Usted está aquí: viernes 20 de enero de 2006 Opinión La orfandad del mexicano

José Cueli

La orfandad del mexicano

Con alrededor de 60 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza, la marginación se extiende día con día como una alarmante marea negra que amenaza con devorar al país. Bajo estas terribles circunstancias, resulta cada vez más evidente que esa problemática no se solucionará con medidas tan superfluas y reduccionistas como un cambio en la titularidad de la Secretaría de Desarrollo Social.

La marginación es un fenómeno por demás complejo. Para empezar, los mexicanos cargamos sobre nuestras espaldas el peso del abandono de uno o ambos padres en los primeros años de vida, lo que determina una manera de ser que no es exclusiva de nosotros, sino de todos los marginados del mundo.

Gustavo Adolfo Bécquer, el gran huérfano abandonado, descubrió poéticamente su neurosis:

''Gigante ola que el viento/ riza y empuja al mar/ y rueda y pasa y no sabe/ que playa buscando va."

Búsqueda desesperada de lo perdido y del desconocido rumbo que imaginamos cargado de angustias permanentes, dolores y desengaños. En el marginado, para empezar, a escala sensorial se produce en el niño abandonado una desproporción, porque los excesivos estímulos del exterior desbordan su capacidad de procesamiento que se ve afectada por las carencias múltiples, que además colisionan con el mundo interno caótico.

Como resultado de esa desproporción e inadecuación, la percepción se ve alterada dando como consecuencia una alteración de la realidad y de la capacidad de juicio crítico, acompañado todo ello por una depresión, así como una sensación de profundo desvalimiento.

Este desequilibrio es bien captado por los poetas. Escuchemos de nuevo a Bécquer: ''Olas gigantes que os rompéis bramando/ en las playas desiertas y remotas/ envuelto entre las sábanas de la espuma". O cuando al fin, cansado de la vida, ve como único refugio la muerte y escribe: ''Como la ola que la playa viene/ silenciosa a expirar".

A los mexicanos, víctimas de la marginación, la vida nos ha tratado y llevado como las olas que se rompen y siguen a merced del azar caprichoso, prácticamente indiferenciables, salvo por la piel, de los abandonados de otras partes del mundo. La violencia, la corrupción y la falta de interés de los dirigentes se traduce en el trastocamiento de los más elementales derechos humanos. Al marginado se le somete, se le despoja y se le deshumaniza liquidando sus tradiciones, su organización familiar, su lengua; destruyendo su cultura y embruteciéndolos de cansancio, abandonándolos y negándoles la posibilidad de integración al sistema social.

Su sentir se trasluce en una conocida copla popular: ''Soy desgraciaito/ hasta pa' el andar/ que los pasitos que doy pa'lante/ se vuelven pa'atrás". Nuestro sentimiento de orfandad, profundamente fatalista (y no sin fundamento) es similar al de otras naciones que también se expresa en su literatura y canciones; ansia perpetua de algo mejor que nos permita el acceso a la palabra.

Orfandad disgregante que impide el desarrollo adecuado de los países tercermundistas con su idioma sin letras y reglas no escritas. Idioma que es el pulso de los desarraigados con un latir misterioso entre quedo y destructivo, desgarrado, mágico y religioso. Idioma de las pérdidas que tiene su encanto en su mortal y lento deleite de veneno, como producto de la escisión en la estructura síquica. Por un lado el ajetreo enloquecedor de la miseria, el hambre, las dificultades económicas, enfermedades y desintegración familiar. Por el otro, el pensamiento mágico, la religión, los enamoramientos y otros sucedáneos que son intentos de esperanzas ilusorias que posibilitan, de alguna forma, llevar con resignación la apabullante y confusa realidad.

Si el marginado se resiste, es hombre muerto; si cede, se degrada y deja de ser hombre. Y de nuevo la voz de Bécquer: ''¿Estamos en el desierto?/ Aunque a mi oído de las turbas/ llegaba el ronco hervir,/ yo era huérfano y pobre.../ El mundo estaba desierto... ¡para mí! Soy un desgraciaito hasta pa' el andar!''

 
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