Usted está aquí: lunes 5 de diciembre de 2005 Opinión El club de Pluto

Carlos Fazio

El club de Pluto

En la mitología griega, Pluto, hijo de Jasón y de Deméter, era el dios de la riqueza. Por extensión, la plutocracia es la preponderancia de la clase rica en el gobierno del Estado. Durante la época del partido de Estado, la clase rica entró en una relación de subordinación y complicidad simbiótica con el sistema presidencialista y los gobiernos autoritarios priístas. Los empresarios financiaban al partido oficial, a distintos grupos de interés y la actividad electoral, y ese financiamiento era utilizado como instrumento de influencia sobre el gobierno. A cambio de legitimar al presidencialismo y al PRI, los poderes fácticos usaban al Estado y se enriquecían bajo su manto protector. Esa colusión entre poder económico y poder político tenía como eje una gran corrupción.

Pero en los últimos años la relación entre el PRI y el capital privado cambió de modo cualitativo. El proyecto neoliberal permitió una acumulación y redistribución de la riqueza hacia arriba. Con eje en la rapiña, se dio un acelerado proceso de plutocratización. Un puñado de familias concentraron la riqueza y surgió una clase oligárquico-plutocrática.

Signado por la atomización de la representación y la degeneración del papel de los partidos, el ahuecamiento de la democracia llevó a una transformación del Estado. El modelo plutocrático generó una nueva "clase política" depredadora y mafiosa, conformada por individuos amorales que amasaron fortunas ilegales gracias a sus nexos con el gran capital y otros que operan de manera circense como capataces de los dueños del dinero y se arrodillan y juran lealtad ante el diktat del dios Pluto (Pacto de Chapultepec).

A falta de reglas morales y políticas, y mediante prácticas criminales violentas, esa clase política amplió el área de los mercados ilegales y se fue configurando un narco Estado. La guerra de mafias derivó en la ruptura de antigua regulación de los pactos interoligárquicos. El viejo modelo de dominación cleptocrático, basado en las conexiones oligopólicas y monopólicas con el clientelismo político se agotó, y ante la desestabilización del país provocada por las pugnas intestinas intermafias, la plutocracia tomó el poder de manera directa.

El llamado Pacto de Chapultepec, impulsado por la plutocracia encabezada por el padrino Carlos Slim Helú -el multimillonario más grande de América Latina, principal accionista de Telmex, Telecom-Carso, América Móvil, Sanborns, Grupo Financiero Inbursa, Ferrosur, Mix-up, Denny's, Sears y Hoteles Calinda, con acciones en Televisa, TV Azteca y otra vasta red de empresas, y quien carga con el estigma de ser prestanombres de Carlos Salinas de Gortari- exhibe el interés del gran capital por alcanzar un nuevo "pacto" corleoneano.

Para ello, los hombres del poder fáctico se han travestido en sociedad civil, ocultando que son los principales beneficiarios del proceso de ultraplutocratización del sistema, hablan ahora de unidad nacional, de estado de derecho, desarrollo, inversión y empleo.

En realidad, los empresarios, sus aliados políticos y los propagandistas (Tele-visa, Tv Azteca, cadenas radiales, la prensa escrita, la jerarquía católica, actores, futbolistas, sindicalistas, rectores e intelectuales de derecha tipo Krauze), han puesto en práctica un vasto proyecto de guerra sicológica e ingeniería social para manufacturar un consenso ("Celebremos Méxi-co") que terminará por agitar aún más la lucha de clases contra los trabajadores y el pueblo.

Slim y su club de magnates, que reúne, entre otros, a Lorenzo Zambrano (Cemex), Alfredo Harp Helú (Banamex), Gilberto Borja (ICA), Isaac Saba (Grupo Saba), Olegario Vázquez Raña (Hospital Angeles y Camino Real), Roberto González Barreda (Gruma y Banorte), Carlos Hank Rhon (Interacciones y Mercedes Benz), Alejandro Soberón (CIE), Carlos Fernán-dez (Grupo Modelo), Claudio X. González (Kimberley Clark), María Asunción Aram-buruzabala (Modelo y esposa del embajador de Estados Unidos, Garza), Marcos Martínez (Santander), Manuel Medina Mora (Banamex), Emilio Azcárraga (Televisa), Ricardo Salinas Pliego (Tv Azteca), Joaquín Vargas (MVS) y Lorenzo Servitje (Grupo Bimbo) no representan los intereses de la mayoría. Los firmantes de la enchilada Sanborns con sazón salinista (Enrique Galván Ochoa dixit) sólo buscan preservar sus intereses de grupo.

Impulsora del "nuevo nacionalismo competitivo", un sector de la clase empresarial que por años minó y acabó con el viejo contrato social, quiere establecer ahora, de manera directa, las políticas de Estado. ¿Con qué representatividad, quienes ejercen el monopolio telefónico, el duopolio televisivo, el oligopolio radiofónico, pretenden erigirse en la vanguardia de la unidad nacional? Por otra parte, hay que repetirlo, ninguno de ellos cree en un libre mercado ni en nada que se le parezca. Lo que quieren es un Estado de bienestar poderoso, que les proporcione recursos y los proteja. Pugnan por un "Estado niñera" que ofrezca subvenciones y recursos públicos a los ricos.

Por eso, y más allá de la banalización del título de este artículo, pensamos que para seguir saqueando al país y controlar a la "gran bestia" (el populacho), los plutócratas y sus aliados necesitan un cambio de modelo. Un modelo protofascista, con eje en el Pacto de Chapultepec y "Celebremos México", con la bendición, claro, del cardenal Norberto Rivera. El objetivo es conformar una república plutocrática en un país de pobres. Todo lo demás es propaganda.

 
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