Usted está aquí: viernes 20 de enero de 2006 Opinión Brasilia: encuentro histórico

Editorial

Brasilia: encuentro histórico

En la reunión cumbre celebrada anteayer y ayer en Brasilia, los presidentes de Argentina, Néstor Kirchner, y Venezuela, Hugo Chávez, así como el anfitrión, Luiz Inacio Lula da Silva, dieron pasos de gran importancia hacia la integración comercial, energética, industrial y minera de sus tres naciones y hacia la consolidación del Mercosur como un bloque regional viable, equitativo y apto para enfrentar con éxito la globalización mundial. Los tres mandatarios dieron luz verde al proyecto de un gasoducto de 8 mil kilómetros, capaz de transportar 150 millones de metros cúbicos de combustible desde Venezuela hasta Brasil y Argentina, con la posibilidad de conectarlo a Bolivia, cuyo costo estimado será de entre 16 mil y 20 mil millones de dólares, suma que será cubierta por los tres países. Asimismo, Chávez, Lula y Kirchner acordaron avanzar en la creación del Banco del Sur, intensificar la cooperación científica y tecnológica y establecer una fábrica común de medicinas. Los gobiernos de Buenos Aires y Brasilia decidieron iniciar la construcción conjunta de una central hidroeléctrica en Garabí, sobre el río Uruguay, y firmaron, además, un convenio minero para "profundizar la cooperación entre los servicios geológicos de ambos países y facilitar el financiamiento de las inversiones del sector".

En términos políticos y diplomáticos el encuentro fue fructífero en la medida en que Lula y Kirchner lograron superar las diferencias entre ellos y aportaron el elemento de calidez que faltaba a las relaciones bilaterales entre las dos potencias del Cono Sur. Los dos presidentes dejaron listo, además, un instrumento que permitirá atenuar los impactos del libre comercio argentino-brasileño debidos a las asimetrías económicas: la cláusula de adaptación competitiva, que se firmará el próximo día 31, y recalcaron la voluntad de sus gobiernos de avanzar en el establecimiento de normas equitativas en el Mercosur a fin de disipar las inconformidades de los socios pequeños, particularmente las de Uruguay, cuyas autoridades habían advertido incluso que, de no subsanarse las inequidades del pacto regional, estarían dispuestas a aceptar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.

"El Mercosur debe dotarse hacia su interior de lo que reclama hacia fuera: la atención de las asimetrías que se refieren a las dificultades que la integración crea a las economías de menor escala", admitió Kirchner en un discurso pronunciado en la cancillería brasileña. Lula, de su lado, dijo que los dos gigantes sudamericanos deben ser "generosos con nuestros hermanos más pequeños". El mecanismo regional, lo secundó su colega argentino, "debe dejar atrás la lógica de fuerte competencia y el desplazamiento de comercio e inversiones entre los países socios". Por lo demás, ambos mandatarios confirmaron que hubo "coordinación" entre sus gobiernos para cancelar las deudas de sus países respectivos con el Fondo Monetario Internacional, lo que les permitió "recuperar su total autonomía".

En suma, los mandatarios reunidos en la capital brasileña empezaron a concretar la aspiración de un bloque económico regional regido por los intereses en el desarrollo, la equidad y la integración respetuosa de las particularidades nacionales: "el único libre comercio que aceptamos es aquel que conlleve beneficios para todos sus participantes, y no uno que encubra acuerdos leoninos", dijo el invitado argentino en una sesión solemne del Congreso de Brasil. La alusión es inequívoca: Kirchner, en nombre propio y de sus colegas venezolano y brasileño, se refería al Area de Libre Comercio de las Américas que pretende imponer el gobierno de George W. Bush en todo el continente, con el apoyo de los gobiernos que le son dóciles, como el que en México está cerca de concluir.

Es claro que el proceso impulsado por los mandatarios sudamericanos apunta a reconfigurar el mapa geopolítico del hemisferio y a construir en él un polo latinoamericano fuerte, cohesionado y regido por términos menos injustos y depredadores que los que Washington aspira a dictar para beneficio propio y quebranto de las naciones al sur del río Bravo. Este Mercosur tiene ante sí enormes desafíos y obstáculos a vencer antes de hacerse realidad: los vaivenes políticos de sus países integrantes y las referidas asimetrías económicas. Pero además tendrá que vencer los sabotajes, las presiones y los chantajes estadunidenses, así como las actitudes desertoras y entreguistas de algunos gobiernos alentados por la Casa Blanca para fracturar la necesaria unidad latinoamericana. No hay que hacerse ilusiones: Estados Unidos buscará torpedear por todos los medios a su alcance el proceso de integración regional, y en ese empeño llegará incluso a emprender una nueva guerra fría, esta vez contra los países que hoy cuestionan la resquebrajada hegemonía imperial de Washington en el continente. Ya hay indicios de ello. Y una de las variables fundamentales en tal escenario será el alineamiento de México en el diferendo por los dos modelos de integración. El gobierno que surja de las elecciones de julio próximo en nuestro país tendrá en sus manos esa decisión crucial e histórica.

 
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