Usted está aquí: lunes 30 de enero de 2006 Opinión Del pánico paralizante al toreo soñado

José Cueli

Del pánico paralizante al toreo soñado

Un Pajarito penetró en la cueva de la Plaza México y lo nunca visto: acabó en el tendido de sombra, cuajando caprichosas esculturas de acento negro. A la plaza terminó por paralizar del miedo. Más cornadas al aire entre los asientos incrustado, espumoso el belfo, la cerviz lánguida y altiva la mirada.

Pablo Hermoso venía en su tarde y se encontró con el espléndido Santorini de Germán Mercado. Y allí con la plaza conmocionada, los dos provocaron el milagro: chorreando majestad, se volvieron una pareja amorosa en las rítmicas embestidas que ondulaban el latir de los cuerpos. Tenía la pareja toro-torero un encanto que revivía a los aficionados y los sacaba del pánico paralizante. Ante el mago hechizo de su quehacer las esculturas iban naciendo en medio de la conmoción, escenas poéticas de un ritmo que decían al espíritu "ese algo" que no se puede describir, mas se vive intensamente.

Era un acariciarse de la pareja, en el temple, la distancia en que se encontraban, se cruzaban, cargaban la suerte, se metían en los terrenos del otro y terminaban adornándose con vueltas y piruetas para sacar a la afición del miedo y pasar al toreo soñado. Y se acabó el disimulo, apareció a luz el fuego contenido y se transformaron. En el redondel quedaron la solera, el buqué, el buen gusto. ¡Qué toro y qué torero! ¡Caña!

 
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