Felipe Garrido
La mujer cabeceó y abrió los ojos a medias. Apoyó la cabeza en el alto respaldo. No entendía bien lo que sucedía en el televisor. Una mujer hermosa, esbelta, firme, cabello cano, al lado de una ventana; la lluvia escurría. Pero ¿quién era, a quién esperaba, por qué esa angustia? ¿Era esa la misma película que estaba viendo? Siempre le pasaba lo mismo, el sueño la vencía. Luego alcanzaba a ver algo, luego volvía a dormitar... Pensó un momento en lo que tendría que hacer al día siguiente y se sintió fastidiada. La abrumaban esos enredos burocráticos. Finalmente todo se simulaba. Todo era falso: fechas, firmas, cantidades... Pero sí, por supuesto, era la misma película. El joven ¡pero si era idéntico! aceleraba en la moto. La mujer erguía la cabeza para ver a la distancia. Los cortes iban de uno a otro, cada vez más breves. Cerró los ojos a tiempo, pero escuchó el estruendo. Tanto tiempo, pensó. Pero le dolía como si acabara de suceder... |