La jerarquía católica rumbo a 2006 Obispos: del cheque en blanco a la cautela Tania Molina Ramírez El Partido Acción Nacional, por boca de su presidente Manuel Espino, les ofrece "plena libertad religiosa". Pero los jerarcas católicos ya tuvieron sus promesas incumplidas con el presidente Vicente Fox y en la próxima coyuntura electoral, sugieren especialistas, tratarán de negociar con todos los candidatos sus demandas de siempre: educación religiosa, acceso a medios de comunicación y políticas de salud acordes con los dictados por el Vaticano. No habrá otro cheque en blanco aunque las simpatías de la mayor parte de los jefes de la Iglesia católica estén con el candidato del partido en el gobierno
Un evento de este tipo no había tenido lugar desde 1924 (fecha del Primer Congreso Eucarístico Nacional) y difícilmente se hubiera podido llevar a cabo antes de las reformas constitucionales impulsadas por el entonces presidente Carlos Salinas en diciembre de 1991. Pocas semanas antes de la magna misa, en pleno proceso electoral, la jerarquía eclesiástica emitió la carta pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, importante documento que, entre otros temas, veía con beneplácito la alternancia en el poder. En esos días era tal el protagonismo de los jerarcas católicos, que el subsecretario de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, Humberto Lira Mora, declaró que el laicismo en la vida política y social del país era "irreversible". El Episcopado parecía vivir un momento de gran optimismo. Creía que el candidato Vicente Fox cumpliría lo prometido en el ambicioso decálogo que les ofreció (ver recuadro). Creía que este podría ser, al fin, su sexenio. Fox, formado con jesuitas, no hacía más que reafirmar esta creencia desde mucho antes: durante un mitin de precampaña, sus hijos Paulina, Ana Cristina, Vicente y Rodrigo le entregaron un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que intentó usar como emblema de campaña. A cinco años del inicio de la administración foxista, el sentimiento que parece predominar al interior del Episcopado es de "frustración y decepción", explica, en entrevista con Masiosare, el especialista Roberto Blancarte, profesor investigador de El Colegio de México. Sensación de frustración que aclara no es exclusiva de la Iglesia católica, sino es compartida por amplios sectores de la sociedad que creyeron en "el cambio". Católicos por un Estado laico Curiosamente, en el caso de la Iglesia, muchos de los cambios que ésta hubiera querido no se realizaron por la sencilla razón de que la población (a pesar de ser predominantemente católica 88%, según el censo de 2000) no está de acuerdo con ellos. Conforme a una encuesta realizada en julio de 2003 (elaborada por Estadística Aplicada a petición de Católicas por el Derecho a Decidir, en colaboración con Population Council Mexico), 82% de los católicos dijo estar a favor del Estado laico, 96% opinó que "el gobierno debe promocionar el uso de condones para combatir el virus del Sida", y 62% se manifestó a favor de que "a un médico debe permitírsele ayudar a morir a una persona con enfermedad terminal".
