Usted está aquí: lunes 9 de enero de 2006 Capital Amparo invernal, aunque sea por una noche

Amparo invernal, aunque sea por una noche

Indigentes que deambulan por el Centro hallan cobijo en albergues del GDF

AGUSTIN SALGADO

En la zona oriente del Centro Histórico de la Ciudad de México el frío aumenta y la pobreza extrema provoca que las bajas temperaturas se conviertan en suplicio para quienes sobreviven en las calles del primer cuadro de la capital.

Con características diferentes a los otros 17 albergues del Gobierno del Distrito Federal para esta época invernal, el refugio temporal de la Plaza del Estudiante (ubicado en la calle de Perú) acoge a indigentes que en el día deambulan entre puestos ambulantes y zonas de alto riesgo.

Los menos son quienes cuentan con un trabajo fijo o se encuentran de paso en la ciudad de México. Los más son personas que viven en situación de calle.

Lejos de lugares como el Ajusco o Cuajimalpa -donde han ocurrido algunas heladas-, al oriente de Palacio Nacional las fogatas callejeras son un medio para intentar combatir los estragos provocados por el frente frío número 22.

Ante la falta de techo y la escasez de mantas hay quienes se cubren con periódicos; otros optan por el alcohol o la droga y algunos más -los suficientes para que haya sobrecupo de más de 40 por ciento- acuden a la Plaza del Estudiante en busca de una colchoneta y algo para cenar.

Anteanoche tres indigentes esperaban que les permitieran entrar al refugio. Su estado de embriaguez fue el motivo del rechazo.

Don Maximino se apegó al reglamento y aguardó a que el encargado del albergue autorizara su ingreso. Vigilado por los policías auxiliares adscritos al lugar, el anciano dijo que era oriundo de Zacatecas, que tenía más de 60 años en la calle y que durante un tiempo se dedicó a la albañilería.

Confundido por sus recuerdos, Maximino relató haber vivido en Los Angeles, California, dedicarse a levantar "bebederos para las vacas" y llevar "año y medio en guerra" con quienes lo despojaron "de su casa", pero acerca de sus familiares no dijo nada: "No sé cuántos hijos me queden, no sé en qué año nací y tampoco me acuerdo cómo fue que llegué a esto".

La cena del sábado fueron salchichas guisadas, frijoles y café. De acuerdo con el encargado del albergue -localizado a un costado de la primera agencia del Ministerio Público-, la limpieza del comedor se hace varias veces al día y "la población" -que para estas fechas ha alcanzado 500 personas- tiene a su disposición agua caliente, jabón y cobijas.

"Es sencillo: estamos aquí por necesidad. Me llamo como gustes, no voy a dar mi nombre porque de lo único que se trata es de otorgar un testimonio", expresó un hombre que, al igual que Maximino, fue retenido por los uniformados.

No tan resignado a la espera, el hombre reconoció su estado de ebriedad:

"No me deja entrar (dijo señalando con la mirada a uno de los policías); como yo tomó, me excluyen seguido.

"Tengo profesión, tengo una carrera, pero ello no sirve de nada aquí. No soy indigente. Sí tengo un año y dos meses en la calle es por una situación difícil, pero por ello no lloro, no me gusta buscar culpables, más bien me preocupo por encontrar soluciones".

Sin la presencia de los elementos de las Unidades de Protección Ciudadana de la Secretaría de Seguridad Pública, ni de los bares y centros nocturnos de la parte "recuperada del Centro Histórico", las calles que se ubican entre Correo Mayor y el Anillo de Circunvalación se convierten por la noche en basureros.

Para atender a la población de esta zona se creó el albergue de la Plaza del Estudiante, el cual funciona desde el 5 de diciembre de 1995. Todos los días del año está abierto y por ahora cuenta con una capacidad de 350 lugares; sin embargo, próximamente se inaugurará un dormitorio más que podrá albergar a alrededor de 70 personas más.

Mucho más inconforme que los anteriores, un joven al que también le es negado el ingreso alega que no se encuentra borracho, que una noche antes "ni cobija le dieron" y que son "fregaderas" lo que "le están haciendo".

Apoyado en un bastón, vestido apenas con una playera azul y un pantalón beige, el indigente establece: "no hay que creer lo que dicen, ellos buscan que uno les diga a todo que sí, pero no yo no soy de esos".

El encargado asegura que al final todos entrarán al albergue, que el negar su ingreso de manera momentánea no tiene otro objetivo que protegerlos a ellos mismos y a la población en general: "no podemos dejarlos pasar en esas condiciones, se nos pueden caer en la regadera o pueden ponerse agresivos con los demás", argumenta.

 
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