Usted está aquí: jueves 12 de enero de 2006 Opinión Bolivia, una causa mexicana

Adolfo Gilly

Bolivia, una causa mexicana

El presidente Vicente Fox Quesada declaró el domingo 9 de enero acerca de la situación boliviana: "El nuevo gobierno aparentemente había dicho que el gas de Bolivia no se exporta. Bueno, pues ni hablar. Pues lo van a consumir ahí o se lo van a comer ahí. Allá ellos" (La Jornada, 11 enero 2006, p. 27).

El presidente electo de Bolivia, Evo Morales, respondió ayer desde Pretoria, Sudáfrica, que en ningún momento había dicho que no se exportarán los recursos del subsuelo, sino que se deben establecer "nuevas reglas para que se beneficie primero el país y luego las empresas inversionistas y otras naciones". Lamentó cortésmente que el presidente de México muestre un grado avanzado de "desinformación" y, según las agencias, concluyó:

"No es posible que Fox quiera hacer problemas conmigo, y con toda una nación, por defender intereses ajenos a los de su país. Le invito a debatir este problema".

La educada respuesta de Morales, el presidente indio, puso en su lugar el agravio gratuito de Fox, el ranchero criollo: a su gas "se lo van a comer allí: allá ellos".

El presidente Fox, su gobierno, su partido y sus cómplices de todos los colores y banderías no tienen derecho ni permiso para seguir usando a México como punta de lanza de la política y de las iras de Washington en América Latina.

Para todos, una definición al respecto es ineludible.

Bolivia tiene 8 millones 400 mil habitantes, 70 por ciento de ellos indios, y un millón 100 mil kilómetros cuadrados ("Suave patria: tu casa todavía / es tan grande, que el tren va por la vía / como aguinaldo de juguetería"). El presidente electo de este inmenso país muy antiguo y muy pobre dijo en Pretoria varias otras cosas importantes:

1. "Nosotros como gobierno nos podemos reunir con Hugo Chávez o con George Bush: el diálogo siempre estará abierto. Pero en el caso de Estados Unidos, antes deben explicar públicamente sobre las acusaciones que me hicieron como narcoterrorista, mafia cocalera, narcotraficante y otras". A lo cual agregó que invitaba al presidente George W. Bush, o a sus representantes, a estar presente en la toma de posesión de su gobierno el próximo 22 de enero.

2. Cualquier proceso de diálogo debe estar basado, dijo, en "el respeto a la revolución democrática y cultural" que inicia su gobierno y no en salidas violentas o presunciones de golpe de Estado.

3. Las relaciones con Estados Unidos y con cualquier otro país deben basarse "en el respeto a la soberanía y dignidad nacional" y no ya en imposiciones.

4. "En el marco de la hermandad y la vecindad, le hacemos una invitación pública al presidente Lagos para que asista el 22 de enero a la trasmisión del mando" en Bolivia, dijo también en Pretoria. Propuso dialogar no sólo sobre el diferendo histórico entre Bolivia y Chile sobre la salida al mar de Bolivia, que llegó a la suspensión de las relaciones diplomáticas, sino también sobre otros temas que interesan a ambos países vecinos.

A juzgar por la dimensión geoestratégica de las escalas de su gira internacional -La Habana, Caracas, Madrid, París, Beijing, Pretoria- y por la dimensión simbólica, que también cuenta, de su jersey, su chamarra y su camisa sin corbata, en sus primeros pasos políticos el nuevo presidente se muestra resuelto a pisar firme el suelo de su tierra para hacer frente a las presiones y los rejuegos convergentes.

No será tarea fácil. Las amenazas y las adulaciones ya comenzaron. También aparecieron los que piden que el 23 de enero nacionalice hasta la última tienda de abarrotes (éstos, por cierto, menos peligrosos que aquéllos).

Qué pasará, no sabemos. Lo que sí es sabido es lo que dicen que alguna vez dijo Bismarck, que ese sí sabía: "Cada hombre es tan grande como la ola que ruge debajo de él". Bajo el ascenso de Evo Morales a la presidencia de Bolivia ruge una ola de fondo de pueblo indígena y mestizo sublevado, pobre, orgulloso de su triunfo que tanta sangre aún fresca le costó, un pueblo organizado y sabedor de cuánto se sufre y cómo se pelea.

Es preciso ahora apoyar a ese pueblo y a quienes en su nombre enfrentan presiones y amenazas. Es preciso percibir que en su multiforme organización está la clave para la resistencia y la firmeza de sus dirigentes, mucho más que en discutir la personalidad de cada uno de ellos.

Es preciso que México, primera línea en otro tiempo de la resistencia a las imposiciones imperiales, recupere su voz y su presencia histórica en América Latina. Es la mejor manera de defender los intereses de los mexicanos y mexicanas que viven a uno y otro lado del nuevo muro de la infamia.

La causa de Bolivia es hoy también la causa de México.

 
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