Usted está aquí: lunes 2 de enero de 2006 Opinión Todo cabe en un jarrito... sabiéndolo acomodar

Sol Arguedas

Todo cabe en un jarrito... sabiéndolo acomodar

La cuestión está en saber definir los tiempos históricos: Andrés Manuel López Obrador trabaja para hoy; Cuauhtémoc Cárdenas para mañana; el subcomandante Marcos para pasado mañana.

Una buena definición de lo que ha sido la izquierda es aquella que, en última instancia, la hacía coincidir en una meta común: el socialismo, que se quería fuese asequible a corto, mediano o largo plazos.

Cuando se derrumbó el socialismo que se autodefinía como "real", en contraposición a otros socialismos que juzgaba "ideales", se impuso no sólo un escenario distinto, sino un panorama diferente para la izquierda mundial. En nuestros días ni el capitalismo ni el socialismo son lo que fueron antes. El primero está culminando su larga evolución con un nuevo despliegue de sus potencialidades: el cambio de su muy antigua internacionalización hacia su más reciente trasnacionalización. El segundo está apenas empezando a surgir de sus propias cenizas, ya que las izquierdas en el mundo están superando el desconcierto, la confusión y la incertidumbre en que se habían sumido, no sólo por el desplome teórico y práctico del socialismo "real", sino también por la profunda transformación sufrida por su entrañable enemigo, el capitalismo, a partir de la Segunda Guerra Mundial.

No obstante tamañas sacudidas en la organización económica, hoy en las sociedades capitalistas se sigue sosteniendo la definición de la izquierda con la que se inició este texto, aunque se hayan modificado -y sigan transformándose- los contenidos de las categorías socialismo y capitalismo. Hoy, cualquier análisis de la coyuntura nacional o regional precisa saber articularlo en el contexto de la globalización de todos los procesos socioeconómicos y político-ideológicos actuales. Por ejemplo, para especular sobre lo que podría ocurrir a un probable próximo presidente Andrés Manuel López Obrador es necesario efectuar la obligada referencia a lo que les está ocurriendo a Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, a Tabaré Vázquez en Uruguay, a Néstor Kirchner en Argentina y a Ricardo Lagos en Chile. (También a Hugo Chávez, en Venezuela, pero su caso merece un comentario aparte.)

Sabemos que se ha abierto la posibilidad de que la izquierda mexicana acceda al poder por la vía electoral. Sí, pero ¿cuál izquierda? No caben dudas: la izquierda reformista. Esa izquierda que empezó a perfilarse en Europa a partir de los treintas del siglo pasado a impulsos de la teoría económica keynesiana, la inspiración ideológica socialdemócrata y la decidida participación de los obreros organizados. Esa izquierda reformista que floreció posteriormente como Estado de bienestar, en los cincuentas y sesentas, durante los cuales transcurrió el más prolongado auge económico del capitalismo y ocurrió la mayor participación en el bienestar social que le es permitido dentro de los límites de su condición explotadora del trabajo. Un Estado de bienestar que, al influenciar los procesos capitalistas en buena parte del mundo y adquirir características locales en cada caso particular -por ejemplo los populismos en América Latina- encontró en México su equivalente en el nacionalismo revolucionario surgido del gran movimiento social armado de principios del siglo XX.

En México, al igual que en todas partes, al topar con las limitaciones capitalistas que impedían profundizar políticas sociales favorables a las clases populares y su financiamiento, el Estado de bienestar y sus equivalentes entraron en decadencia y fueron visibles sus crecientes deterioros desde principios de la década de los setentas, con lo cual se abrieron de par en par las puertas por las que se colaron las políticas económicas neoliberales (capitalismo salvaje).

Después de más de 20 años de padecer el capitalismo salvaje que llamamos neoliberalismo, éste pareciera haber entrado, a su vez, en decadencia o, por lo menos, en una situación crítica que va siendo reconocida públicamente por un número creciente de economistas, estrategas e ideólogos prominentes de la corriente neoliberal .

¿Se avecina un neo Estado de bienestar? Imposible si se le piensa en los mismos términos de lo que fue el de mediados del siglo pasado; pero posible si se le piensa como un reformismo adaptado a las nuevas circunstancias político-económicas y sociales, es decir, a los cambios que han experimentado en la práctica las antiguas nociones de Estado y de mercado, y a la creciente importancia que va adquiriendo la llamada sociedad civil (lo que, por otra parte, le irá dando contenido real a la hoy tan cacareada como convencional noción de democracia).

Cuauhtémoc Cárdenas, quien ha demostrado gran visión política desde que se salió del PRI hasta la fecha, ha comprendido la urgente necesidad de formar un gran frente que aglutine la tan dispersa izquierda mexicana, para dar consistencia a un probable gobierno que la represente, ofrecerle apoyo a sus políticas socioeconómicas y cuestionarlo cuando se desvíe de los propósitos comunes, así como para contrarrestar las inevitables presiones que sufra por parte de la derecha en toda su gama de variaciones: empresarial, bancaria, panista-cristera, panista-demócrata cristiana, eclesiástica, oportunista, etcétera, además del siempre presente intervencionismo estadunidense.

AMLO trabaja para hoy: su misión es ganar el máximo poder político, no para "implantar" el socialismo (ésa es tarea de Marcos, con todo lo que él arrastra, a partir de pasado mañana), sino para empezar la gran hazaña de la liberación económica de México y de los mexicanos (tarea que no podría llevar a cabo, mañana, sin el apoyo de Cuauhtémoc y de todo lo que él representa).

 
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