Usted está aquí: jueves 15 de diciembre de 2005 Opinión "Tregua navideña": hipocresía decembrina

Editorial

"Tregua navideña": hipocresía decembrina

La decisión del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) de prohibir la realización de actos de proselitismo con miras a las elecciones del año entrante es un ejemplo claro de esa clase de medidas que, en vez de brindar transparencia y confianza a la vida política del país, la enturbian y confunden. El frenazo a las campañas presidenciales en el momento mismo de su arranque fue justificado por el organismo electoral con el pretexto de evitar la promoción adelantada de aspirantes a la primera magistratura y como una forma de impedir que algunos de ellos tomaran ventaja, en el tiempo, con respecto a sus competidores. La irracionalidad de la obligada vacación a partidos y candidatos se pone de manifiesto si se considera que la tarea principal de todo aspirante a un puesto de elección popular es, precisamente, convencer a la mayor cantidad posible de electores de que voten por él. La ciudadanía y los medios, por su parte, no esperan que los candidatos formulen felicitaciones decembrinas y votos de año nuevo, sino pronunciamientos políticos. Así, no sólo se prohíbe a los aspirantes que manifiesten sus ideas y programas, sino que al mismo tiempo se coarta el derecho de la sociedad a enterarse de las propuestas políticas.

Por su mismo carácter absurdo, tales prohibiciones son inaplicables. En todo caso, obligan a los políticos en busca de sufragios a actuar de manera embozada, a inventar otros nombres para los actos de propaganda que llevan a cabo y a adoptar actitudes vergonzantes tan lamentables como la del candidato panista a la Presidencia, Felipe Calderón Hinojosa, quien, tras asistir a un encuentro con empresarios alemanes, salió de la reunión por la cocina ­literalmente­ del hotel en que se realizó.

Por otra parte, la "tregua navideña" urdida por el Consejo General del IFE, lejos de contribuir a la equidad y limpieza de los comicios, da lugar a trucos de simulación ­por medio de los cuales los candidatos alegan que sus actividades proselitistas son "actos privados"­ y a condiciones evidentes de ventaja para algunos, como el propio Calderón, en la medida en que el Presidente de la República, su aliado formal, sigue dándole apoyo, en plena veda propagandística, por medio de declaraciones alusivas y sesgadas en las que el mandatario resalta los supuestos logros de su gobierno para, a renglón seguido, manifestarse a favor de la continuidad.

La patente inoperancia de la tregua decretada por la autoridad electoral federal contribuye a dar verosimilitud a la explicación que anda en boca de todo mundo: la medida fue adoptada a petición de los consorcios televisivos, los cuales deseaban reservar sus tiempos publicitarios a la temporada comercial navideña y dejar para el año entrante la cosecha de ganancias estratosféricas que les significa la propaganda electoral. Sea cierta o no la versión, es claro que el propio Consejo General del IFE ha dado pie para que se pongan en duda sus verdaderas motivaciones y ha establecido, así, un nuevo hito en el proceso de descrédito en que ha sido sumida la institución por sus actuales directivos.

Para finalizar, resulta incomprensible que los partidos no hayan manifestado, en su momento, oposición alguna a que el IFE les prohibiera realizar la que se supone que es su ocupación central, que es el proselitismo, actividad financiada, por cierto, con fondos públicos desmesurados y hasta ofensivos. El acatamiento obsecuente de los institutos políticos a la "tregua navideña" obliga a preguntarse, en medio de todo este absurdo, cuán intenso habría sido el deseo de las burocracias partidistas de tomarse unas vacaciones, pagadas, por supuesto, con dinero de los contribuyentes.

 
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