La Jornada Semanal,   domingo 11 de diciembre  de 2005        núm. 562
 

Francisco Hernández

Diario sin fechas de Charles B. Waite

Charles B. Waite nació en Ackron, Ohio, en los Estados Unidos y vivió varios años en Los Ángeles y San Francisco. No sé dónde murió. Los años posibles, tanto de nacimiento como de muerte, son 1861 y 1929.

Vino a México a finales del siglo XIX y comenzó a recorrerlo, a quererlo y a fotografiarlo. Pero más que la geografía del país, le interesó dejar imágenes de su gente. De sus pobres y de sus ricos, de los toreros y de los trabajadores del café, de los soldados y de los vendedores de guajolotes, por ejemplo.

Como prueba de este interés, en la Fototeca de Pachuca se conservan más de 3,500 negativos.

Tres singularidades de este aventurero llamaron mi atención. Una, que al igual que Lewis Carrol, le gustara fotografiar niñas. Dos, que se apropiara de muchas fotos de su compatriota W. Scott, borrándoles la firma de éste. Y tres, que de él no exista ningún retrato.

¿Un fotógrafo sin rostro? ¿Una cara "borgiana" constituida por todas las caras reveladas, tanto en la realidad como en los sueños?

Ahondando en especulaciones, pensé en lo que a escondidas de su mujer y de sus hijas, pudo haber anotado Charles B. Waite.

Y escribí esta especie de diario donde casi todo es producto de la fantasía, aunque casi todo pudo haber sucedido.

3

Indígenas a falta de negros o de chinos.
No proyectan sombra de tan flacos.
¡Con cuánta desconfianza se acercan a mis máquinas!
Las indias, sobre todo las jóvenes,
sonríen con una larga sonrisa de horizonte.
Las imagino sin ropa, muertas de frío,
por una calle de Ackron, o empujadas,
con las faldas cubriendo sus cabezas,
por el viento incansable de San Francisco.
Indias niñas hermosas, vendedoras de agua,
esparcidoras de semillas,
inventoras de nudos centelleantes.
Al cuidar cerdos cantan en su idioma
y las moscas repletan la cerradura
de su vientre floreado.

7

Al no poder tocarlas aún,
paso mi mano por su sexo
de papel lampiño.
Mi saliva, en los encuadres del daguerrotipo,
es aguacero cerrador
de postigos inquietos.

14

Fotografiar la claridad, ya con el viento ido.
¿A dónde va el viento cuando no lo escuchamos?
¿En cuál basurero se refugia arremolinado?
¿Quién sopla en las arterias de sus tolvaneras
para dotar de empuje sus respiros?
Fotografiar la oscuridad dentro de un ataúd
donde lo único agonizante sea el oxígeno.
¿Qué aire, por podrido que esté, se hace vicio
en la muerte?
¿Florece algún soplido en los pulmones?
Fotografiar los verbos transitivos
en el instante en que la luz
se quita su vestido y dejamos de verla.

38

Me miro ciego sin mi cámara Hansen.
Al morir, pido se me conceda pasarla
por el ojo de una aguja.

Tomados del libro homónimo,
ganador del Premio Jaime Sabines 2005