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2 de enero de 2006
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GARROTES Y ZANAHORIAS

DEMOCRACIA DE LEJITOS

La democracia parece una idea extendida y generalmente aceptada, siempre y cuando no altere el estado vigente de las cosas. Todo gobernante se asume como demócrata. Eso es lo políticamente correcto. Ningún partido persigue otra cosa más que una sociedad democrática, donde impere la igualdad y se escuche ­y atienda­ la voz de las mayorías. Es decir, un hombre-un voto. Todos iguales.

Pero, bien se sabe que hay unos más iguales que otros. Veamos, por ejemplo, el caso de América Latina. Después de varios años de dictaduras militares, los gobiernos de la región en la última década han surgido de elecciones aceptadas por la mayoría de los contendientes. Así, se puede decir que es una zona del mundo donde prevalece la democracia, en la que en apariencia los ciudadanos han decidido el rumbo político y, por tanto, económico, de sus países.

Resulta que no es así. "Los habitantes de América Latina continúan expresando un alto grado de frustración con unos resultados económicos que han estado debajo de las expectativas que se ofrecieron". Así lo escriben, en un ensayo publicado en diciembre, Anoop Singh y Charles Collyns, números uno y dos, respectivamente, del Departamento para América Latina del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La región, abundan los funcionarios del FMI, ha logrado retomar un impulso del crecimiento de la economía en los últimos dos años, aunque el persistente bajo ingreso per cápita, el alto e incluso creciente nivel de pobreza y la desigualdad, que son las más altas del mundo, "constituyen un riesgo que puede minar el apoyo a los programas de reforma económica instrumentados a partir de la década de los 90, que se hicieron bajo grandes promesas, pero que a menudo han resultados decepcionantes, especialmente si se comparan con otras regiones en desarrollo".

La apreciación del FMI no es mero ejercicio académico. La materia de análisis es el ciclo electoral en que entró la región en las últimas semanas del año, con los triunfos de la izquierda en la primera ronda de votaciones en Chile y con amplia mayoría en Bolivia, y los procesos que seguirán en 2006, cuando se renovarán presidencias en Haití, Costa Rica, Perú, Colombia, México, Brasil, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.

Las encuestas de Latinbarómetro, empresa con sede en Santiago, han mostrado en los últimos dos años la decepción de los latinoamericanos con los resultados de la democracia. No en el sentido de mirar con nostalgia los gobiernos dictatoriales, nada de eso; más bien, en el sentido de que no se percibe que se viva con mayor bienestar después de años y años de sacrificio, de reformas, pues.

Hay una serie de matices en lo que es la izquierda en la región. Pero desde los triunfos de corrientes políticas que se inscriben en este signo en Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay y recientemente Chile y Bolivia, el tema se ha vuelto objeto de mención casi diaria en la prensa, con gran superficialidad la mayoría de veces. La posibilidad de que la izquierda ­con todos esos matices­ siga cosechando victorias electorales, incluso en México, pone los pelos de punta a más de uno.

Hace apenas unos días, la firma de consultoría Deloitte, que opera en las principales plazas financieras del mundo, publicó un reporte sobre lo que espera de 2006. Entre los "riesgos globales" para la economía sitúa: el alto precio del petróleo; los abultados déficit fiscal y en la cuenta corriente de Estados Unidos, el terrorismo, la gripe aviar y... "un cambio dramático en el clima político en países clave".

La apreciación expresa el sentimiento que prevalece en algunos sectores de la comunidad financiera y de negocios. En público, como ocurre en México, declaran que no se sentirían incómodos con un gobierno "de izquierda", siempre que sea una izquierda buena. O sea, que no cambie un estado de cosas que ­como apunta el propio FMI­ tiene decepcionados a la mayoría de latinoamericanos.

Si el principio de la democracia es uno hombre-un voto, la decisión que tomen los ciudadanos latinoamericanos el próximo año debería ser aceptada sin mayor remilgo. A menos que, como se dice popularmente en México, la democracia sólo sea buena si se hace en los bueyes de mi compadre  §


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