Usted está aquí: lunes 2 de enero de 2006 Opinión Editorial

Editorial

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No hay duda: Estados Unidos viola sistemáticamente los derechos humanos de cerca de 500 reclusos que están recluidos en la prisión de la base militar de Guantánamo. Sin embargo, advirtió ayer la Organización de Naciones Unidas (ONU), la situación es peor para los 84 presos que se han declarado en huelga de hambre desde julio pasado, en protesta por su prolongada detención sin cargos ni juicio y por las condiciones de su reclusión, quienes son alimentados con métodos brutales. El gobierno de Estados Unidos ha dicho en varias ocasiones que tiene un compromiso real en el combate a las violaciones de los derechos humanos en el mundo. Hace unas semanas, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, aseguró que su país no tolera, en los hechos, la tortura y otras formas de maltrato. La simple existencia de Guantánamo es una evidencia del doble discurso de Washington en este tema.

De acuerdo con informes de Amnistía Internacional, Human Right Watch y la Oficina de la ONU contra la tortura, los prisioneros en huelga de hambre son forzados por los guardianes del lugar y no por doctores a comer a través de sondas desde la nariz hasta el estómago o por vía intravenosa. A consecuencia, señaló Manfred Nowak, investigador jefe de esa dependencia de Naciones Unidas, "muchos de los prisioneros sufren hemorragias y vómitos". Nowak agregó que la ONU rechazó realizar una visita a la cárcel porque, si bien las autoridades carcelarias les permitían ir a cualquier lado, les prohibieron hablar con los prisioneros. Aun así, puntualizó el funcionario de Naciones Unidas, el maltrato a los prisioneros "está bien fundamentado", gracias a informes de los abogados de varios reclusos.

En este caso, las autoridades estadunidenses han optado por el cinismo. Primero, en julio pasado, el Pentágono negó que hubiera presos en huelga de hambre. Luego restó importancia al hecho y redujo el número de encarcelados en esa condición. Ahora negó que se maltrate a los huelguistas. La actitud de Washington muestra también la falta de transparencia en todas las prácticas y políticas de detención de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo.

Desde los atentados de septiembre de 2001, el gobierno de George W. Bush lanzó una guerra sin cuartel "contra el terrorismo", que ha restringido las libertades tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo. En este contexto, la Casa Blanca ha impuesto medidas que limitaron la libertad de prensa, emprendió aventuras militares aun con la oposición de la comunidad internacional ­Irak­, impulsó campañas de chantaje para conseguir inmunidad total para sus soldados apostados en diversas partes del planeta y ha levantado un aparato de espionaje y represión que cubre prácticamente todo el planeta.

Desde noviembre pasado, varios diarios han denunciado la existencia de vuelos clandestinos por Europa con detenidos en la guerra contra el terrorismo y de cárceles secretas en diversos países. Así, según Der Spiegel, el gobierno alemán supo de 437 vuelos por su espacio aéreo; The Guardian enumeró 210 vuelos al Reino Unido y The Washington Post reveló que la CIA utiliza cárceles secretas en naciones del ex bloque comunista, donde a los detenidos no se les reconoce derecho alguno y son confinados en celdas aisladas.

Pero en Washington, desde Bush hasta funcionarios menores han asegurado que su país está comprometido con la defensa de los derechos humanos en todo el mundo. Pero eso sí, ante los cuestionamientos se limitan a señalar que con esos métodos han salvado innumerables vidas. Ante esto, los gobiernos europeos no han dicho una sola palabra.

Está visto que, como señaló recientemente el escritor británico Harold Pinter, premio Nobel de Literatura 2005, "a Estados Unidos le importan un bledo la ONU y el derecho internacional". Ante este panorama, la comunidad internacional y la opinión pública, en particular la de ese país, tienen un gran reto: levantar la voz ante los abusos estadunidenses, cuya actitud, sin duda, constituye un peligro para el mundo entero.

 
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