Usted está aquí: lunes 2 de enero de 2006 Opinión La bantustanización de México

Carlos Fazio

La bantustanización de México

La llamada Ley de Protección Fronteriza, Antiterrorismo y Control de Inmigración Ilegal, sujeta a la ratificación del Senado de Estados Unidos, implica una ampliación de mil 123 kilómetros del muro fronterizo, la criminalización de los inmigrantes ilegales, mayor militarización y la paramilitarización de facto de la línea divisoria entre México y Estados Unidos.

Impulsada por el congresista James Sensenbrenner, la iniciativa, que abreva en el nuevo mito etnonacionalista de Samuel P. Huntington -que identifica al migrante mexicano como "agresor" de la etnia norteamericana- y propugna la construcción de una cortina de hierro entre dos países "amigos" y a la sazón "socios estratégicos", ha sido endosada en México a sectores xenófobos de la nueva derecha estadunidense. Pero en realidad se trata de una política económica imperial acorde con el capitalismo (para)militarizado de nuestros días. Aunque son las dos caras de un mismo proyecto, en la etapa, la dimensión militar se sobrepone como eje ordenador de las relaciones sociales e internacionales al neoliberalismo de mercado. Estado nana para los intereses económicos poderosos (Enron, Halliburton, Fobaproa), disciplina de mercado y represión (para)militarizada a los débiles.

En el marco de la pugna de bloques interimperialista, para la construcción de la Fortaleza América, Washington requiere en su frontera sur una red de republiquetas mesoamericanas. En particular, un México bantustanizado. Un país que funcione como homeland de los bantúes (negroides) en la Sudáfrica de los bóers o la Palestina ocupada por el colonialismo israelí. Un seudo Estado exportador de mano de obra barata, rentista, satélite de Estados Unidos.

Durante el régimen de apartheid en Sudáfrica, el Partido Nacional adoptó el modelo de "desarrollo separado" de las "razas", que sirvió para perpetuar la superioridad blanca. La población fue clasificada en cuatro grupos étnicos: blancos, bantúes (negros), mestizos y asiáticos. El apartheid ("aparte-dad") se manifestaba en la separación de la comunidad negra. Implicaba la segregación residencial y escolar, y la obligación impuesta a los negros de portar un permiso para viajar en el interior del país. Las homelands o bantustanes eran asentamientos urbanos planificados para pueblos indígenas (similares a un gueto) que fragmentaron al país y dieron origen a una constelación de estados "independientes" con un autogobierno limitado. Junto con su componente racial (barreras de color a la manera de un cinturón sanitario segregacionista y de los pogromos hitlerianos), el apartheid funcionaba como un instrumento de explotación económica. Los trabajadores negros "importados" de las "patrias" vecinas se ocupaban como mano de obra barata en las ciudades blancas, donde eran considerados "extranjeros" y estaban sometidos a un riguroso control migratorio.

En el caso de México, el prototipo a seguir por Estados Unidos -con sus matices- es el de Israel en los territorios árabes ocupados. Un modelo de opresión de tipo colonial nazi. Por lo tanto, violento, depredador y jerarquizado, con perímetros de seguridad tipo apartheid, que en ocasiones recurre a la utilización semidescontrolada de milicias de colonos armados. El símil podría ser el establecimiento de un programa piloto de "alguaciles fronterizos voluntarios" o la legalización de los cazamigrantes reunidos en el Minuteman Project (el proyecto de milicianos de "respuesta rápida" para la defensa de la patria ante la invasión de millones de bárbaros de afuera).

De prosperar la iniciativa, que es un complemento del Tratado de Libre Comercio (1994), el Plan Puebla-Panamá (2001) y el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) -procesos que remiten a las nociones del nacional-socialismo alemán de Grossraumwirtschaft (economía de grandes áreas) y Lebensraum (espacio vital)-, México se convertiría en un enorme bantustán nadando sobre un mar de petróleo (como Botswana sobre minas de diamantes). Los nazis afirmaban que ya había pasado la era del Estado nacional como unidad económica, y que debía remplazarse por la idea de las grandes áreas (Grossräume) que presentaran cierta unidad geográfica y económica. A partir de una política exterior expansionista, las regiones periféricas, ocupadas por colonos "arios", suministraban materias primas y mano de obra esclava.

De prosperar la enmienda Sensen-brenner, a la larga México se convertiría en un bantustán tipo Botswana o Swazilandia; una república "soberana" mesoamericana, semiautónoma y sin política exterior, cuya población indocumentada -ésa que inquieta al racista Huntington- será criminalizada, ya que, como ocurría en los bantustanes satélites de Sudáfrica, será penado con cárcel ingresar y trabajar en Estados Unidos sin un permiso. ¿Qué seguiría? ¿El arresto de cientos de miles de ilegales? ¿La creación, en Estados Unidos y México, de cárceles y campos de concentración privados, rentables y autofinanciables, donde los "huéspedes" tendrían que pagar su "alojamiento" mediante trabajo forzado? ¿Estamos ya en el estado de excepción del que habla Giorgio Agamben?

 
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