Usted está aquí: lunes 16 de enero de 2006 Deportes César Rincón dictó cátedra de arte y poderío al triunfar en la corrida de ayer

Cardona devolvió por chicos dos novillos de San Martín y dio arrastre lento al más bravo

César Rincón dictó cátedra de arte y poderío al triunfar en la corrida de ayer

El Zotoluco improvisó otra ratonera faena de orejita protestada; Angelino, herido

LUMBRERA CHICO

Había que ver cómo se despatarraba César Rincón para echar el capote a los belfos del toro y trazarle el recorrido con los vuelos del percal, mandándolo y a la vez reteniéndolo pues la idea no era que se fuera tan lejos, antes de caminarle un pasito al frente y obligarlo a embestir por el pitón contrario. Había que ver cómo le plantaba la muleta en la cara para embarcarlo desde el primer momento y traérselo paso a paso como si tocara una partitura por nota, antes de señalarle el tercer tiempo del pase y recolocarlo en condiciones de repetir. Había que ver cómo, cuando al segundo de su lote se le acabó el aliento, lo obligó a perseguir el haz y el envés de la franela que sostenía en la mano derecha, sin mover los pies de la arena, derrochando maestría, elegancia y poder.

Por eso y más, el enorme diestro colombiano fue el triunfador único y absoluto de la decimosegunda fecha de la temporada "un poco menos chica 2005-2006", en la que hubo algo más de media entrada y toros de Marcelino Miaja y José Chafick, de los cuales dos fueron devueltos a los corrales por ausencia de edad y trapío, tres más fueron débiles e inciertos, dos cumplieron con los requisitos de la palabra bravura y uno, el último, alegre y pronto, pero débil y no lastimado por el picador, quedó inédito en la muleta de José Luis Angelino cuando pisó al fino artista poblano en el empeine izquierdo, y lo dejó sin más alternativa que abreviar de cualquiera manera.

De los dos bravos que de verdad lo eran, uno, el primero de la tarde y de nombre Julián, cárdeno bragado de 470, le correspondió a Rincón, quien percibió su calidad extraordinaria al recibirlo con verónicas en tablas y rematarlo casi en los medios. Acto seguido, el bonito, que era astifino y de morrillo astracanado, le arrancó de largo al caballo y lo empujó con fiereza hasta derribarlo patas arriba. Una segunda puya, apenas complementaria, y un segundo tercio cubierto con decoro y brevedad, establecieron la pauta para que el muchas veces triunfador de Las Ventas de Madrid dictara cátedra de señorío, pundonor y gusto exquisito al hacer caminar a la bestia girando en torno de su cintura y metiendo los pitones como si éstos fueran las alas de un avioncito.

Por el lado izquierdo la res no era tan generosa en embestidas, pero Rincón se recreó mientras numerosos espectadores entrelazaban con los olés cariñosos gritos de "¡arriba Colombia!". La gente que acompañó la faena en profundo y respetuoso silencio, como si estuviera en el recital de un pianista, y sólo manifestaba su entusiasmo cuando la inundaba la belleza, vació los bolsillos para sacar los pañuelos en el instante que el de Bogotá cobró una estocada de efectos inmediatos y el juez Miguel Angel Cardona concedió la oreja y el arrastre lento.

A continuación salió Lea, toro con nombre de princesa o de ex presidente, que como vino se fue porque era hermoso pero tenía el inaceptable aspecto de un novillo flaco. Este era el primero de Eulalio López El Esquiroluco, y fue remplazado por Porrito, negrito fumable de 498, que el de Azcapotzalco no pudo cuajar. En el quinto lugar de la lidia ordinaria vendría después Juan, hijo de aquel legendario Juan que inmortalizara Manolo Martínez en el año de la birria, pero que no tenía la presencia de un toro adulto y también fue pitado y devuelto por Cardona en sensata y autocrítrica decisión. En remplazo echaron a Mira Cómo Vengo, otro precioso cárdeno de morrillo astracanado, que fue el segundo y último bravo del encierro. Para desgracia del público, López le urdió un trasteo efectista, sin articulación, con algunos muletazos por izquierda y derecha de impecable factura pero a fin de cuentas indiscutiblemente ratonero, y después de asestarle un metisaca y hundirle el acero en buen sitio logró que los villamelones solicitaran la oreja y Cardona la obsequiara tan sólo para escuchar la rechifla de la mayoría, hasta entonces silenciosa, que se inconformó del premio.

A José Luis Angelino, que es un artista de los tres tercios, le tocó Fansy, cárdeno de 468 que estaba inválido y merecía la devolución por inservible, y en segundo lugar Condor, al que recibió de hinojos en los medios, le pegó chicuelitas rápidas y frías a granel, remató de bella revolera, llevó al caballo sólo por cumplir, quitó por gaoneras y fue desarmado, banderilló con solvencia y cuando trataba de meterlo en cintura con la muleta sufrió un pisotón y tuvo que matarlo de cuatro pinchazos y un descabello, mientras la gente salía de la plaza extasiada de Rincón.

 
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