La encuesta apunta Roberto Blancarte en el prólogo de este documento "nos muestra a una población católica secularizada (...) Muestra una enorme brecha entre la doctrina católica, tal como es entendida y enseñada por el Episcopado y la visión de la enorme mayoría de los fieles laicos respecto a lo que debería de ser el magisterio de sus pastores (...) Las y los católicos mexicanos han llevado a cabo en las últimas décadas una enorme revolución silenciosa, mediante la cual se han independizado, sigilosa y paulatinamente, del dominio jerárquico sobre su comportamiento cotidiano". Más allá del freno que le puso la propia población a la posibilidad de realizar cambios, el propio gobierno panista abrió temas que la jerarquía católica "jamás se hubiera esperado", dice Blancarte, también coordinador académico del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. "Ya no digamos la anticoncepción de emergencia, sino cosas como la discusión sobre los casinos, medidas neoliberales que ningún gobierno priísta se había atrevido a hacer". Por otro lado, el Episcopado, a pesar de importantes acontecimientos (como la muerte de Juan Pablo II y el cambio en la presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano, [CEM]), no ha sufrido reacomodos importantes a su interior, dice Blancarte, autor de Historia de la Iglesia Católica en México (FCE, El Colegio Mexiquense, 1992). Más bien y en esto coinciden el especialista Bernardo Barranco, del Centro de Estudios de las Religiones en México, y Blancarte el Episcopado hoy está más maduro en términos políticos. Si bien muchos de los obispos "ven con simpatía la candidatura de Felipe Calderón, no van a firmar un cheque en blanco", como hicieron en 2000, asegura Barranco. "Los obispos van a regresar a la vieja táctica de negociar y pactar con cada uno de los candidatos sus demandas, como acceso a los medios de comunicación electrónicos, acceso pleno a la educación pública en materia de educación religiosa y una mayor vigilancia y rigor por parte de las autoridades ante el avance incontenible de nuevas iglesias". "Por parte de los dirigentes de la CEM hay un replanteamiento de la situación", dice Blancarte. "Aprovechando que hubo un cambio en la presidencia (de la CEM) hay una especie de toma de distancia frente al gobierno". Además, "los antiguos esquemas cupulares en los que el arzobispo y el presidente se ponían de acuerdo ya no funcionan, o al menos no tan bien", asegura Blancarte. Eso sí, de ninguna manera dejarán de participar en los procesos electorales. El pasado 13 de noviembre, José Guadalupe Martín Rábago, presidente de la CEM y obispo de León, dijo: "La Iglesia quiere promover el diálogo y la participación ciudadana orientando, guiando y orando para que las siguientes elecciones refuercen la confianza del país en sus autoridades, se consolide la democracia, se eleve la calidad del debate político y los mexicanos avancemos en la construcción del país que todos anhelamos". Y ya comenzaron su labor de orientación. El Instituto Federal Electoral presentó una queja ante la Secretaría de Gobernación contra los obispos católicos que promueven "talleres para la democracia" a lo largo del país. La queja no prosperó. En el órgano de difusión de la CEM, Desde la fe, se lee: "La democracia es responsabilidad de todos, especialmente en un país donde está constantemente amenazada por muy diversos y oscuros intereses. La ley nos asiste". La agenda Hoy, la agenda de la cúpula católica mexicana, dice Blancarte, sigue siendo "la de siempre", una agenda conservadora alrededor de lo que llaman "la defensa de la vida", "en contra de nuevas medidas legislativas a favor de los homosexuales, que quisiera dar marcha atrás a la anticoncepción de emergencia y a otras formas de anticoncepción, que quisiera incluir la educación religiosa en las escuelas públicas, que se liberalizara la posibilidad de que las iglesias poseyeran medios de comunicación electrónicos". O sea, a grandes rasgos, el decálogo foxista de 2000.
En esta agenda, explica Blancarte, también "hay una posición social en la que buscan frenar el neoliberalismo", pero "han dejado de lado la parte social y se han metido más a la parte moral". "Ha habido un intento de restablecer las relaciones Iglesia-Estado con las modificaciones al artículo 130 Constitucional", explica en entrevista por correo electrónico con Masiosare, el obispo de Saltillo, Raúl Vera López, "Pero nos hemos quedado muy lejos de lo que realmente es un reconocimiento de la libertad religiosa según la legislación reconocida por el mismo gobierno de México a nivel internacional". Se refiere a los asuntos de libertad de movimiento de los obispos, la adquisición de bienes, ser votados a cargos de elección popular, educación religiosa y acceso a medios de comunicación electrónicos. Al hacer un balance sobre la situación del Episcopado, Vera explica: "Estamos con una legislación semejante a la que se estableció desde el régimen