La Jornada Semanal,   domingo 11 de diciembre  de 2005        núm. 562
LAS ARTES SIN MUSA
 
Alonso Arreola
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SÁBADO HOY, SÁBADO MAÑANA

Hoy domingo es la segunda y última presentación del trío norteamericano de jazz The Bad Plus en el Lunario del Auditorio Nacional. Lo malo es que, a pesar de que fui a verlos ayer sábado (si es que no se canceló), no puedo comentar mi experiencia porque estas líneas fueron entregadas a la redacción cinco días antes. Con semejante dilema temporal acosándome (supongo que la presentación de ayer fue muy buena y tengo ganas de decirlo), lo que se me antoja es imaginar que sí fui —ahora que escribo en lunes, seis días antes de tus ojos sobre este párrafo— para cotejar algunas irresponsables visiones durante el domingo (éste de hoy), incluso sabiendo que fue mi yo del sábado quien de verdad asistió —o asistirá— al concierto. (Claro que lo más deseable es que mi tercer yo no esté leyéndome ahora con las terribles fibrilaciones cardiacas de quien metió la pata en serio y por partida triple… Ya será de Dios.)

Entonces, instalado en domingo pese a ser lunes, quiero imaginar que The Bad Plus, ayer sábado y a diferencia de otros artistas presentados por el curioso Promotor X, sí vendió los boletos suficientes como para continuar con esta caprichosa aventura financiera de beneficio comunitario que muchos disfrutamos y, suponemos, muy poco reditúa (ya vinieron, con más o menos suerte, Joe Lovano, Matt Wilson y Dave Weckl). Deseo también que, pese a tratarse de un trío de "jazz" (la palabra les queda chica), el audio del lugar haya sido aprovechado de buena manera y no subutilizado por la típica e ignorante creencia de que, como es música "tranquila", no se necesitan ni volumen ni mezcla. Es decir que —porque me da la gana— el piano, la batería y el contrabajo de ayer sonaron cálidos, a madera, pero con la intensidad que un bizarro y atrevido repertorio necesita (además de standards y piezas originales, Anderson, Iverson y King se lanzaron a la alberca de compositores de rock como los Pixies, Nirvana, Blondie y Black Sabbath, quienes fueron columna vertebral para su gran éxito… Imagino.)

Asimismo, decido ahora que, ayer, las mesas que me rodearon estuvieron iluminadas por bellas mujeres solteras, amantes todas del arte de la improvisación, y no por parejas decepcionadas tras los boletos regalados en una estación de radio. Igualmente, decido que ningún borracho pidió gritando "Take Five" de Dave Brubeck y que estuvieron presentes las cámaras de Televisa y TV Azteca, peleándose por el mejor lugar para filmar algo que —según se me ocurre— dijeron transmitir en vivo en lugar de algún repugnante programa cómico. Por otro lado, me gusta imaginar que, ayer, los periodistas de jazz retomaron su vieja actitud de hoja en blanco para no despedazar el esfuerzo de tres buenos músicos en un escenario; que todos aplaudieron, intercambiaron miradas de aprobación y brindaron llenos de buenos pensamientos navideños.

Ahora que lo pienso y que puedo engolosinarme, también me hago a la idea de que, ayer, el "vino" de la casa no costó noventa pesos por copa y que las porciones de comida fueron más sustanciosas de lo normal (o simplemente sustanciosas); que los meseros no tenían cara de judiciales y que estaban presentes TODOS los músicos mexicanos que dicen amar estos sonidos. A propósito de músicos, también propongo que, ayer, los del jazz capitalino no se comportaron como los únicos entendidos en la más oscura de las alquimias, que dejaron en casa el lavadero así como su permanente insatisfacción con la vida en México. Se me ocurre que, ayer, ninguno de ellos comentó su más reciente viaje a las entrañas neoyorquinas para tomar clases con el poseedor de alguna piedra filosofal. (Digo, fantasear no cuesta nada.)

Y bueno, todo eso es lo menos importante, pues lo que en verdad trasciende es que, ayer, The Bad Plus nos hizo saber por qué sus credenciales se respetan tanto en otros escenarios del mundo, pese a su aparente ruptura con la tradición (su productor es Tchad Blake, el de Los Lobos y Peter Gabriel). Ayer —quiero imaginar— se rieron de lo que llamamos jazz, se burlaron de nosotros en nuestra cara y, mejor aún, nos hicieron cómplices de su esperpento. Para acabar pronto, rockearon con swing sustentando la buena factura de sus tres discos en estudio (These Are The Vistas, Give, Suspicious Activity?), objetos que —quiero creer— se vendieron como pan caliente luego de la presentación. Por todo esto, hay que estar locos para no ir hoy a comprobar lo que posiblemente se repetirá —u ocurrirá por vez primera, según se vea— a un costado del Auditorio Nacional (recinto que por cierto, decido ahora, canceló sus conciertos del fin de semana para que todos encontráramos estacionamiento en el Lunario).

P.D. Como última anotación para esta cronírica, les cuento que ayer —gracias a una revelación que tengo ahora— el sistema Ticketmaster no cobró comisión por sus servicios; al contrario, repartió un boletín impreso con copia a los medios de comunicación en el que se disculpó por habernos robado tantas veces y sin razón alguna. ¡Vaya… fue una noche magnífica la del próximo sábado!