Usted está aquí: miércoles 25 de enero de 2006 Opinión Política y desazón

Arnoldo Kraus

Política y desazón

Creo que a pesar de su inmensa capacidad para inventar, ni siquiera el ahora superfamoso científico coreano Hwang Woo-suk contaría con las herramientas necesarias para clonar dentro de la especie humana a la subespecie políticos. Imaginemos el escenario mexicano.

Los clonadores tendrían que investigar cómo piensa Marta Fox cuando cita a la Gran Rabina Tagore; cómo cavila Vicente Fox cuando corrige a Borges muerto y le informa que es Borgues; cómo razona Luis Ernesto Derbez, quien sostiene que Maradona se equivoca al hablar de política por medio de su lapidaria idea: "Es como si Cuauhtémoc Blanco hablase de política", o qué evidencias utilizó el secretario de Salud de Chiapas -lamento no recordar su nombre- hace dos años para aseverar que las muertes en los cuneros de Comitán se debieron a un "exceso de nacimientos" en la población indígena. Sin duda el entramado previo asustaría y disuadiría a cualquiera, incluyendo al clonador Woo-suk, a Houdini o a los mismísimos voceros de la Presidencia del gobierno del cambio, cuya sabiduría utilizan un día sí y al siguiente también para impedir que emerjan más clonas foxistas.

Son demasiadas las desviaciones e incontables los exabruptos. Imposible pensar que en el laboratorio podrían generarse células madres que reproduzcan y resistan las porquerías y los desaciertos de la mayoría de los políticos. El destino de las células es obvio. Morirían recién iniciado el experimento o sufrirían apoptosis, término que en la jerga científica significa muerte celular programada y que en la realidad mexicana se denomina el gabinetazo.

La política como enfermedad ha sido una verdadera epidemia desde siempre. Epidemia que semeja a las producidas por agentes infecciosos, ya que se disemina por doquier, no obstante que, a diferencia de las infecciones, siempre está presente y afecta (casi) por igual a la mayor parte de las clases gobernantes, aunque predomina en los países pobres. Las torpezas de los políticos han sido y son una obsesión para no pocos intelectuales que han gozado con sus traspiés y que han utilizado la sorna y la ironía para caricaturizarlos. México 2006 es buena oportunidad para repasar algunas frases e ideas que han servido para satirizarlos y que han resistido el paso del tiempo. Confieso que mi desdén hacia la clase política es muy grande por lo que desde hace tiempo he anotado algunas ideas que ahora comparto.

* Arthur Schintzler (1862-1931):

-¿No se adhiere usted a ningún partido?

-No, quiero seguir pudiendo despreciar a todos los sinvergüenzas y especialmente a los de ideas parecidas a las mías.

* Voltaire (1694-1778):

En cierta ocasión hubo que escoger rey entre los árboles. El olivo no quiso abandonar el cuidado de su aceite, ni la higuera el de sus higos, ni la viña el de su vino, ni los otros árboles el de sus respectivos frutos; el cardo, que no servía para nada, se convirtió en rey porque tenía espinas y podía hacer daño.

* Oscar Wilde (1854-1900):

Ser puritano, mojigato o predicador es malo. Ser las tres cosas a la vez me recuerda los peores excesos de la Revolución Francesa.

* Gustave Flaubert (1821-1880):

No tengo simpatía alguna por ningún partido político o, mejor dicho, los aborrezco a todos, porque todos me parecen igualmente limitados, falsos, pueriles, empleados en lo efímero, sin visión de conjunto y sin elevarse jamás más allá de lo útil.

* Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832):

No nos preguntamos qué derecho a gobernar tenemos: gobernamos. No nos preocupa saber si el pueblo tiene algún derecho a derrocarnos: procuramos tan sólo que no se sienta tentado a hacerlo.

* Friedrich Nietzsche (1844-1900):

La cultura y el Estado -no nos engañemos sobre esto- son rivales: el "Estado de cultura no pasa de ser una idea moderna. Lo uno vive de lo otro, lo uno prospera a costa de lo otro. Todas las épocas grandes de la cultura son épocas de decadencia política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, incluso antipolítico.

* Georg Christoph Lichtenberg (1741-1799):

¿No es extraño que se pueda acceder a los más altos cargos honoríficos del mundo (rey) sin hacer exámenes, y que a cualquier médico de provincias se le exija examinarse?

Aunque la falta de espacio impide continuar el rico listado, espero que las ideas expuestas sirvan para que los clonadores logren encontrar las células necesarias para crear una nueva clase política.

 
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