Usted está aquí: sábado 19 de noviembre de 2005 Opinión DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

Por qué no debe ganar Ortega

Apoyó a Peña Nieto y la cuenta pública de Montiel

Se alió con Fernández de Cevallos contra el EZLN

Apoyar a Ebrard, voto de confianza para AMLO

P rimero lo primero. En medio del mucho ruido que hay en el aire -la sentencia de la Suprema Corte que arroja al desempleo a 2 mil obreros de la fábrica Pascual Boing; el presupuesto de egresos aprobado por el PRIAN en contra del IMSS, la UNAM y las actividades culturales, pero favorable al guardarropa de la zeñoda Zagún; la incorporación de La Rata Montiel a la campaña de Bob Marranazo; el secreto pero recién descubierto idilio entre doña Elba Estéril y Felipito Calderón (por sus iniciales, Fe-Cal) y, desde luego, la desesperada manera en que el salinismo (ahora madracista y calderonista) está cerrando filas en torno de George WC Bush para tratar de frenar a Andrés Manuel López Obrador con el fantasma del compañero Hugo Chávez-, la mayoría ciudadana que desea elevar al Poder Ejecutivo federal al Peje no debería perder de vista lo más importante, por ahora.

López Obrador podría sufrir un golpe de consecuencias progresivas e irreversibles si el próximo 4 de diciembre Jesús Ortega obtiene la candidatura del Partido de la Revolución Democrática (PRD) al Gobierno del Distrito Federal (GDF). Para impedir que semejante desastre se consume, es necesaria la intervención resuelta e inmediata de una sola persona: usted.

Ortega no es un hombre de izquierda, como aseguran sus secuaces. Hizo un pacto de ayuda mutua con el PRI de Arturo Montiel -sus simpatizantes en aquella entidad no respaldaron la candidatura de Yeidckol Polevnsky, sino la de Enrique Peña Nieto; sus diputados en el Congreso estatal aprobaron la cuenta pública de La Rata sin revisarla.

Ahora que Montiel está fuera de combate, Ortega ha restaurado su alianza con el PRI a través de Manlio Fabio Beltrones, uno de los más febriles promotores del desafuero. Con esos amarres, el líder nacional de los chuchos pretende sumar al voto duro de su corriente la participación de lo que al PRI le resta en la ciudad de México: los recogedores de basura, los vendedores de billetes de lotería y algunas organizaciones del comercio informal.

No es la de Ortega una solución antojadiza: desde hace mucho tiempo ha venido cultivando buenas relaciones con el jefe de los pepenadores, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Los seguidores de éste han recibido un trato privilegiado en Iztapalapa de parte de los delegados chuchistas, René Arce y Víctor Hugo Círigo. Prueba de ello son las inversiones que ambos gobernantes locales han hecho en las colonias Unidad Ermita Zaragoza, Unidad Ejército Constitucionalista y General Francisco Villa, que eran asentamientos irregulares controlados por las bandas priístas en la zona, así como la colonia Puente Blanco, donde las huestes de Gutiérrez de la Torre invadieron la lateral del Periférico y conservan esa franja de asfalto robado al Distrito Federal bajo la protección de los chuchos.

Iztapalapa es clave para las aspiraciones de Ortega. René Arce le ha prometido un caudal de cien mil votos y los ocho directores territoriales de la delegación son los coordinadores de la campaña chuchista: a los líderes de los mercados sobre ruedas los tienen amenazados con quitarles el permiso para trabajar en la calle si allí donde se mueven gana Marcelo Ebrard.

Observadores consultados estiman que en la interna perredista intervendrán alrededor de 500 mil personas. Si René Arce le cumple, Ortega tiene ya en la bolsa 20 por ciento de la elección. ¿Cuántos más obtendrá en el Coyoacán de Pablo Gómez y Cuauhtémoc Cárdenas? ¿Y cuántos más le comprará el dinero de Marranazo en el resto de las delegaciones, sin contar a aquellas personas de buena fe que están pensando en inclinarse por los chuchos creyendo que éstos sí son de izquierda mientras Ebrard es un vil salinista?

A quienes acarician esa confusa idea bueno es recordarles que Ortega, en compañía de Demetrio Sodi -hoy precandidato del PAN-, representó a lo largo de todo el sexenio a la derecha del PRD en el Senado, cuyo debut fue el voto en favor de la ley Zedillo-Fox contra los acuerdos de San Andrés. El "izquierdista" Ortega impulsó, dentro de la fracción parlamentaria a su cargo, una alianza con Diego Fernández de Cevallos, es decir, con la ultraderecha del PAN, en contra de las comunidades zapatistas de Chiapas y de todos los pueblos indios del país.

El antídoto de Salinas

Marcelo Ebrard tampoco es de izquierda pero no es un salinista. Que al igual que muchos ex colaboradores de Salinas hoy esté en el primer círculo de López Obrador no alcanza para insultarlo con el mote de salinista. Si lo fuera en verdad, Salinas de Gortari no lo odiaría como lo odia. Ebrard, Manuel Camacho -a quien el subcomandante Marcos exaltó como hombre honesto y respetable en su momento-, y otros políticos que hace 11 años trabajaban para el máximo destructor del país, tuvieron una importancia decisiva en la sobrevivencia política del Peje durante la batalla del desafuero.

