Jornada Semanal,  domingo 4  de diciembre  de 2005                núm. 561
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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POR LOS CAMINOS DEL SUR

Sangre africana (2004), de Roberto Olivares, y Mirando hacia adentro: la militarización en Guerrero (2005), de Carlos Pérez Rojas, son un par de buenos ejemplos de una serie de fenómenos que en tiempos recientes han venido caracterizando no sólo al documental mexicano, sino al cine nacional en sí.

Uno de estos hechos es el uso cada vez más extendido del video con propósitos cinematográficos. Si bien este recurso técnico no ha sido de ningún modo ajeno a la realización de documentales, lo que va poniéndose de manifiesto cada vez con mayor claridad es que, más que opción para elaborar este tipo de trabajos, el video es la única forma en que para la mayoría será posible hacerlos, dada la infinita lista de problemas —comenzando por los presupuestales— a los que suele enfrentarse un documentalista.

Otro hecho evidente y celebrable es que, sin prisa pero sin pausa, la calidad de este tipo de trabajos ha venido elevándose. Hasta hace realmente poco tiempo no quedaba más remedio que deplorar la poco feliz conjunción de un tema interesante, en ocasiones una propuesta bien elaborada e incluso novedosa, pero una realización que dejaba casi todo que desear; aquello lisa y llanamente no era cine, y Uno se enfrentaba al sentimiento encontrado de saberse ante la exposición de una problemática acuciante o de una realidad sobrecogedora o una cultura deslumbrante o etecé, sólo que ni el sonido, ni la edición, ni la calidad de la imagen, ni el manejo de la cámara ni absolutamente nada dejaba ver bien aquella maravilla. Paradoja grande: la herramienta expositora dificultaba la exposición. Y perdonando la autocita, este aporreateclas aclaró en aquel entonces que no se trataba —tampoco se trata ahora— de un denuesto contra los videos documentales, sino de aceptar la contradicción, harto enojosa, de presentarlos en festivales de cine habiendo certámenes y eventos dedicados al video. Cuestión no sólo de herramientas, sino de formatos y, más importante aún, de lenguajes visuales...

Por eso es reconfortante descubrir Sangre africana y Mirando hacia adentro: la militarización en Guerrero, estos dos documentales realizados, como dice la conocidísima canción, por los caminos del sur.

La negritud, esa realidad soslayada desde siempre, cuyo desconocimiento ha provocado la perversión social del abandono material, e incluso de la negación cultural, tiene su sede en Guerrero y en Oaxaca especialmente. De ella no se sabe nada o casi nada, y sin embargo, con todo y la ignorancia a cuestas, es parte de nosotros en tanto es parte de nuestro país —o al menos del país que queremos los que no lo dividimos en mexicanos "de a de veras" (nosotros) y "de a mentiras" (los demás)— y le confiere una carga insoslayable de diversidad, es decir, de enriquecimiento. Sangre africana es un acercamiento breve aunque intenso a ese mundo que vive en la sierra y de cara al mar Pacífico. Verlo y reconocer la letra de alguna canción popular, o recordar que alguna vez en el híbrido y cercano Acapulco se vio uno de estos rostros, es la mejor prueba de que la negritud mexicana está ahí para quien no se prejuicia y decide conocerla.

FUERA DEL CUARTEL

En otro registro, Mirando hacia dentro: la militarización en Guerrero es elocuente desde su nombre. El trabajo objetivo y acucioso de Pérez Rojas expone otra realidad que suele negarse por vía de la negligencia e incluso de la desfachatez y el cinismo, estos últimos por lo regular gubernamentales: la solución militar a una problemática social. Desde hace demasiado tiempo, "autoridades" de todos los colores han respondido a la realidad guerrerense que mezcla indigencia, analfabetismo, explotación, narcotráfico... simple y absurdamente movilizando más tropas a la sierra. El resultado es como se ve en Mirando hacia dentro...: más despojos, violaciones contra mujeres, trato de tercera a los indígenas e invariablemente, como maldición, la impunidad militar que se autojuzga y, por una eterna sinrazón, siempre se autoabsuelve.

Cualidad sine qua non: a pesar de la facilidad —como quiera que sea entendible, considerando su objeto de estudio— con la que pudo caer en un recargamiento de tintas del lado de los expoliados, Pérez Rojas equilibra la mirada y expone, hasta donde éstos y su secular cerrazón se lo permiten, el punto de vista de los guachos, los mílites, la soldadesca que han sacado del cuartel para realizar funciones que no le son propias, con resultados evidentemente despreciables.