Usted está aquí: lunes 2 de enero de 2006 Opinión Los muros y las murallas de la historia

Gonzalo Martínez Corbalá/ II

Los muros y las murallas de la historia

El Muro de Berlín. 9 de noviembre de 1989: a las 18:57 horas el jefe del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) de Berlín Oriental, Günter Schabowski, en conferencia de prensa un tanto improvisada, que se transmite por la televisión de la RDA, informa de una resolución del Consejo de Ministros que autoriza a los ciudadanos viajar al extranjero, incluidos Berlín Occidental y la Repú-blica Federal Alemana sin mayores requisitos, después de que durante 28 años los alemanes de esta república tenían que jugarse la vida para poder brincar el muro o traspasarlo donde fuera posible a través de las alambradas o escondidos debajo de algún camión, en lo que se llamó el Checkpoint Charlie, que registraran toda clase de vehículos, incluso por abajo del chasis con unos carritos especiales con espejos.

Entre enero y los principios de agosto de 1961, cerca de 160 mil refugiados salieron de la República Democrática Alemana, y en los momentos en que la política internacional se hacía muy tensa Nikita Jruschov, en representación de los soviets, expresó un ultimátum a Berlín Occidental demandando que los aliados deberían sacar sus tropas de esta ciudad delimitada por el muro que separaba a la RDA de la parte occidental, y que esta capital invadida por las tropas de unos y de otros debía convertirse en una "ciudad libre" en el plazo de seis meses.

El 17 de febrero de 1959 había lanzado la amenaza de establecer un tratado de paz separadamente entre la URSS y la RDA. El presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, se reunió del 3 al 4 de junio de 1961 en Viena con el primer ministro de la URSS, Nikita Jruschov, sin ningún resultado.

A pesar de que Walter Ulbricht, líder del Partido Comunista Alemán (SED), había respondido a un periodista: "yo entiendo su pregunta como sigue: hay gente en Alemania Occidental que quiere que nosotros movilicemos a los trabajadores de la construcción de la RDA para construir un muro. No conozco ningún plan como ése. Nadie tiene la intención de construir un muro".

A pesar de las declaraciones de Ulbricht, en la mañana del domingo 13 de agosto de 1961 el presidente de la RDA, Erich Honecker, ordenó bloquear Berlín Oriental con una alambrada de púas separándolo de Berlín Occidental con obstáculos antitanques; las calles cercanas fueron destruidas y se utilizaron para erigir un muro, con las piedras del pavimento se formaron barricadas. Se juntaban grupos de tanques en lugares estratégicos; el tren subterráneo, así como los locales de superficie entre Berlín Oriental y Occidental, fueron interrumpidos; los habitantes de Berlín Oriental no tardaron mucho en no ser aceptados en el Occidental, entre ellos había 60 mil trabajadores que laboraban en este lado de la ciudad dividida por el muro, y en los siguientes días las brigadas de construcción empezaron a remplazar las barreras provisionales por un muro sólido.

Pocos días después, los ciudadanos de Berlín Occidental no fueron admitidos para entrar a Berlín Oriental, y después las fuerzas armadas de ocupación empezaron a evacuar por la fuerza las casas situadas muy cerca de la frontera de Berlín Occidental, llegaron incluso a disparar contra quienes intentaban escapar por encima del muro desde Berlín Oriental hacia el sector occidental y a tomar otras medidas de control de uno y de otro lados, con patrullas para registrar a los berlineses que transitaban a 100 metros de distancia del muro.

El muro estaba hecho en tramos de concreto con una altura de cuatro metros; por el lado del sector oriental había un control con reflectores en un área que pronto fue conocida como el área de la muerte; los refugiados que llegaban hasta ese espacio eran fusilados sin previo aviso; pronto se organizó con carácter permanente una patrulla que manejaba un corredor con perros guardianes, torres de vigilancia y búnkeres, así como un segundo muro; por lo menos 100 personas fueron muertas en las cercanías del Muro de Berlín; el último fue Chris Gueffroy.

Desde agosto de 1989, el flujo de refugiados hacia las embajadas extranjeras empezó a aumentar; en septiembre, las embajadas de la República Federal Alemana en Varsovia y Praga atravesaron por una situación sumamente difícil: los miles de alemanes orientales que ha-bían saltado las vallas de la embajada alemana en Praga tuvieron que ser alojados en tiendas de lona que se improvisaron en los jardines. Finalmente, el 30 de septiembre de 1989 el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, anunció que los refugiados podían viajar a Berlín Occidental. Esa misma noche se transportaban por ferrocarril más de 100 mil personas a la República Federal Alemana.

El 4 de noviembre se celebró en la Alexanderplatz de Berlín la mayor manifestación en la historia de la RDA: cerca de un millón de personas reclamaron elecciones libres, libertad de expresión, abolición del monopolio del poder del SED, así como la dimisión del gobierno y la legalización de la oposición. La televisión estatal retransmitió en directo tres horas de manifestación en las que quedó demostrado que los ciudadanos de la RDA no alentaban ya ningún temor hacia la persecución política; en este acto tomaron la palabra destacadas personalidades y representantes de la oposición y del sistema, como el jefe del Servicio Secreto, Markus Wolf, y Günter Schabowski, quienes fueron abucheados al tomar la palabra.

El 18 de octubre dimite por motivos de salud Erich Honecker, quien fue secretario general del SED durante 18 años, y lo sucede tanto en el partido como en la jefatura de Estado Egon Krenz, cuya designación, si bien fue acogida con recelo en la RDA por pertenecer al ala dura del SED, en su nuevo cargo se muestra abierto a las reformas y al diálogo. El 8 de noviembre, un día antes de la caída del muro, el politburó del SED dimite en su totalidad.

A las 23:14 horas una avalancha de gente fuerza la apertura de las barreras en Berlín y miles de ciudadanos de la RDA pasan a Berlín Occidental, donde son recibidos con gran alegría. Se escenifican situaciones sumamente emocionantes. Incluso personas desconocidas se abrazan llorando, y al caer la noche de celebración y de júbilo el alcalde de Berlín pronuncia un discurso en el que declara: "ayer por la noche el pueblo alemán fue el pueblo más feliz del mundo".

Los presidentes John F. Kennedy, Ronald Reagan y George Bush padre habían alentado la rebeldía de los berlineses del sector oriental, en contra de las limitaciones que imponía a todos el muro, en el nombre de la libertad que los separó durante 28 años y que de esta manera terminó como se inició: violentamente, y así cambió el universo europeo de la noche a la mañana.

Todo lo hecho materialmente parar construir el muro, y todas las vidas que había costado a los alemanes resultaron completamente inútiles, y junto con la caída del muro, poco tiempo después habría de caer la RDA, y la propia URSS, suceso que se inició con la renuncia de Mijail Gorvachov.

 
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