414 ° DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE DE 2005
 

En su pueblo todavía no hay doctor
Crónica de una autocesárea

Texto y fotos: Askari Mateos

Inés Ramírez tomó el cuchillo, se abrió el vientre y sacó ileso a su hijo. Antes se había tomado una botella de alcohol de 96 grados para darse valor. En la comunidad donde vive esta mujer, hace cinco años no había médico ni transporte a la mano para llegar a la clínica más cercana, ubicada a varias horas de camino. Su caso, único en la medicina, fue conocido internacionalmente. Pero ni eso les valió a los olvidados de la Sierra Sur: a su comunidad todavía no llegan los servicios médicos



Inés Ramírez
 
La noche del 6 de marzo de 2000 Inés Ramírez se practicó una autocesárea con un cuchillo de cocina en la comunidad de Río Talea, agencia del Municipio de San Lorenzo Texmelucan, en Sola de Vega.

Hoy todavía no existe una clínica en esa comunidad zapoteca, en el corazón de la Sierra Sur. Y tampoco es sencillo conseguir transporte para llegar a las localidades cercanas.

Muchos kilómetros antes de llegar a ese sitio está la desviación de El Arador, una pequeña agencia del municipio de Texmelucan, por la cual -al igual que lo hacen unos ochenta maestros que imparten clases en la región- hay que caminar hasta cuatro horas para llegar a las comunidades de Palo de Lima, El Súchil, El Carrizal, Río Nube y Río Talea.

Inés Ramírez y a su esposo, Antonio Luis Cruz, de 43 y 47 años, son padres de siete hijos de entre 28 y cuatro años de edad. La familia vive en tres cuartos de madera: una cocina, con más de una docena y media de ollas de barro, leña y un enorme comal, sin mesa ni sillas; en otro duermen la pareja, cuatro de los hijos y la esposa de uno de ellos, todos en petates; el tercero es bodega y estancia. Ahí reciben a las visitas y a veces ven un pequeño televisor en blanco y negro que cuando se calienta deja de captar la señal.

Afuera de su casa se pasean las posesiones de la familia: siete gallinas, dos gallos, dos perros flacos y un marrano negro enorme.

Inés siempre ha vivido con un contacto mínimo con otras comunidades. Por eso destaca su caso que le ha dado la vuelta al mundo. El doctor Rafael Valle, un reconocido ginecólogo, publicó un artículo al respecto en el International Journal of Gynecology and Obstetrics y también le han hecho reportajes de televisión.

Un año antes de su autocesárea, Inés Ramírez había perdido un bebé al darlo a luz. "Todo fue por culpa de la partera, no supo cómo sacarlo y se murió. Me dio mucha tristeza perderlo".

A los pocos meses, quedó nuevamente encinta y se repitió la historia, al parecer el embarazo iba bien, al menos eso era lo que los médicos que llegaban a la comunidad cada dos o tres meses le decían.

Las cosas no eran así. Con casi diez meses de embarazo, la noche del 6 de marzo de 2000, comenzó a tener intensos dolores. Su marido Antonio no estaba en la comunidad.


Orlando Cruz Ramírez
 

"Los dolores se volvieron insoportables, llegué a pensar que mi hijo ya estaba muerto dentro de mí", recuerda.

Inés se tomó una botella de 250 mililitros de alcohol de 96 grados, para darse valor; ella ya sabía lo que haría y necesitaba un estímulo para llevarlo a cabo, relata.

Sentada en una silla de madera, justo a la media noche, y ya "medio mareada", decidió hacerlo. "Le pedí a Benito -su hijo más pequeño en aquél entonces- que me pasara el cuchillo que acabábamos de comprar, hasta parece que lo compré para eso", comenta.

Tomó su piel entre sus dedos índice y pulgar, hundió en su vientre el cuchillo nuevo con mango de madera que inmediatamente le rompió la fuente. Y lo volvió a hundir nuevamente, hasta lograr una abertura de 12 centímetros en su vientre, suficientes para que el producto saliera, y con él, una hemorragia de sangre y agua que "parecía una fuente".

Gran sorpresa recibió cuando sacó vivo y sin un sólo rasguño al pequeño. Desgraciadamente, luego de haber perdido mucha sangre, sólo pudo acomodar al recién nacido en uno de los petates, y acercarlo junto con ella al fuego, ya que afirma, empezó a sentir mucho frío y una tos intensa, que le provocó la exposición de los intestinos.

Cuatro horas después, uno de los habitantes de la localidad, don León, tuvo que introducir de regreso los intestinos y le cosió con hilo y aguja, así nada más.

Ya con su marido en casa y con una suturación hecha sin anestesia alguna, salieron con rumbo al centro de salud de la cabecera municipal, en donde debido a las carencias del lugar sólo pudieron aplicarle un suero y poner a su servicio un vehículo de la policía que la condujo a Sola de Vega. Ahí la cambiaron a una ambulancia que la llevó al hospital de San Pablo Huixtepec en Zimatlán. Al bebé lo dejaron a cargo de la esposa de don León.

Inés fue intervenida quirúrgicamente durante tres horas para restaurarle los daños sufridos en el vientre. Los médicos le solicitaron al marido que regresara a Río Talea en busca del recién nacido para ser revisado y comprobar que no había sufrido ningún daño.

"Nunca sentí miedo ni siquiera cuando me abrí el vientre, sólo cuando llegué al hospital fue que temí por mi vida", comenta Inés, quien hoy luce feliz tras haber tomado la decisión que logró salvarle la vida a su pequeño hijo, Orlando.

Cinco días después del suceso, Inés Ramírez, su esposo y el recién nacido, regresaron a su población en donde a la fecha continúan con sus vidas dedicadas al campo, al lado del pequeño Orlando y tres más de sus siete hijos.

Orlando es un niño que corre y juega por las serranías de esa región del distrito de Sola de Vega, come mucha fruta y le encantan las galletas "arcoiris", duerme mucho y es muy sano, salvo una pequeña infección en los ojos. "Pero en cuanto lleguen los doctores lo llevaremos para que lo revisen", dice su madre. Porque aquí todavía no hay doctor.