del señor Salinas, y hemos empeorado, pues en la ley reglamentaria para aplicar las leyes que se refieren a las asociaciones religiosas, vienen todavía más controles y límites para las iglesias". Y concluye: "Los cambios sociales y políticos tantas veces anunciados pero no cumplidos colaboran a generar cansancio, desconfianza, abstencionismo y hastío en los ciudadanos". Quizá lo único que sí les ha dado gusto a los prelados fue la designación de Carlos Abascal como secretario de Gobernación... pero con sus asegunes: "A los obispos no les gusta que haya una especie de cardenal en la Secretaría de Gobernación. Los obispos quieren mandar, no que haya un laico que termina siendo más que ellos", explica Blancarte. • • • Tras años de impasse, "los obispos nuevamente irrumpieron en el escenario de 2003 con una actitud mucho más crítica y beligerante (...) Ya no era una apuesta global por el PAN, sino por candidatos que les garantizaran defender cierta postura", dice Barranco. Así las cosas, los jerarcas católicos llegan a 2006 más prudentes, más cautelosos a la hora de dar su apoyo a un candidato. Los analistas opinan que probablemente se terminen inclinando hacia la candidatura de Felipe Calderón. Sin embargo, mientras la mayoría de la población de México (segundo país con más católicos en el mundo) continúe queriendo un Estado laico, el verdadero obstáculo de la Iglesia católica para lograr los cambios que busca será la propia población. Como escribió Bernardo Barranco (La Jornada, 21/05/ 2002): "La jerarquía continúa empecinada en centrar su interlocución con el Estado y no percibe aún que la jugada ha cambiado, y que ahora debe orientarse hacia la sociedad. Ser, pues, más evangélica y menos política". El decálogo incumplido El 27 de abril de 2000, el entonces candidato presidencial Vicente Fox envió una carta a la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y al entonces nuncio apostólico, Leonardo Sandri. En ella ofrecía cumplir "el decálogo" siguiente: 1. Promoveré el respeto al derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta el momento de la muerte natural. 2. Apoyaré el fortalecimiento de la unidad familiar, que en México es un recurso estratégico. 3. Respetaré el derecho de los padres de familia a decidir sobre la educación de sus hijos.
4. Promoveré el libre acceso para la asistencia espiritual y religiosa en los centros de salud, penitenciarios y asistenciales, como los orfelinatos y los asilos para ancianos. 5. Responderé al interés manifestado por las iglesias para promover un amplio espacio de libertad religiosa a partir del artículo 24 constitucional. 6. En congruencia con el derecho humano a la libertad religiosa y con los acuerdos internacionales suscritos por México en esta materia, promoveré que se eliminen las contradicciones entre los artículos 24 y 130 de la Constitución, reformando el 130 en la parte que restringe la libertad religiosa, que proclama el artículo 24. 7. Abriré el acceso a los medios de comunicación a las iglesias, para que puedan difundir sus principios y actividades. 8. Promoveré que en el marco de una reforma hacendaria integral se defina un régimen fiscal para las iglesias, con deducibilidad de impuestos, cuando contribuyan al desarrollo humano. 9. Terminaré con la discrecionalidad para autorizar la internación y permanencia en México de los ministros de culto de las iglesias. 10. Promoveré la homologación voluntaria de los estudios eclesiásticos en el ámbito civil, respetando los programas y contenidos de las materias que imparten los seminarios o instituciones de formación religiosa." A la fecha, estas promesas no han sido cumplidas. Los obispos "pensaron que, en primer lugar, era voluntad del Presidente cumplirlo (el decálogo) y que lo iba a hacer. No se dieron cuenta de que el gobierno puede cambiar pero el Estado ahí está, y que para que las instituciones políticas realmente cambien se requiere una reforma política que no se hizo. En ese sentido, las promesas de campaña probablemente eran incumplibles", afirma el investigador Roberto Blancarte. Actores con sotana • Club de Roma Se trata de los discípulos del nuncio Girolamo Prigione (durante mucho tiempo "la correa de comunicación" entre la Iglesia católica y el gobierno federal): el cardenal Norberto Rivera; el fundador de Los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel; el arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez; el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda; el arzobispo de Yucatán, Emilio Berlié; y el obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso Cervantes. Son un grupo de jerarcas católicos conservadores muy cercanos a ciertas esferas del poder en el Vaticano y al PRI. En 2000, en un principio apoyan a Francisco Labastida, y "se enfrentan a una mayoría de obispos silenciosos, encabezados por el entonces presidente (de la CEM) Luis Morales y el entonces nuncio Justo Mullor", explica Bernardo Barranco.
