Usted está aquí: jueves 2 de febrero de 2006 Opinión ¿Holocaustos?

Margo Glantz

¿Holocaustos?

Primo Levi se suicidó en abril de 1987, después de publicar Los hundidos y los salvados, tercera parte de una trilogía. Su misión fue relatar lo vivido: ''Es natural y obvio que la fuente esencial para la reconstrucción de la verdad en los campos esté constituida por las memorias de los sobrevivientes", experiencia tan extrema que durante mucho tiempo no fue aceptada como cierta y aún ahora hay quienes afirman que no existió.

Y a la necesidad absoluta de actuar como testigos se agrega el temor a no ser creídos, otra afirmación recurrente. Al comenzar el prefacio de su último libro, Levi dice: ''Las primeras noticias sobre los campos nazis de exterminio empezaron a difundirse en el año crucial de 1942. Eran noticias vagas, pero acordes entre sí: perfilaban una matanza de proporciones tan vastas, de una crueldad tan exagerada, de motivos tan intrincados, que la gente tendía a rechazarlas por su misma enormidad".

Los alemanes sabían que lo sucedido en los campos de exterminio era un acontecimiento sin precedente y por ello lo planearon minuciosa y rigurosamente al tiempo que se cuidaron de aniquilar todas las pruebas colocando barreras naturales para ocultar los edificios, e inventando una retórica que desde 1942 Hannah Arendt calificó como ''elocuencia del diablo", una cosmética del lenguaje para ocultar la realidad y mantener el secreto. Cuando perdieron la guerra, los nazis intentaron destruir todas las pruebas quemando archivos, derruyendo las cámaras de gas y los hornos crematorios; mandaron desenterrar los cadáveres de las fosas comunes y obligaron a los prisioneros sobrevivientes a incinerarlos para que desapareciera su huella.

Y durante la época del perfecto funcionamiento de los campos se compla-cían en advertírselo cínicamente a los prisioneros: ''Quizá haya sospechas, discusiones, pesquisas realizadas por los historiadores, pero jamás habrá certezas: nosotros destruiremos todas las pruebas. Y si pudiesen subsistir algunas pruebas, y si por causalidad alguno de ustedes sobreviviera, la gente dirá que los hechos relatados son demasiado monstruosos para poder ser creídos", en suma, como dice Georges Didi-Huberman, en su libro más reciente, Imágenes a pesar de todo, organizaron una perfecta ''maquinaria de la desimaginación".

Hannah Arendt lo entiende, antes que nadie: ''No se cantará la misa, no se dirá Kaddish. Estas muertes no dejarán detrás de ellas ningún testamento escrito, apenas dejarán un nombre: no podemos rendirles los últimos honores, no podemos consolar a sus viudas ni a sus huérfanos. Son las víctimas de un sacrificio de tal envergadura como no se ha visto desde la época de Cartago y la destrucción de Moloch. Sólo podemos soñar sus sueños hasta el final".

''Casi todos los liberados, de viva voz o en sus memorias escritas -explica Levi-, recuerdan un sueño recurrente que los acosaba durante las noches de prisión y que, aunque cambiara en los detalles, era en esencia el mismo: haber vuelto a casa, estar contando con apasionamiento y alivio los sufrimientos pasados a una persona querida, y no ser creídos, ni siquiera escuchados. En la variante más típica (y más cruel) el interlocutor se daba vuelta y se alejaba en silencio."

Y, sin embargo, la única y posible misión del sobreviviente es contar, contar aunque no sea creído, ser testigo de la abominación, regresar del infierno y relatarlo. Que Levi lo haya hecho y después de hacerlo reiteradamente se haya suicidado plantea un dilema, un dilema por desgracia vigente y él lo comprendió así. En sus libros da cuenta de algo increíble, aún menos verosímil que el hecho irrebatible de la existencia de los campos de concentración, el hecho de que el campo de exterminio iba a convertirse en el paradigma del siglo XX y no sólo un abominable hecho histórico felizmente terminado, sino que, ''este libro querría responder a la pregunta más apremiante, a la pregunta que angustia a todos aquellos que han tenido ocasión de leer nuestros relatos, ¿hasta qué punto ha muerto y no volverá el mundo del campo de concentración...? ¿ Hasta qué punto ha vuelto o está volviendo? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para que en este mundo preñado de amenazas, ésta al menos, desaparezca?"

Es evidente que los temores de Levi no eran infundados, el modelo del genocidio persistió, y un aura de descreimiento rodea a los sobrevivientes, bienvenidos son por ello libros excelentes como el que acaba de publicar nuestro amigo y colega Arnoldo Kraus.

 
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