Usted está aquí: jueves 12 de enero de 2006 Opinión La ruptura del PRI y el profeta Octavio Paz

Martí Batres Guadarrama

La ruptura del PRI y el profeta Octavio Paz

La aguda inteligencia de Octavio Paz lo llevó a prever procesos de cambio en México y en el mundo que pocos pudieron vislumbrar y muchos negaron. Veía venir la descomposición del sistema político autoritario en la Unión Soviética, del cual era crítico pertinaz, y preveía la extensión de la democracia política en el planeta. También analizaba la difícil estabilización de la democracia en los países pobres. Criticaba a la izquierda latinoamericana por su sectarismo ideológico y afirmaba que tendría éxito cuando formulara un programa democrático popular, es decir, de reformas sociales y políticas. También afirmaba que en México el zapatismo era una fuerza profunda que se encontraba en el origen de la nación y volvería a emerger para dibujar su destino. No se equivocó en ninguna de estas previsiones.

En relación con el proceso político de México, Paz observaba la debilidad de los pequeños partidos de izquierda y su lejanía de las grandes corrientes de nuestra historia nacional. Criticaba el autoritarismo del PRI y lo comparaba, hasta cierto punto, con los partidos autoritarios que gobernaban entonces en Europa del este. Y, sin embargo, veía en el PRI una fuerza política, si bien al servicio del capital, con cierta capacidad para procurar algunas reformas sociales por su origen revolucionario. A eso lo denominó "el ogro filantrópico" en un artículo publicado en la revista Vuelta el 21 de agosto de 1978.

En ese mismo artículo escribe: "el espectador más distraído descubre en este panorama dos grandes ausencias. Una, la de un partido conservador como el Republicano de Estados Unidos, otra la de un auténtico partido socialista con influencia entre los trabajadores, los intelectuales y la clase media. Esto último es lo verdaderamente lamentable y revela cruelmente una de las carencias más graves de México y de América Latina: la inexistencia de una tradición socialista democrática. ¿El pluralismo mexicano que prepara la reforma política estará compuesto por partidos minoritarios y que difícilmente merecen el calificativo de democrático? Lo más probable es que ese remedo de pluralismo, lejos de aliviarla, agrave la crisis de legitimidad del régimen... hay, sin embargo, otro remedio, pero es un remedio visto con horror por la clase política mexicana: dividir al PRI. Tal vez su ala izquierda, unida a otras fuerzas, podría ser el núcleo de un verdadero partido socialista".

Diez años después, la descabellada propuesta de Octavio Paz comenzó a hacerse realidad. Renunciaron al PRI un núcleo consistente de su ala izquierda: Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Porfirio Muñoz Ledo, César Buenrostro y otros dirigentes. A fines de 1988 renunció Andrés Manuel López Obrador. Junto con otros partidos de izquierda y movimientos cívicos y sociales fundaron el PRD. En 1991 renunció al Revolucionario Institu-cional Rodolfo González Guevara, hizo su propio partido y después terminó en el PRD. En 1995 renunciaron al PRI Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard y otros, y terminaron también en el PRD. En 1998 renunciaron al PRI Ricardo Monreal y Alfonso Sánchez Anaya y confluyeron en el PRD. En 1999 renunció al PRI Leonel Cota Montaño, actual presidente nacional del PRD. Más tarde, se incorporaron Raúl Ojeda Zubieta y Jaime Martínez Veloz. Otros han roto con el PRI sin llegar a ingresar al PRD, pero confluyeron en el movimiento político democratizador y reformador, como Gabino Cué y Miguel Angel Navarro.

La ruptura más grande se ha dado, sin embargo, abajo. El otrora poderoso partido corporativo ha ido perdiendo año con año cientos de miles de afiliados y simpatizantes. Es una erosión constante, interminable. Son los trabajadores, intelectuales, dirigentes sociales que durante años formaron parte de las bases populares, pero corporativizadas del PRI. Esa parte popular, que en muchos casos cuenta con un ideario social avanzado, se va desprendiendo de lo que fue el partido surgido de la Revolución Mexicana; y en el PRI se va quedando la mafia, capos como Madrazo, Montiel, Murat, Ulises Ruiz y la tecnocracia salinista de la que forman parte Natividad González Parás, Eduardo Bours y otros como ellos que desprecian y rechazan la necesidad de un programa social para el país.

Es previsible que en la coyuntura actual continúen las rupturas del PRI en su clase política, y la gran erosión en sus bases sociales. Para los grandes intereses económicos nacionales y extranjeros el PRI va perdiendo eficacia y razón de ser, en la medida en que el PAN lo ha desplazado en muchos de los altos círculos políticos y financieros. Para las clases populares el PRI va dejando de ser el más eficaz gestor de sus demandas, porque el proceso de democratización va abriendo las puertas a muchas organizaciones independientes y fuerzas políticas como el PRD que se ha dado a la tarea de organizar la lucha de las clases populares.

La historia demostró finalmente que el ala de izquierda del PRI no pudo nunca llegar a dirigir ese partido, a democratizarlo o influir desde él en las decisiones de gobierno y de Estado con una orientación social. La izquierda del PRI sólo ha podido triunfar electoral, política y programáticamente fuera del PRI.

En 2006 puede conjugarse un gran movimiento en el que confluyan aquellos que desde el partido de Estado buscaron reconstituir el Estado Social sin lograrlo; aquellos que se organizaron políticamente para luchar contra el partido de Estado; y otros más que aparecieron en la lucha política de manera independiente encabezando los movimientos sociales y ciudadanos. Así podría coronarse la profecía de Octavio Paz, culminar la formación de un gran partido de izquierda y ganar la dirección del país en favor de una orientación que sea al mismo tiempo profundamente social y profundamente democrática.

 
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