Usted está aquí: jueves 26 de enero de 2006 Sociedad y Justicia Ratzinger: el eros ebrio lleva a la degradación del hombre

Amor y caridad, centro de la primera encíclica del Papa

Ratzinger: el eros ebrio lleva a la degradación del hombre

La Iglesia no puede sustituir al Estado, advierte el pontífice

REUTERS, DPA Y AFP

Ciudad del Vaticano, 25 de enero. El papa Benedicto XVI publicó este miércoles su primera encíclica titulada Deus caritas est, en la que promueve el amor y la caridad, además de que aborda el tema de las relaciones sexuales.

En el documento doctrinal, emitido nueve meses después del inicio de su pontificado, Benedicto XVI aborda el tema del amor de Dios por el hombre, el amor del hombre por Dios y el amor entre seres humanos.

El pontífice alemán sostiene que el término amor se ha convertido en una de las palabras más utilizadas, y también de las que más se abusa, a la cual se dan acepciones totalmente diferentes.

Pero mientras se discute la multiplicidad de significados del amor, señala, el que destaca en la actualidad, porque necesita aclaración, es el que se da entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, "y en el que se abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible".

Joseph Ratzinger habla del "eros ebrio o indisciplinado", que no lleva a Dios, sino a la degradación humana, a menos que se "purifique" para aportar más que el placer de un instante.

Advierte que el modo en que la sociedad contemporánea exalta el cuerpo a cualquier precio es engañoso y peligroso. Así, subraya que el amor entre hombres y mujeres no debe ser degradado a una simple relación sexual, tras subrayar que el "eros degradado a puro sexo se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía".

El Papa rechaza la idea de que la cristiandad está contra el sexo y, por el contrario, menciona que la religión une el eros y el amor al prójimo y los convierte en una forma "madura de amor".

Asimismo, reconoce que en el pasado, "la Iglesia, con todos su mandamientos y prohibiciones", se veía como adversario de la corporeidad.

La segunda parte de la encíclica, la número 294 de la historia de la Iglesia católica, está dedicada a la caridad como extensión del amor a Dios.

No obstante, matiza que los motivos principales de la acción de la Iglesia deben ser espirituales, nunca político-ideológicos, toda vez que ésta "no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa de hacer la sociedad lo más justa posible. No puede sustituir al Estado".

La encíclica de Ratzinger fue recibida positivamente por varios sectores católicos, incluso por personalidades críticas, que juzgaron importante su aporte teológico al tema del amor y la caridad.

Denis Vienot, presidente de Caritas Internationalis, la mayor organización caritativa de la Iglesia, consideró que es un decidido llamado a los católicos para que se comprometan con los problemas de la sociedad.

Pero el teólogo contestatario, el suizo Hans Kung, criticó la encíclica por no llevar hasta sus últimas consecuencias sus postulados y olvidar cuestiones clave sobre la caridad y la justicia en la Iglesia.

Kung, quien fue amigo de Benedicto XVI antes de ser sancionado por la Iglesia por sus posiciones críticas, declaró que "Joseph Ratzinger sería un gran Papa si a partir de sus palabras justas e importantes sobre el amor aceptara que éstas implican consecuencias valerosas sobre las estructuras de la Iglesia y los reglamentos jurídicos".

 
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