Usted está aquí: domingo 18 de diciembre de 2005 Opinión Café y cigarrillos

Carlos Bonfil

Café y cigarrillos

Ampliar la imagen Meg y Jack White en uno de los cap�los del filme Caf� cigarrillos, de Jim Jarmusch

"El señor Pett husmeaba con recelo/ Usted ha estado fumando/ ¿Yo?/ Fumando cigarrillos/ No, señor/ Hay dos colillas en el cenicero/ Yo no las puse ahí/ Una está caliente/ Es un día cálido". Diálogo en Piccadilly Jim, de P. G. Wodehouse, citado por Gabriel Cabrera Infante en su libro Holy Smoke (Humo sagrado). Esta viñeta humorística del novelista inglés bien podría caber en alguno de los 11 relatos minimalistas que componen Café y cigarrillos (Coffee and cigarrettes, 2003), noveno largometraje del realizador independiente Jim Jarmusch (Más extraño que el paraíso, Flores rotas). El material ostenta, en un blanco y negro muy contrastado, y en viñetas filmadas entre 1986 y 2002, la participación de cuatro camarógrafos y un desfile de personalidades interpretando sus propios roles: los rockeros Iggy Pop y Tom Waits, los actores Steve Buscemi y Bill Murray, una estrella, Cate Blanchett, duplicándose en dos primas, los raperos RZA y GZA, del Wu-Tang Clan, y un Roberto Benigni de hace dos décadas, con una frescura deliciosa.

La obsesión que recorre la cinta es la celebración del ritual de la conversación, fragmentada, a veces incoherente, beckettiana, y a menudo festiva. Once conversaciones acompañadas de un consumo inmoderado de café y cigarrillos, con reflexiones sobre el abuso de estos estimulantes, que lentamente derivan en divagaciones más libres sobre el sentido de la vida y la muerte, las reminiscencias generacionales, la vanidad de la fama, y la naturaleza siempre compleja de las relaciones afectivas.

Dos ancianos (Bill Rice, Taylor Mead) celebran en el episodio Champagne el París de los años 20 y el Nueva York de los 70, bebiendo café a la manera de una copa de vino espumoso, y evocando un lieder de Gustav Mahler. A modo de contraste, En algún lugar de California, dos estrellas musicales, Tom Waits e Iggy Pop, se enfrascan en una displicente justa verbal, reconociéndose e ignorándose mutuamente, hasta verificar qué música de uno de ellos registra el juke-box del café donde se encuentran. Steve Buscemi ensaya ante dos gemelos estrambóticos una disquisición delirante sobre un pretendido hermano gemelo de Elvis Presley que habría suplantado a la estrella en sus momentos de hastío físico o existencial (Gemelos). Y en Primas, Cate Blanchett, una actriz exitosa, descansa de una entrevista y platica con su prima Shelley (que ella también interpreta) en el café de un hotel, sólo para soportar las recriminaciones veladas y la envidia manifiesta de este familiar incómodo que oscila entre el aliviane forzado y el azote inocultable.

En Cita extraña (Strange to meet you), Roberto Benigni tiene una platica absurda con el actor Steve Wright, intercambia lugares con él, e inclusive acepta suplantarlo en su indeseable cita con un dentista. A la cuarta o quinta taza de café todo parece ya posible, hasta la aparición de Bill Murray, interpretando a un mesero, harto de cazar fantasmas, bebiendo café directamente de la jarra, y pidiendo el respeto a su nuevo anonimato a los raperos negros RZA y GZA, quienes viven con él un rápido Delirio. Isaach de Bankolé, actor fetiche de la francesa Claire Denis (Chocolat), se pierde en una conversación circular con Alex Descas intentando convencerlo de que No hay problema, excepto al repetir esta aseveración hasta el cansancio.

Algunos episodios son mucho muy breves, un abrir y cerrar de puertas, de ojos, un cigarrillo apenas consumido y ya apagado, un sorbo de café, una plática entrecortada, monosílabos y frases sueltas; otros llegan a estructurar alguna discusión obsesiva sobre los posibles estragos del café estupefaciente y el cancerígeno cigarro (Esas cosas te matarán). El episodio más sobresaliente, ¿Primos?, enfrenta a dos actores, Alfred Molina y Steve Coogan, en un juego de vanidades y solicitaciones mutuas y rechazos estudiados, que es un comentario ácido sobre la importancia de relacionarse bien, en el momento adecuado, y de lo que sucede cuando, por un error de cálculo, esa oportunidad se pierde posiblemente para siempre.

La reunión de relatos mínimos que ofrece Jim Jarmusch es por supuesto muy dispareja, y cabría esperar transiciones narrativas más finas, menos esquemáticas: una unidad de estilo, como la alcanzada en Noche en la tierra, sin por ello domesticar la comedia de corte surrealista. Cuatro o cinco episodios muy notables salvan a la cinta de ser una reunión de ocurrencias semiafortunadas. En ¿Primos?, sobre todo, la ironía de Jarmusch brilla ininterrumpidamente.

En exhibición comercial figura también su cinta siguiente, Flores rotas (Broken flowers), otra polifónica exploración minimalista, esta vez en torno de la experiencia de un solo hombre, un notable Bill Murray. Esta semana, Jim Jarmusch es el mejor antídoto contra los arreglos fílmicos navideños en cartelera.

Café y cigarrillos, hoy a las 16:30, 18:45 y 21 horas en la sala 3 de la Cineteca Nacional.

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