Usted está aquí: viernes 23 de diciembre de 2005 Cultura La migración, detonador cultural

MUSEOS DE MEXICO

La migración, detonador cultural

La exposición abarca desde el éxodo de Africa hasta la búsqueda del sueño americano

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Mural pintado por grafiteros de Neza a la entrada de la exposici�ultura sin fronteras. La migraci�n M�co, montada en la sala Guillermo Bonfil del recinto coyoacanense FOTO Mar�Luisa Severiano Foto: Mar�Luisa Severiano

A la entrada de la sala Guillermo Bonfil llama la atención un piso negro con rayas blancas intermitentes como una carretera. Varios letreros en las paredes y en uno de ellos, con flechas: "East-West-Chicago-Miami-Los Angeles-1/2 Mile".

Antes de la primera de varias curvas, la carretera lleva a paisajes pintados de cactos y aridez, poblados por algunas figuras de indocumentados. Uno de ellos yace en el suelo amarillo y naranja, casi vencido. Al fondo, la imagen odiosa de una camioneta de la Border Patrol. Otros letreros advierten de más peligros: los animales venenosos.

Un video ofrece una visión más realista por ser retratos en movimiento de personajes y situaciones reales, aunque sobrepuestas como collages. Familias campesinas -mestizas e indígenas- que se despiden y se fracturan, caminos y carreteras devorados por la cámara, autobuses, terminales de autobuses.

No hay duda: la de Culturas sin fronteras. La migración en México, que desde junio pasado y hasta febrero próximo se exhibe en el Museo Nacional de Culturas Populares, es una exposición gráfica.

Así lo ha marcado la realidad. ¿Cómo coleccionar objetos del fenómeno social y cultural que es la migración si los que se van y llegan en el mundo casi no cargan nada con ellos? La ligereza de movimientos, en muchos casos, es cuestión de sobrevivencia.

Pero ésta también es una exposición llena de colores, como para contrastar que de realidades de tonos grises y muchas veces dolorosas también pueden destacarse algunos aspectos menos negativos: la aventura, la generación de nuevos fenómenos culturales.

La carretera topa con una primera información escrita, una introducción breve y concisa:

"El caminar de los pueblos no es cosa de hoy, ya sea de grado o de fuerza las personas emigran en busca de algo, un sueño, un modo de vida imaginado, un clima favorable a la vida; una oportunidad ante la pobreza para obtener el sustento familiar, un reto material o intelectual, quizá la conquista de fama y riqueza. También la guerra es una causa de migración de un pueblo a otro, de una nación a otra y... Esta es la historia..."

El homo emigrantis

A la carretera la sustituyen las marcas también clásicas de pies descalzos sobre el suelo ahora en rojo encendido. Esos pasos llevan por dibujos, mapas, rutas, comics y globos informativos, glosarios con decenas de términos: diversidad, migración, emigración.

Un gran salto hacia atrás en el tiempo, para repasar, de regreso, la prehistoria, Mesoamérica, la Colonia, el México independiente. Las migraciones humanas primigenias comenzaron desde Africa en dirección a Europa, Asia, Oceanía, América (ésta hace unos 40 mil años). Fue, pues, el poblamiento del planeta. "El homo sapiens fue un homo emigrantis", se escribe con certeza en un rincón.

La amplia iconografía da cuenta del florecimiento cultural en Norteamérica y, sobre todo, Mesoamérica. Y de las migraciones nunca interrumpidas. La del mito fundacional de la Gran Tenochtitlán, por ejemplo. La Conquista también fue una especie de migración.

Aparecen además las migraciones coloniales Europa-América, Africa-América, campo-ciudad, ciudad-ciudad, país-país, como la de México-Estados Unidos.

En el siglo XIX la colonización de Texas por estadunidenses fue, aparte de un abuso de EU contra México, otra forma de migración. El XX mexicano es presentado como "el siglo de las migraciones".

En la primera década de esa centuria se tienen registrados las entidades "receptoras", como el Distrito Federal, con 47 por ciento de personas; Coahuila, con 32, o Nayarit, con 19. Los ''exportadores'' eran (son algunos) Zacatecas, con 24 por ciento; estado de México, 14, o San Luis Potosí, 13, entre otros.

En 1917 el país tenía 15 millones de habitantes y dos terceras partes vivían en el campo. En los 20 más de un millón de trabajadores mexicanos fueron contratados en Arizona, California, Nuevo México y Texas. Hoy México ha llegado a 100 millones de habitantes y la mayoría habita en medios urbanos. Demografía y migración se imbrican.

Huellas sobre la Tierra

Los pies descalzos conducen a salas de maniquíes-calacas de las culturas chicana, pachuca, chola, donde hay sorpresas como películas, más videos, personajes como Tin Tan y letras de canciones:

"No me critiquen porque vivo al otro lado/ no soy un desarraigado, vine por necesidad/ ya muchos años que me vine de mojado/ mis costumbres no han cambiado/ ni mi nacionalidad."

La Dirección General de Culturas Populares e Indígenas grabó una excelente compilación de corridos, trova, rock y otros géneros con solistas y grupos como Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Eulalio González Piporro, Lila Downs, Guillermo Velázquez y Los Leones de la Sierra de Xichú, Bola Suriana y El Personal, entre otros.

En México los flujos no cesan y, más bien, se han acentuado por la crisis económica y la desintegración de las comunidades. Los indígenas del sur y del centro se mueven a los estados del norte o la capital del país, como los mazahuas.

En los campos agrícolas de Sinaloa y Sonora, los indígenas del sur a veces son más que los indígenas norteños de algunas culturas. Por ejemplo, en Baja California los mixtecos son mucho más que los cucapás o los kiliwas, cuya lengua está en peligro de extinción.

A México, aparte de las minorías llegadas de España y otros países, han arribado indígenas de Centroamérica que huyeron de las guerras civiles. En Chiapas, provenientes de Guatemala, viven kanjobales, kekchíes y otros.

Algunos mapas y rutas también dan cuenta de que hoy en el mundo se emigra de Sudamérica y Oriente a Estados Unidos; de Oriente y Europa a Australia; de Africa y Medio Oriente a Europa. El homo emigrantis, pues, no ha dejado de marcar sus pies sobre la Tierra.

 
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