el único voto en contra de la resolución relativa al derecho del mar. Corea del Norte hace lo mismo en relación con el informe anual del Organismo Internacio-nal de Energía Atómica. Los otros que se distinguieron al emitir el único voto en contra de una resolución fueron India (sobre el control de armas convencionales a nivel regional), Irán (con relación al código de conducta de La Haya sobre la proliferación de proyectiles balísticos) y Siria (al declararse el año internacional de los desiertos).

Las dos ocasiones en que Israel se quedó solo fueron al votarse las resoluciones sobre el Golán sirio ocupado y la ayuda a los refugiados palestinos, respectivamente. Pero quien se llevó el trofeo del llanero más solitario en la pasada Asamblea General fue Estados Unidos, al emitir el único voto en contra de 12 resoluciones. Esas resoluciones versaron sobre una variada gama de temas. Tres fueron sobre asuntos económicos: medidas económicas unilaterales encaminadas a ejercer presión política y económica sobre los países en desarrollo; comercio internacional y desarrollo, y actividades económicas que afectan los intereses de los pueblos de los territorios no autónomos. Otras dos versaron en torno a temas sociales: la Convención sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, y los derechos del niño. Siete fueron sobre cuestiones de desarme y seguridad internacional: el tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares, la relación entre desarme y desarrollo, la observancia de las normas ambientales al elaborar los acuerdos de desarme, los avances en la información y las telecomunicaciones en el contexto de la seguridad internacional; respuesta a las repercusiones negativas humanitarias y para el desarrollo de la fabricación, transferencia y circulación ilícitas de armas pequeñas y ligeras; medidas de transparencia y fomento de la confianza en las actividades relativas al espacio ultraterrestre, y prohibición del desarrollo y de la fabricación de nuevos tipos de armas de destrucción en masa y de nuevos sistemas de tales armas.

Dos de esas resoluciones, rechazadas únicamente por Estados Unidos, tuvieron buen número de abstenciones, pero las otras 10 recibieron el apoyo casi unánime de los miembros de la ONU. Cabe agregar que Washington también se unió al rechazo de 29 de las 30 resoluciones que tuvieron entre dos y 10 votos en contra. ¿Qué hace que un país decida quedarse solo, apachurrando el botón rojo, mientras el resto de los países se inclinan decididamente por apretar el botón verde?

Este recuento de las resoluciones rechazadas en solitario es un tanto aburrido, pero necesario para aquilatar el grado de desprecio de Estados Unidos hacia Naciones Unidas. Ese desprecio se ha incrementado a partir de la llegada a la ONU en el verano pasado del embajador John Bolton, acérrimo crítico de la organización, quien aterrizó en Nueva York con la espada desenvainada y en pocas semanas había echado abajo buena parte del documento que habría de convertirse en la declaración de los jefes de Estado que asistieron al sexagésimo aniversario de la organización. Resultó una celebración bastante deslucida.

Una vez iniciados los trabajos anuales de la Asamblea General, Bolton continuó socavando el organismo y logró convencer a su gobierno de aumentar de manera considerable su rechazo a sus resoluciones. En los primeros cuatro años de la administración del presidente George W. Bush, Estados Unidos rechazó en solitario un promedio de tres resoluciones por año. Con Bolton esa cifra se disparó a 12.

En algunos casos se entiende que un buen amigo de la National Rifle Association como Bolton insista en oponerse a todo lo que parezca un intento por controlar el tráfico de armas pequeñas (aunque se trate del comercio ilícito de dichas armas). También puede explicarse la alergia de Washington al tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares. Sencillamente está pensando en la posibilidad de reanudar dichos ensayos. Pero, ¿cómo puede justificarse un voto en contra de los derechos del niño o de una convención que busca la eliminación "de todas las formas de discriminación contra la mujer"?

Desde 1946 ha habido 640 votos en solitario en contra de resoluciones de la Asamblea General y Estados Unidos ha sido el responsable de 256 de ellos. Lo curioso es que 163 de esos 256 votos ocurrieron en la década de los ochentas, época de Jeanne Kirkpatrick y el general Vernon Walters. Bolton se está esforzando por alcanzarlos.

* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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