Usted está aquí: lunes 16 de enero de 2006 Opinión Expectativas de consenso

León Bendesky

Expectativas de consenso

La situación económica mundial a principios de 2006 indica que hay en general un crecimiento del producto y una estabilidad en los precios. Esto da pie a generar un entorno de expectativas favorables que incluso se vuelven un consenso. Este prevalece entre quienes formulan y aplican las políticas económicas, los que invierten y muchos analistas.

Este escenario se reproduce en México en la forma del discurso del gobierno que exalta las virtudes de la estabilidad. Sugiere que esa condición puede durar muchos años y ser la base para un mayor crecimiento. El consenso se advierte en el auge de las ganancias en la bolsa de valores y la satisfacción de los directivos de esa institución y quienes invierten en ella. De igual manera está la reducción de las tasas de interés (los Cetes a 28 días están por debajo de 8 por ciento anual) y la expansión del crédito, tanto en hipotecas como en tarjetas para financiar el consumo. Y el consenso se valida en las encuestas que realiza el Banco de México entre los especialistas y que difunde públicamente.

¿Qué tan realistas son las expectativas de consenso? De ellas podría desprenderse una tendencia de expansión económica que se prolonga lejos en el tiempo. No obstante, debe tenerse muy presente que la economía funciona con ciclos de alzas y bajas en las tasas de crecimiento del producto y de los precios y, así, en los principales registros como son el empleo, las cuentas fiscales y del comercio exterior y los movimientos de las inversiones.

Esos ciclos son provocados por el mismo modo de operación de los mercados y es ahí donde debe ponerse la atención y confrontar el consenso actual que crea expectativas que son, tal vez, falsas.

El consenso se pone a prueba, especialmente, en el caso de Estados Unidos por el efecto internacional que provocan los cambios en sus principales variables como son: las tasas de interés, el valor del dólar o el comportamiento del consumo privado.

El cuestionamiento del consenso prevaleciente sobre la expansión sostenida se basa en qué tan real es la estabilidad. Hay análisis que sugieren que la economía estadunidense podría crecer alrededor de su tasa de tendencia que es de 3.4 por ciento en 2006, con una inflación de 3 por ciento que estaría en línea con una inflación de largo plazo de 2 por ciento anual. Las tasas de interés de los fondos federales se ubicarán entre 4.5 y 4.75 por ciento en los próximos meses, lo que se considera su tasa natural. Estas condiciones habrían de prevalecer en el futuro previsible. Esa es la expectativa predominante.

Los registros muestran, sin embargo, que la economía estadunidense no alcanza su estado de crecimiento de equilibrio de largo plazo más que en periodos muy cortos y que, luego, se desplaza debido a acontecimientos que la impactan en el corto plazo. De ahí se derivan los movimientos cíclicos señalados antes.

Hay quien prevé que puede desatarse una desaceleración en el auge del mercado de bienes raíces; hay signos de que eso está ocurriendo y algunos sugieren que la burbuja hipotecaria puede romperse y hasta crear una crisis. Eso se asocia con las alzas esperadas de las tasas de interés de la Fed para contener la inflación y su impacto negativo en el gasto de consumo. Un ajuste de las tasas hacia abajo en la segunda mitad del año debilitaría el valor del dólar frente al euro y el yen y desplazaría el efecto de desaceleración a otras economías debido a la reducción de las exportaciones.

Por supuesto que este escenario tiene repercusiones relevantes para la economía mexicana. Si los movimientos cíclicos se presentan de manera más evidente en Estados Unidos, en contra de la tendencia de expansión de las expectativas de consenso, su efecto se transmitirá de modo casi directo aquí por la enorme dependencia de las exportaciones a ese país.

Así que las favorables expectativas de consenso que se están creando en México en torno de la estabilidad pueden resultar en un cuento de hadas. Pero esto no se vincula sólo con el desempeño probable en Estados Unidos, sino con la debilidad intrínseca de la economía mexicana en la que la estabilidad de los precios se ha conseguido mediante una política de ajuste fiscal incompleto y de medidas monetarias de contención del valor del peso y de las tasas de interés que puede acabar en una ficción muy costosa. Esto parece estar en el fondo de la situación actual en la que a pesar de las abundantes entradas de dólares por concepto de petróleo y de remesas, el producto no crece más que 3 por ciento.

La estabilidad por sí misma no crea las condiciones para el crecimiento. Este sólo se sustenta en mayor gasto de inversión, aumento de la productividad y la eliminación progresiva de las distorsiones que provoca la pésima distribución del ingreso.

En México debemos superar pronto el actual consenso de las expectativas en que se basa el escenario de crecimiento futuro y poner más atención en las condiciones estructurales que definen el comportamiento cíclico de la producción y de las condiciones financieras. No se debe volver a comprometer la economía con el ciclo político.

 
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