Gracias a sus contactos con el entorno de Salinas de Gortari, los ex salinistas conocían con anticipación cada movimiento perverso que éste intentaba contra López Obrador y por ello lograban neutralizarlo. ¿Por qué debemos asustarnos de eso? Cuando usted era una persona recién nacida, el Seguro Social le inoculó polio, tosferina y tétanos para vacunarla contra esas enfermedades; cuando a usted lo pica un alacrán, el doctor le inyecta más veneno del mismo tipo de alacrán y le salva la vida. Cada vez que el gallo del Peje sufría una mordedura ponzoñosa de Salinas, los ex salinistas le daban el único antídoto capaz de impedir que le arrancaran una sola pluma.

Cuando esta columna llamó a votar por Pablo Gómez, pensó que era justo que un ex miembro del viejo Partido Comunista Mexicano gobernara al fin esta ciudad, toda vez que esa desaparecida fuerza política abanderó por años la lucha por la democratización del Distrito Federal. Pero cuando el diputado Gómez le cedió el paso a Ortega, el Desfiladero se escandalizó al imaginar la sola posibilidad de que la ciudad de México cayera en manos del más aventajado discípulo de Rafael Aguilar Talamantes, el bandido que dirigía el Partido Socialista de los Trabajadores y que por su capacidad de venderse al mejor postor en cada subasta y robarse hasta lo que no, todos llamábamos RAT.

Marcelo Ebrard no es de izquierda, pero su proyecto de gobierno no es el de Salinas, no el de Elba Estéril, no el de Marranazo, no el de Montiel, no el de Diego Fernández de Cevallos, Marta Sahagún, los hermanos Bribiesca y Fe Cal. No: el proyecto de gobierno de Marcelo Ebrard es el de López Obrador. Por tanto, votar por Ebrard es entregarle un voto de confianza al Peje. Al contrario, votar por Ortega es abrirle la puerta a una candidatura que durante los próximos seis meses, desde el interior del PRD, trabajaría en contra de López Obrador.

Los intereses de Ortega se ramifican y vinculan con los sectores más turbios del país. Que esto se descubra cuando Ortega sea ya el candidato oficial del perredismo capitalino es un riesgo que López Obrador no puede darse el lujo de correr. Contra eso no habría antídoto ni vacuna. Pero lo peor del caso es que debido a la inercia electoral de la ciudad, Ortega subiría al poder de todos modos y López Obrador no.

Además, cada día resulta más claro, Ortega es el caballito de Troya de la ultraderecha, vea usted si no. Carlos Ponce de León me envía desde escorpió[email protected] copia de una carta dirigida a Cuauhtémoc Cárdenas ([email protected]) que dice así: "Un saludo muy afectuoso para el ing. Cárdenas", bajo la cual anexa diversas notas y columnas periodísticas que golpean a López Obrador, exaltan a Humberto Mayans Canabal, aliado de Madrazo, en contra de Raúl Ojeda, representante del Peje en el sureste; denigran al embajador de Venezuela en México, al presidente Hugo Chávez (al que compara con López Obrador) y a los obreros de la Pascual, celebrando que la Corte les haya arrebatado su fábrica, "porque si no al rato cualquier cooperativa va a lesionar los derechos de los particulares". Pero lo más interesante del mensaje son las palabras que Ponce de León escribió ante la etiqueta Asunto: "Estamos con Jesús Ortega".

América Latina contra Fox

Toda la ultraderecha mexicana, desde Bob Marranazo hasta el último locutorcete de radio que ahora elogia a José María Aznar por su "espléndido" libro, han descubierto que detrás de López Obrador está el compañero Hugo Chávez. Como loros, repiten lo mismo que la ultraderecha de Bolivia hace mucho más tiempo: que detrás de Evo Morales está Hugo Chávez. Manuel Espino, líder del PAN, llama a una cruzada latinoamericana contra "la plaga del neopopulismo que se extiende por la región".

Lo patético es que Marranazo, el locutorcete y todo lo que haya en medio de ese sandwich, olvidan que, según informes recientes, Bush mató con bombas de fósforo a miles de niños, mujeres y ancianos en la ciudad iraquí de Faluya. Ciega y sorda ante el dolor de esas personas, la escoria de la política mexicana cierra filas en torno de WC y se prepara a pelearse con las decenas de miles de personas que hoy en las calles de Caracas se manifestarán contra Vicente Fox. A ese grado ha llegado la habilidad diplomática de un pelele de Washington que representa a la Coca Cola, no a los mexicanos. ¿Leeremos el lunes una declaración conjunta de Chávez y Kirchner contra Fox? ¿Se agregarán las críticas de Fidel desde La Habana? ¿Fox terminará su sexenio aislado diplomáticamente, como Anastasio Somoza en Nicaragua? Como dijo Descartes, no lo descartes.

[email protected] // www.plandelos3puntos.org // [email protected]

 
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