Usted está aquí: jueves 12 de enero de 2006 Gastronomía La globalización pone en riesgo la tradición maya de consumir chicha

Hecha para "dar fuerza", la bebida está siendo sustituida por el posh, aguardiente

La globalización pone en riesgo la tradición maya de consumir chicha

Al desaparecer la relación entre el hombre y el maíz, se pierde el interés por consumirla, afirman expertos

Su preparación, llena de ritos y misticismo ligado al cultivo de la planta

ELIO GONZALEZ CORRESPONSAL

San Cristobal de Las Casas, Chis. Como muchas otras costumbres ancestrales, la de hacer chicha, bebida de origen maya elaborada con maíz que "le da fuerza al cuerpo", está en peligro de extinguirse y con ella un trozo de cultura de las comunidades indígenas, que la han sustituido por el posh (aguardiente de caña).

Esta tradición, que era común en las fiestas de las comunidades indígenas herederas de los mayas, se ha ido perdiendo conforme desaparece la relación espiritual entre el hombre y el maíz a consecuencia, principalmente, de la globalización.

"La chicha es una bebida que se hacía mucho antes de la conquista de los españoles, y está ligada a los rituales tradicionales más antiguos", afirma el investigador tzotzil Enrique Pérez López, quien dice que al dejarse de elaborar y consumir este producto natural se está perdiendo un elemento cultural de los pueblos originarios.

Tradición centenaria

Jorge Ruiz Alvarez, indígena tzeltal del municipio de Huixtán -cuya madre, Carmela Alvarez Hernández, es de las pocas personas en ese lugar que guardan celosamente la receta para hacer chicha-, afirma: "Nuestros abuelos nos cuentan que los conquistadores españoles trajeron el trago para controlar el pensamiento de nuestros antepasados y para que se olvidaran de lo que ellos tomaban.

"Y así fue: les gustó más el trago y olvidaron su bebida: la chicha, que no lleva trago." Explica que, de acuerdo con la receta que su madre guarda en la memoria, la chicha se elabora mediante un proceso cargado de ritos y costumbres íntimamente ligados a la relación espiritual del ser humano con el maíz, del que, según la concepción maya, fue hecho el hombre.

El proceso para elaborar la bebida, precisa, comienza colocando el maíz en una olla de barro con agua para que se remoje durante cuatro días. "Después se saca y se cambia a otra olla más gande, se ponen unas ramas especiales que no huelen a nada -nosotros las llamamos tilijá-, en el fondo de la olla, se le echa el maíz bien regado y luego se pone otra capa de hojas y ramas y así sucesivamente hasta que se llena. Se sella con una última capa de ramas, y luego se coloca en un sitio donde le dé el sol y el grano sienta el calor adentro."

Cada tercer día, agrega, se le debe poner agua al maíz, "pero en ayunas, porque el grano tiene espíritu y hay mucha relación entre el del maíz y el de nosotros. Al decir que hay que ayunar es que primero se le debe dar atención a nuestro maíz y luego podemos tomar algo nosotros, porque si no el grano se resiente".

Entrevistado en esta ciudad, Ruiz Alvarez, quien es catequista de la diócesis de San Cristóbal, subraya que en caso de no seguir estos pasos, "las ollas corren el riesgo de romperse a la hora de preparar el agua, o puede ser que no sirva la bebida".

Por eso cuentan nuestros abuelos que hay que darle importancia a lo que se hace con el maíz, pues "es como el respeto que se le da al grano para que salga bien todo. Esta es la relación que tenemos los indígenas con esta planta".

Hecho lo anterior, "el maíz se deja en el agua ocho o nueve días. Se platica con él, se le pide que dé la raíz y que crezca y al mismo tiempo, alrededor de la olla, se le echa agua durante ocho días, al término de los cuales se revisa para ver si está en su punto para sacarlo", comenta.

Terminado este proceso "el maíz se saca y se pone en un trasto para lavarlo, se busca otra olla para poner el agua que deja. En seguida se muele el grano y se bate como pozol; por eso le decimos agua de maíz vivo. La masa se coloca en otra olla y se pone a hervir con leña especial: cáscara de pino, para que salga bien el agua".

Agua viva

Luego viene el último paso para obtener una chicha refrescante que dará "energía" al cuerpo: "La masa se pone a hervir y cuando está en su punto se mete donde está el agua 'viva' y al juntarse las dos partes es que agarra fuerza la bebida, la misma que le da al cuerpo humano". Pasados dos días el agua debe estar ya convertida en chicha (yakalá, en tzeltal). Enrique Pérez López comenta que en las comunidades tzotziles la chicha o chiljá (agua dulce o agua que marea) es elaborada con caña de azúcar, mediante la fermentación del jugo. "Era una bebida muy ligada a las fiestas y ceremonias tradicionales y los portadores de cargos tenían que conseguir barriles llenos de chicha para repartir entre los invitados." Pero al igual que la chicha elaborado a base de maíz, la que proviene de la caña de azúcar está a punto de desaparecer "porque nuestra gente ha preferido tomar posh porque ataranta la cabeza", manifiesta el investigador, originario del municipio de Chenalhó.

Manuel Okil Hernández, indígena del municipio de Huixtán, que profesa la religión evangélica, dice con tristeza: "esta costumbre se está acabando porque la gente ya no quiere gastar ni trabajar, quiere que el gobierno le regale todo". Cuenta que "antes, hace muchos años, en cada una de las principales fiestas del pueblo se juntaban hasta diez familias y entre todas hacían la chicha y la regalaban a la gente como bebida refrescante que no embolaba (emborrachaba), pero ahora ya nadie la hace y, como se dice, ni para remedio se consigue".

Ruiz Alvarez resume la razón por la cual cree que se ha dejado de elaborar y consumir la chicha: "Muchos hermanos indígenas han perdido la relación espiritual que nuestros antepasados tenían con el maíz, en gran parte por culpa de la borracha globalización que todo lo ha contaminado".

 
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