Usted está aquí: lunes 30 de enero de 2006 Mundo Conversaciones intervenidas en Nueva York

David Brooks, corresponsal

Conversaciones intervenidas en Nueva York

Ampliar la imagen Más de cien personas participaron el pasado fin de semana en el 5º paseo anual "sin pantalones" en Nueva York, performance que se desarrolla con la intención de hacer sonreír a la gente que vive en las afueras de la urbe y hace largos trayectos por el metro Foto: Reuters

Problemas de comunicación

"No me estás escuchando", exclama la joven que aborda el metro en la línea F en Brooklyn. Su compañero se acomoda un audifono del iPod en una oreja, y sintoniza una canción. "Sí, te escucho, y ya te dije lo que pienso". La mujer lo ve con cierto desprecio y hace un gesto de desesperación. "¿Por qué no me respondes?", insiste. El joven saca del bolsillo de su chamarra un juego de video portátil y empieza a jugar; es un pistolero que va matando a enemigos que se asoman de ventanas, puertas y esquinas, sus dedos manipulan el tablero de manera experta. "No me estás poniendo atención", se queja la mujer, que saca su propio iPod y se acomoda los audifonos. Ambos continúan hablando distraidamente, escuchando canciones de ¿amor? La escena hace recordar el famoso dicho del gran satirista Tom Lehrer: "Si no te puedes comunicar, lo mínimo que puedes hacer es callarte la boca".

Problemas artísticos

"Pero me siento cada vez más como una puta, papá", se queja la atractiva joven que acaba de sacar su celular cuando el metro sale a un tramo al descubierto. Varios pasajeros alcanzan a escuchar, y tratan de fingir nulo interés. Subió al tren y empezó a llorar, tratando de controlarse y ocultar su cara. Una mujer mayor se sienta junto a ella y le dice algo que la hace reir brevemente interrumpiendo su angustia. Sólo después, al contarle al papá, uno se entera de que es actriz y está en una obra que va de mal en peor, y que ella no deseaba tomar el papel de alguien que se la pasa desnuda en escena. Pero para lograr "hacerla" en el mundo artístico en Nueva York, dicen, uno tiene que enfrentar el antiguo problema entre el arte puro o la prostitución.

Organo de propaganda subversiva

"Hay comunistas por todas partes", afirma un hombre de unos 60 años a su cuate en una tienda de abarrotes propiedad de palestinos en Nueva York. "Mira el pinche New York Times, sólo saca noticias negativas sobre la guerra. Cuando la guerra en Vietnam, criticaba cada paso que dábamos y festejaba cada triunfo del enemigo, ahí están repletos de comunistas". El otro responde: "sí, hay tantos pinches comunistas. Sólo faltan suficientes horcas para ellos".

Abuelas furiosas

"¿No te encantó la cancion contra Halliburton?", le dice una mujer de unos 75 años a otra de mayor edad que ella. Tres mujeres de la tercera edad están en el metro, todas vestidas muy decentemente y se demuestran un gran cariño. Platican de un acto de protesta contra la guerra en el que acaban de participar. Intercambian chismes sobre algunos de los participantes: "a mí me pareció algo aburrido lo que dijo, mejor hubiéramos cantado más, faltó más relajo, provocar un poco más, ¿o no?". Las otras sonríen. "Ese Cheney es aterrador, frío, criminal", afirma una. Nadie se da cuenta que en el vagón, entre ellos, están unas integrantes de las famosas "abuelas rabiosas".

El reino animal y el reino humano

Un tipo mira por la vitrina. "¿Cómo están; los tratan bien?", pregunta en voz alta. Se disculpa porque, dice, tiene una llamada en su celular. Empieza a hablar animadamente. "Ya te dije, estoy ocupado, no puedo seguir hablando de lo mismo una y otra vez". Cuelga, aunque no hay ningún celular. Aparentemente, el hombre vive en la calle; uno de miles de homeless (sin techo) en esta ciudad. Da la vuelta, y continúa su plática con los del otro lado de la vitrina. Adentro, con sus cuidadores, lo miran varios perros de raza pura. Gozando de calefacción, bebida y alimento, y hasta de expertos en estética canina, están en uno de los nuevos comercios que ofrecen un excelente servicio para perros en esta ciudad: un albergue de lujo, como un jardín de niños, pero para perros, donde sus amos los dejan mientras trabajan o hacen las cosas importantes para el reino humano. Es difícil entender lo que le responden al tipo afuera, pero uno podría imaginarse.

 
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