Usted está aquí: sábado 19 de noviembre de 2005 Mundo Traza Castro el rumbo político de Cuba sin él

Traza Castro el rumbo político de Cuba sin él

Ratifica una serie de medidas para evitar despilfarros y actos de corrupción

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

Fidel Castro parecía acalorado, con la camisola verde oliva ligeramente abierta, pero mantenía el alegato encendido, enmarcado en giros de su brazo izquierdo. "Vale la pena haber nacido", dijo en tono más pausado, indicando que concluía. "Vale la pena haber vivido".

Ya era madrugada del viernes y así terminaba un discurso que se fue más allá de la coyuntura. El líder cubano estaba en la Universidad de La Habana, en un acto que celebraba el Día Internacional de los Estudiantes y el sexagésimo aniversario del ingreso del ahora mandatario a esa casa de estudios, aunque los registros dicen que Castro se inscribió el 27 de septiembre de 1945 en la carrera de derecho y contaduría pública.

Habló de pie durante casi seis horas, a buen ritmo y con voz enérgica. Empezó poco después de las seis de la tarde y terminó minutos después de la medianoche. Desgranados en decenas de tópicos, al final había dos grandes temas: los riesgos de que el sistema político surgido de la revolución de 1959 se autodestruya por sus propias fallas, y la ofensiva de reformas en marcha, en parte ejecutada por brigadas juveniles, protagonistas de las más recientes campañas del mandatario.

Quizás se recuerde a éste como el "discurso de la universidad": una pieza de trazos programáticos y de señales sobre el futuro, que llevaba subyacente, y en algunos tramos de forma explícita, la cuestión del rumbo que seguirá el sistema político cubano a la muerte de Castro y el relevo generacional.

En uno de los flancos, el mandatario apuntó al mercado negro y las conexiones que llevan a drenar las arcas públicas. Se trata de un fenómeno extendido en Cuba, común a los países del socialismo real, que persiste aquí agravado por salarios que no alcanzan para vivir, una insuficiente oferta de bienes y servicios estatales gratuitos o subsidiados y la reducción acelerada de espacios para la microempresa.

El presidente cubano anunció "células contra la corrupción", con batallones de jóvenes trabajadores sociales al frente. Dibujó un estricto plan de control de recursos estatales, que llegue hasta el extremo de detectar y sancionar a los choferes de vehículos oficiales que se desvían de la ruta permitida, así sea "para ver a la tía o a la novia". Reseñó casos de robo sistemático a las empresas públicas, desde botellas de ron hasta materiales de construcción; desde gasolina hasta medicamentos y abarrotes: "los vicios generalizados".

Ratificó una idea que echó a caminar en meses recientes: tendrá que desaparecer la libreta de racionamiento, el mecanismo de asignación mensual de alimentos subsidiados. En cambio, ofreció que cada persona vivirá "fundamentalmente de su trabajo y de sus pensiones".

Es decir, que los salarios alcanzarán para llegar a fin de mes, que no habrá necesidad de contrabandear con bienes y servicios públicos y que cederá la desigualdad social que se disparó en el país durante la crisis de la década pasada.

En un momento Castro preguntó a su auditorio, principalmente universitarios, si conocían las desigualdades sociales que él mismo citó con ejemplos, como los que ganan 40 o 50 veces el salario de un médico o los casos de ancianos solos con pensiones insignificantes.

"En eso pensamos más que en ninguna otra cosa", dijo Castro en este capítulo. "En nuestros defectos, en nuestros errores, en nuestras desigualdades, en nuestras injusticias, que no me atrevería a mencionar aquí si no tuviera la más absoluta convicción y la más absoluta seguridad de que, salvo catástrofes mundiales o colosales guerras, estamos acercándonos aceleradamente a reducirlas y a vencerlas". Pero en una frase panorámica de su exposición, Castro alertó: "O vencemos esos problemas o morimos".

En otro flanco, el jefe de Estado apuntó a la construcción de una línea de ahorro, eficiencia y recaudación estatal a costa de mayores controles y aumentos de precios.

Anunció que buscará opciones de energía en el ciclo combinado (aprovechamiento de gas acompañante del petróleo para producir electricidad), pero mantendrá el plan de reducción del consumo, basado en el remplazo o reparación masiva de electrodomésticos, focos, líneas y conexiones, para alcanzar a corto plazo un ahorro de dos tercios de la producción total.

La puntilla será una nueva tarifa para el consumo eléctrico, "cierto desaliento al despilfarro", que hará pagar más a los más gastadores, en escala creciente. También avisó de un nuevo servicio de transporte de pasajeros con vehículos recién adquiridos y con precios subsidiados, pero más altos de los que se pagan ahora.

Nuevamente sugirió una eventual revaluación de la moneda local ordinaria o convertible. Pronosticó que los receptores de remesas en moneda fuerte pronto sufrirán "un huracán de categoría cinco", pero descartó una confiscación de ahorros: "El dinero en el banco es intocable". Advirtió que toda la campaña será "sin el más mínimo abuso, sin quitarle un peso a nadie".

Como en otras ocasiones, Castro replicó esta vez con la evidencia de su resistencia física a la versión periodística difundida el miércoles anterior de que padece mal de Parkinson. Al hilo del asunto recordó su caída en Santa Clara, el 20 de octubre de 2004, la doble fractura de rótula izquierda y húmero derecho, los dos litros de sangre que perdió entonces y la rehabilitación que todavía continúa.

Aquel episodio, señaló el mandatario, "me obligó a más disciplina todavía, a más trabajo". Subrayó que se siente, "por suerte, mejor que nunca".

Contó que deberá prolongar indefinidamente sus ejercicios, algunos de los cuales le sirven para fortalecer el brazo derecho, y confesó que tiene voluntad para seguir dieta. Luego reveló que mantiene a su lado una pistola Browning de 15 tiros, con la que puso a prueba su brazo al día siguiente del accidente: "Moví el peine, la cargué, le puse el seguro, se lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala... tranquilo. Me sentí con una fuerza tremenda".

Castro muestra leve dificultad para caminar y después del accidente adquirió la costumbre de frotarse el hombro derecho con la mano izquierda, gesto que en ocasiones se vuelve permanente durante minutos. Esta noche aguantó el discurso a pie firme. Sólo al final mantuvo la pierna derecha con una leve flexión.

Sobre la versión del Parkinson, sugirió que, al convalecer del brazo derecho, pudo causar alguna impresión errónea entre las "miles" de personas que saluda: "Algunos llegan y te arrancan el brazo". Pero "no me importa si me da Parkinson", dijo, y recordó que con esa enfermedad a cuestas el papa Juan Pablo II viajó por todo el mundo.

Instalado como estaba en una tribuna universitaria, y en una ocasión que lo tocaba en su historia personal, tuvo también giros de balance de vida.

Recordó, por ejemplo, que llegó a esa universidad sólo con "espíritu rebelde", pero ahí se volvió revolucionario y marxista-leninista. "Cuando yo terminé en esta universidad me creía muy revolucionario y simplemente estaba iniciando otro camino, mucho más largo. Si yo me sentía revolucionario, si me sentía socialista... les aseguro, con modestia, que hoy me siento 10, 20 veces, tal vez 100 veces más revolucionario de lo que era entonces".

Uniendo sus propuestas políticas con su liderazgo, Castro reflexionó: "Si entonces estaba dispuesto a dar la vida, hoy estoy mil veces más dispuesto a entregar la vida. Uno incluso entrega la vida por una noble idea, por un principio ético, por un sentido de la dignidad y el honor aun antes de ser revolucionario".

 
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