Usted está aquí: lunes 21 de noviembre de 2005 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Pachis

AL REGRESAR DEL extranjero me encontré con la noticia, no por "lógica" menos triste: mi admirada María de la Paz Domínguez Jimeno había descansado de ser el sólido eje de una familia emprendedora y extrañamente amorosa: la que supo formar y conservar con su seductor e idolatrado esposo, Silverio Pérez.

VIDA LOGRADA EN todos sentidos, la de María de la Paz, mejor conocida como Pachis, es ejemplo de talentoso amor, desde los gloriosos días de adolescente en las calles de Doctor Zárraga, en la ciudad de México, donde un modesto pero perturbador novillero le pide, a finales del 36, que sea su novia y año y medio después su mujer, hasta el pasado lunes, ella supo ser una lidiadora incomparable con su pareja, sus hijos, sus afectos y los retos que le impuso su rica y enriquecedora existencia.

ALGUIEN DIJO QUE "hay seres a través de los cuales Dios parece amarnos", luego de identificar individuos cuya singular presencia y extraordinaria personalidad logran reflejar una fibra espiritual que revela su ascendiente divino. Ascendiente que incluye, por fuerza, un privilegiado sentido del humor que les permite sortear los embates del amor y las descompuestas embestidas del honor.

UNA RELACION DE 68 años con un exponente superior del arte del toreo, faraón de Texcoco, compadre de todos y artista emblemático, sólo puede entenderse si ella, su compañera, ha sabido ser ángel y demonio a la vez para haber podido alcanzar tan increíble cifra.

SI A ESA notable cantidad de años juntos agregamos que el esposo no fue precisamente un individuo común y corriente sino ídolo taurino de todo un pueblo e inspiración de pintores, músicos y escritores, entonces, ¿de qué pasta debió estar hecha María de la Paz para haber podido arropar todo ese tiempo el asediado ánimo de su pareja?

DE UN EXCEPCIONAL carácter y de una bella sensibilidad dotados de un intuitivo sentido de la libertad y del compromiso para emprender, apuntalada por su amor y sus talentos en cierne, una aventura común, no obstante la enorme disparidad de actividades y las duras pruebas que la vida ya les había impuesto y aún habría de imponerles.

¿QUE ES MAS difícil, lidiar un toro o lidiar con un torero? Quede para sesudos investigadores una respuesta más documentada. Por lo pronto, expongo la mía: la dificultad no depende del toro ni del torero, sino de quién lidie a uno y con otro, de su intuición para saber colocarse, tomar la distancia, quedarse quieto, templar sus embestidas, arrebatarse, ligar los muletazos y estructurar la faena, vale decir, estructurar la propia vida en compañía del otro.

PERO LIDIAR NO es sólo luchar y vencer. Implica además comprender, conciliar y convivir con estrategia y especial responsabilidad, con genuina habilidad para responder, para manifestar una posición propia y preservar, pese a todo, una relación de dos. María de la Paz, Pachis, Negra o Drema -madre en el lunfardo silveriano-, deja un testimonio de energía, encanto y amor que mucho compromete a quienes tuvimos el honor de conocerla, tratarla y quererla.

 
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