Usted está aquí: sábado 21 de enero de 2006 Opinión Thrillers por tv

Leonardo García Tsao

Thrillers por tv

¿Y la gente de la industria se pregunta por qué bajaron drásticamente las entradas de los cines en 2005? Un vistazo a la cartelera local no despierta las ganas de ver una película porque el solo enunciado de los títulos -Como si fuera cierto, Crímenes de la mente, Laberinto de mentiras, Más barato por docena 2, Regresiones- es una especie de mensaje subliminal, una involuntaria aceptación de la baja calidad del producto.

No debe extrañar, entonces, que la gente prefiera quedarse en casa a ver videos o tv. En Estados Unidos eso es más justificable porque resulta que la oferta de la televisión abierta es, en proporción, bastante más atractiva. (Ya no digamos la tv por cable o satélite, donde cadenas como HBO o Showtime han competido por producir miniseries de grandes ambiciones.) Desde hace algún tiempo algunas teleseries han ostentado mejores ideas que el cine hollywoodense. El programa Seinfeld, por ejemplo, ejercía un sentido del humor mucho más sofisticado que el promedio de comedias protagonizadas por Jim Carrey o Julia Roberts.

Algo similar ha sucedido con el thriller policiaco. El programa CSI, sobre un equipo de investigadores forenses que resuelve todos los asesinatos de Las Vegas, ha sido tan exitoso que ha generado un par de sucursales, situadas en Miami y Nueva York, así como diversas imitaciones -Bones, Criminal Minds, Inside, Numbers- sobre equipos armados de todo tipo de recursos para combatir al crimen. No importa que la tecnología sea de improbable sofisticación, susceptible de situar a la serie en el terreno de la ciencia-ficción, el resultado ha sido tan convincente que hasta Quentin Tarantino estuvo dispuesto a dirigir el episodio de fin de temporada el año pasado.

Otra serie que se ha ganado un culto a lo largo de los años es 24, cuya premisa es harto ingeniosa: en trampeado tiempo real -porque es necesario hacer la pausa para los comerciales-, cada capítulo equivale a una hora en un día particularmente agitado para el agente gubernamental Jack Bauer (Kiefer Sutherland), cuyas hazañas han evitado hasta ahora el asesinato de un candidato presidencial, la detonación de una bomba atómica en Los Angeles y la propagación de un virus letal. La temporada completa consiste de 24 entregas, con lo que se narra un día completo.

Aceptando la inverosimilitud de que un ser humano llegue a acumular tantos días negros en su vida, el programa ha llegado a su quinta temporada. Esta fue inaugurada el pasado fin de semana, con dos episodios de dos horas cada uno, cuyo gancho para atrapar al espectador fue irresistible. Dos personajes establecidos fueron asesinados en la primera hora, mientras Bauer adoptaba una falsa identidad pues se suponía muerto en su última operación.

Por supuesto, las anteriores temporadas están disponibles en colecciones de dvd, a un precio no muy accesible, pero constituyen la manera más práctica de apreciar 24, porque no debe atenerse uno a un horario de transmisión. Hasta ahora la mejor temporada ha sido la segunda. Sobre la amenaza de una bomba atómica en manos de un grupo terrorista, los creadores se concentraron en sostener la tensión a lo largo de casi 20 horas de narrativa, en la cual las vueltas de tuerca, sorpresas y traiciones no contradecían la caracterización de los personajes o el desarrollo de los hechos. Con el trabajo de diferentes guionistas y directores se consiguió ciertamente uno de los mejores thrillers de los años recientes.

A diferencia de la tendencia esquemática mostrada por las adaptaciones de Tom Clancy y similares, la segunda temporada de 24 planteaba cómo el primer presidente negro de los Estados Unidos (el sólido Dennis Haybert) se negaba a atacar con misiles a un ficticio país árabe, porque se sospechaba que las pruebas sobre su participación habían sido falsificadas por un facción derechista infiltrada en el propio gobierno. Ese tipo de intrigas referidas a una situación vigente en la realidad evocan tiempos mejores de Hollywood, cuando directores como John Frankenheimer y Alan J. Pakula realizaban thrillers políticos de interesantes implicaciones.

Los programas mencionados se transmiten por tv abierta en Estados Unidos y aquí se ven, con un ligero retraso, por los sistemas de cable. Mientras tanto, ¿qué produce la tv comercial mexicana? La misma mezcla pestilente de telenovelas rancias, comedias albureras, amañados reality shows y, lo nuevo, concursos de canto y baile que ya eran lugar común cuando la televisión era en blanco y negro.

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