Usted está aquí: jueves 15 de diciembre de 2005 Opinión Los mariscales del aire

Margo Glantz

Los mariscales del aire

Regreso a México desde California, un día después de que en el aeropuerto de Miami unos "mariscales federales del aire" -así se les llama-, vestidos de paisanos, dispararon y mataron a un pasajero que, según ellos, pretendía estallar una bomba. Ciudadano estadunidense, pero de nombre y aspecto hispanos, Rigoberto Alpízar fue abatido en realidad sin razón ni causa ningunas, unos días después de que las autoridades -también federales- decidieron permitir de nuevo que los pasajeros portaran tijeras o cualquier otro tipo de instrumentos cortantes en sus valijas de mano, cosa que, leo en el San Francisco Chronicle, enfureció a los representantes de la justicia (en general), y permitió que los de Florida (en particular), no contentos con liquidar al pasajero, probablemente aquejado de una enfermedad mental, hicieran explotar con bombas -ellos sí- varias maletas de otros pasajeros, en una operación también habitual que se se ejerce, at random, ante la indignación de algunos feroces defensores de la revisión exhaustiva y universal.

Y ese regreso fue -obvio- humillante, aún más de lo habitual: el personal de seguridad del aeropuerto saludaba con aire marcial a los pasajeros, les deseaba amablemente los buenos días y, acto continuo, vociferaba órdenes como si todos fuésemos reclutas destinados a combatir en Irak. Debíamos seguir esa rutina, por desgracia ya aceptada con resignación por todos los pasajeros como si fuese un mal necesario: despojarnos de nuestros zapatos (botas con agujetas, para mayor complicación), chaquetas, relojes, llaves, collares, anillos, aretes (diminutos aretes de plata donde probablemente estuviera escondida una bomba de nitrógeno o un arma mortal), sacar la computadora de su estuche y depositarla, junto con los demás objetos, en sendas cajas de plástico y avanzar con los brazos en alto y descalzos dispuestos a una nueva revisión y, además, efectuar esos movimientos con rapidez y perfección. Incapaz de moverme con la celeridad deseada, fui increpada con dureza por el mariscal del aire y ante mi indignación, expresada con gran furia, me dijo con el mismo tono marcial: ''feel yourself at home'', comentario que a su vez el pasajero perfectamente rubio que me seguía en la fila coronó diciendo, "I would not like this to be home".

El senador republicano John Mica, representante del estado de Florida y presidente del subcomité de transporte aéreo del Senado, dijo textualmente (lo transcribo del diario antes citado): "Este incidente muestra que el programa que hemos diseñado funciona más allá de nuestras expectativas... Es como si se enviaran mensajes a los terroristas o a cualquier persona que disturbe con amenazas la tranquilidad de un vuelo. Los mariscales del aire carecen de tiempo para pedir consejo o para entrevistar a los pasajeros. Tienen que tomar decisiones tajantes basadas en una amenaza inmediata".

Al día siguiente, relaté en una reunión mis aventuras; de inmediato todos los que son y han sido y serán viajeros contaron distintas anécdotas, de las cuales destaco primero una, la más absurda, la de una viajera nacida un 11 de septiembre (anterior naturalmente al de 2001) que por ese simple hecho fue detenida por los funcionarios de un aeropuerto durante varias horas en la ciudad de Houston. También menciono las peripecias de una pareja argentina de amigos míos, quienes, invitados como yo a impartir cursos en la universidad de Stanford, iban acompañados de sus dos niños pequeños y de los aditamentos necesarios para atenderlos, y que perdieron las conexiones de su vuelo porque los mariscales del aire revisaron con ofensiva minucia la carriola del bebé, temerosos de que en sus tubos se ocultase algún objeto pernicioso.

El incidente del miércoles 7 de diciembre demuestra, agrega Jon Adler, vicepresidente ejecutivo de la Oficina Federal para Refuerzo de la Ley, organización compuesta por 24 mil abogados (incluye asimismo mil 300 mariscales del aire), que es necesario extender el programa con más funcionarios y mayor entrenamiento, lo cual significa, agrega un comentarista, mayores gastos, dato por el cual este tipo de refuerzos fue cancelado desde el año pasado. Los locutores de televisión y sus entrevistados opinan que, a pesar de los gastos, es necesario que los mariscales del aire vayan vestidos como soldados y exigen que los pilotos y los sobrecargos se equipen con Tasers, es decir, con pistolas de alto voltaje.

 
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