Usted está aquí: miércoles 30 de noviembre de 2005 Opinión Epidemiología y literatura

Arnoldo Kraus

Epidemiología y literatura

Se sabe que la epidemiología es el "tratado de las epidemias" y que las epidemias son "enfermedades que se propagan durante algún tiempo por un país -o una región o varios países- dañando o matando a gran número de personas". Me tomé la libertad de modificar la definición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española porque sólo habla de "país" y utiliza la palabra "acometiendo", la cual me parece inadecuada; opté, con toda modestia, por los términos dañando o matando.

Todos sabemos también que en ocasiones las epidemias suelen aflorar con la fuerza suficiente para poner en jaque a los gobiernos de los países ricos, no por las mermas que produzcan en sus habitantes, sino por los daños que ocasionan en los países pobres. Esos daños afectan a las naciones ricas porque no les conviene que se minen "demasiado" las economías de los países pobres. Asimismo porque la carga moral y la responsabilidad de los pudientes hacia los pobres no puede depositarse ad libitum en el cesto de basura.

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida, por ejemplo, es una epidemia que cohabita con buena parte de la población africana desde hace más de dos décadas. Su presencia en esas latitudes es brutal. En algunas poblaciones uno de cada tres habitantes se encuentra infectado y, en muchas ocasiones, pero sobre todo cuando campea la miseria, esos seres enfermos pueden ser más incómodos incluso que los objetos desechables, ya que nadie quiere (o puede) encargarse de ellos. No sobra recordar que al hablar de muertes prematuras y clase social las epidemias son quizás el mejor termómetro para clasificar a la humanidad en ricos, pobres o muy pobres.

En la actualidad los "seres bien informados" siguen con atención el curso de la gripa aviar y sus posibles repercusiones. Los historiadores de la medicina no dejan de recordarnos que entre 1917 y 1918 la epidemia de influenza causó la muerte de 40 millones de personas. A esas epidemias podríamos agregar algunas viejas, como el cólera o la plaga, otras siempre presentes como la malaria o la tuberculosis, y otras "nuevas", que por haber matado a pocas personas, o por haberse limitado a naciones del tercer mundo adquirieron poca notoriedad Destacan el síndrome agudo respiratorio severo o las fiebres de Lassa o de Ebola. Todas las enfermedades enumeradas en este párrafo son producidas por agentes infecciosos y suelen perjudicar con mucho mayor frecuencia a personas de bajos recursos.

Por su capacidad para matar y producir dolor, las epidemias y las tragedias provocadas por la naturaleza y que finalmente devinieron epidemias han sido magnífico escenario para que ilustres escritores o pensadores agucen sus tintas. Cito dos ejemplos. Después de haber observado las escenas de algunas personas afectadas, el poeta alemán Heinrich Heine, quien vivió en París en 1830 cuando el cólera azotaba la ciudad, escribió: "Vi a alguno de esos desafortunados cuando aún respiraba, mientras las viejas brujas jalaban sus zapatos de madera de sus pies, a la vez que le golpeaban la cabeza hasta que fallecía. El enfermo estaba desnudo, sangrando y machacado; le habían arrancado no sólo sus ropas, sino su cabello, su sexo, sus labios y su nariz. Un rufián ató una soga a sus pies y lo arrastró a través de las calles, gritando constantemente: Voilá le cholera-morbus!"

Otro ejemplo proviene del libro A journal of the plague year, de Daniel Defoe, escrito en 1722, que describe la epidemia que devastó Londres en 1665: "La situación era como sigue. Aparentemente el gobierno sabía que habría problemas, pero prefirieron callar. Cuando acechó la plaga, actuaron como si no hubiesen contado con información previa... antes de que azotase la calamidad los ricos abandonaron la ciudad y sólo quedaron los pobres... quienes sobrevivieron hurtaron lo que quedó a su alcance y, posteriormente, la pena y la tristeza dominaron el ambiente. La voz del luto y del dolor se escuchaba en las calles; era suficiente caminar a través de ellas para percatarse del sufrimiento". (Cualquier parecido con el huracán Katrina es real.)

Las visiones literarias de las epidemias entremezclan la realidad de las miserias humanas con el peso y el desasosiego de las enfermedades. Heine y Defoe retratan no sólo el duelo y el dolor de los afectados, sino las diferencias entre ricos y pobres, así como la complicidad de los gobiernos. Sus viejas plumas nunca serán viejas cuando de epidemias se hable en este mundo tan dispar.

 
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