"El momento de choque es en torno a la aprobación del documento Del encuentro con Jesucristo...", sigue Barranco. "Finalmente, la mayoría silenciosa gana". Blancarte sugiere que el grupo, en este asunto, no actuaba en bloque: "Sandoval Iñiguez probablemente estaba más a favor del PAN, como muchos obispos del Bajío". "El ascenso de Fox representaba, en un primer momento, la debacle de este grupo, sin embargo, ocurrió lo contrario", cuenta Barranco. Marta Sahagún y Santiago Creel "llevan a Fox no sólo a convivir con este grupo, sino a apoyarse en él". En el proceso electoral de 2006, "probablemente jueguen a la expectativa: no meterían las manos al fuego por (Roberto) Madrazo, pero tampoco lo abandonarían", dice Barranco. • José Guadalupe Martín Rábago El presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano. (San Miguel El Alto, Jalisco; 1935), es obispo de León. "Vimos un relevo relativo en el Episcopado. En realidad quedó el mismo equipo. Martín Rábago era parte del mismo grupo (el obispo Abelardo Alvarado Alcántara; el arzobispo de Morelia y vicepresidente de la CEM, Alberto Suárez Inda, entre otros) que había elegido a Luis Morales (arzobispo de San Luis Potosí y pasado presidente de la CEM), y son quienes siguen al frente", dice Blancarte. Y, al ser del Bajío, reflejan el sentir de la mayoría de obispos (los estados más católicos están en la región centro-occidente y la mayor parte de los obispos proviene de Guanajuato, Jalisco y Michoacán). "Hay una continuidad con un nuevo estilo de gobierno quizá un poquito más audaz, más presente en los medios que durante la pasada presidencia", completa el investigador de El Colegio de México. • Norberto Rivera Carrera El arzobispo primado de México (La Purísima, Tepehuanes, Durango; 1942) lleva poco más de 10 años al frente de la Arquidiócesis. El balance que Bernardo Barranco hace de la primera década de gestión de Rivera es negativo: "No ha estado a la altura ni de la arquidiócesis ni de sus creyentes". "Tiene manifiesta fascinación por el poder", describe. El prelado es cercano a políticos, empresarios y dirigentes de distinto tipo desde Los Legionarios de Cristo hasta Andrés Manuel López Obrador. Las cosas parecían no irle nada bien (fue acusado de comercializar con los símbolos religiosos recordar Las papas del Papa y la patente de la Guadalupana, intentó frenar la publicación del documento Del encuentro con Jesucristo... Sin embargo, Barranco afirma que "gracias a la militancia legionaria de Marta Sahagún y a los buenos oficios de Santiago Creel" logró remontar. En octubre pasado hizo un "llamado a la desobediencia civil" por el tema de la eutanasia. "El cardenal pretexta la discusión sobre la eutanasia para reposicionar el papel político social de la Iglesia en vísperas de los procesos electorales de 2006" (Bernardo Barranco, La Jornada, 19/10/05). • Raúl Vera López (Acámbaro, Guanajuato, 1945) El actual obispo de Saltillo fue removido de la diócesis de San Cristóbal en diciembre de 1999, según el investigador Barranco, por presión del gobierno y del Club de Roma. El obispo es identificado por tener una postura más radical dentro del sector de la Iglesia católica más preocupado por la justicia social, en el que se encuentran Sergio Obeso, arzobispo de Xalapa; monseñor Carlos Talavera Ramírez, arzobispo emérito de Coatzacoalcos; y Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas. "Nunca son buenos los maridajes entre la Iglesia y el Poder, pues quedamos muy mal parados con Cristo y con el pueblo, pues esas alianzas nos llevan a perder nuestra libertad para señalar desde el evangelio los excesos y las injusticias del poder político y económico", afirma Vera. |