Usted está aquí: miércoles 25 de enero de 2006 Opinión Onésimo Cepeda, el daltónico

Bernardo Barranco V.

Onésimo Cepeda, el daltónico

El exhorto de la Secretaría de Gobernación a monseñor Onésimo Cepeda Silva para apegarse a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público y abstenerse de declarar a favor o en contra de cualquier candidato, coloca nuevamente al obispo de Ecatepec en el centro de las controversias.

Onésimo Cepeda es el arquetipo del obispo hiperpolitizado adicto al poder y a los poderosos. Es de todos conocido que le gusta vivir con cierto refinamiento y se apoya en una red de relaciones de personas con altos recursos para financiarse; gusta de ser comentarista taurino en el espacio de Jacobo Zabludovsky y hace poco se inició como empresario, promoviendo corridas y novilladas.

Hace algunos años, el sacerdote Antonio Roqueñí afirmaba en torno a la conducta de Cepeda: "No queremos obispos que vayan a los toros los domingos, no queremos verlos en las páginas de sociales compartiendo las inauguraciones de los edificios ricos o en desayunos de caridad que son ostentosos e insultantes para la gente que tiene hambre en este pueblo; no queremos obispos arribistas ni oportunistas del poder". Además de la tauromaquia, destaca su inclinación por los diablos rojos del Toluca y es frecuente encontrarlo en el palco del estadio departiendo con prominentes integrantes del grupo Atlacomulco.

Sus principales detractores no están fuera de la iglesia, sino adentro, porque monseñor Cepeda Silva desafía los moderados usos y costumbres del prelado de la iglesia que posee la plenitud del sacerdocio e inclusive atenta contra la imagen pastoral que cambia por la del obispo mundano, frívolo y derrochador.

Revisando su trayectoria encontramos constantes oscilaciones e inconsistencias. En sus primeros años sacerdotales, en los años setentas, se amparó bajo el signo del progresismo católico, impulsado por el Concilio Vaticano II, en la avanzada diócesis de Cuernavaca. Tomó distancia de su obispo Sergio Méndez Arceo y se refugió en los conservadores movimientos carismáticos, donde alcanzó la asesoría nacional para convertirse en conferencista y charlista de la renovación, inclusive incursionó como tele-evangelizador en una pequeña televisora estadunidense.

Años después, las preocupaciones de Roma y los nuevos vientos disciplinarios lo situaron en una posición inmejorable al colocarse como aliado incondicional del delegado, y posteriormente nuncio, Girolamo Prigione para desmantelar y triturar la obra pastoral de Méndez Arceo. Fue un apoyo estratégico en la persecución encabezada por los obispos sucesores Juan Jesús Posadas Ocampo y Luis Reynoso Cervantes contra los teólogos de la liberación, así como de los agentes de pastoral popular de las comunidades de base.

Su empeño obtuvo reconocimiento y en 1995 fue ordenado obispo de la populosa diócesis de Ecatepec, donde construyó en tiempo récord la ostentosa y lujosa Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, valuada en más de 60 millones de pesos, que concluyó en marzo de 1999, y fue más lejos: se aventuró a pedir que el papa Juan Pablo II la inaugurara, pero ni Roma ni el entonces nuncio Justo Mullor cedieron, pese a que Onésimo Cepeda se empeño y llevó al entonces presidente municipal de Ecatepec, Jorge Torres, al Vaticano para presionar al equipo organizador de la cuarta visita del pontífice para que fuera al municipio.

En términos políticos Cepeda Silva sigue la escuela Prigione, aunque se define daltónico, insípido e insaboro en términos políticos. Hasta el año 2000 las revistas políticas lo destacaban como el "capellán del PRI"; recordamos su desmedido entusiasmo por la candidatura de su amigo Francisco Labastida, pero también su reacomodo milagroso con la familia presidencial.

Hace pocas semanas el subcomandante Marcos lo definió en los siguientes términos: "De Onésimo Cepeda me da risa, porque inmediatamente exhibe cómo va cambiando. Era labastidista a morir, el 2 de julio se hizo foxista, y a la hora en la que los zapatistas tengan éxito dirá: 'yo siempre he sido zapatista, ¡vivan los pobres diablos'."

Entre 1999 y 2000 su activismo político y mediático fue notable. En aquel entonces era presidente de la comisión episcopal de comunicación social de la Conferencia del Episcopado Mexicano, formaba parte del llamado "club de Roma" y su proselitismo por el tricolor era a todas luces evidente, así como su oposición al documento del episcopado, aprobado en abril, que saludaba con simpatía la alternancia en el poder. Su desempeño y estilo dicharachero causó confusión no sólo entre los obispos, sino aun entre sectores de laicos católicos. Algunos de ellos armaron espesos expedientes que llevaron a Roma haciendo patente su inconformidad por la actuación del obispo de Ecatepec.

El ascenso de Fox al poder supuso algunos reacomodos en el interior del episcopado y Onésimo Cepeda no fue relecto en el cargo, como es costumbre. El 16 de noviembre de 2000, en la 70 asamblea plenaria, los 88 obispos decidieron relegir a su moderado presidente Luis Morales Reyes y revocar el mandato a Cepeda, su antítesis, al frente de comunicación social, una suerte entonces de vocero del episcopado. Sin embargo, vía Marta Sahagún y la desconcertante política religiosa del presidente Fox, personajes como Onésimo Cepeda se sobrepusieron a un entorno aparentemente desfavorable.

Efectivamente, en "Historia de una anulación sospechosa", reportaje de Olga Wornat, publicado el 28 de febrero de 2005 en el semanario Proceso, deja ver la participación decisiva tanto de Onésimo Cepeda como del cardenal Norberto Rivera Carrera en la invalidación religiosa del matrimonio de Sahagún, sin duda clave en el reposicionamiento del obispo cortesano.

El llamado de atención de Gobernación es sin duda un factor incómodo para el obispo, sobre todo porque en su propio municipio se realizarán elecciones de ayuntamiento. El es un factor importante que podría definir una balanza muy competida por los tres principales partidos. Sin embargo, el apercibimiento lo limita tanto en lo privado como en lo público en un gigantesco municipio que comprende 480 colonias en Ecatepec y 19 en la zona oriente del municipio de Tlalnepantla. Onésimo está obligado a guardar las formas.

 
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