Usted está aquí: jueves 17 de noviembre de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Intermedio: contra el alba

Ampliar la imagen Luchar contra el alba, contra la obligaci�e comenzar el d�puede ser tan arduo como enfrentarse a un grupo de cangrejos rey, tal como lo hace esta ni�e seis a�en Petersburg, Alaska. FOTO Ap Foto: Ap

UNO. MAS AMANECE y más oscuro se vuelve nuestro amor. La noche nos da su manto negro; por la noche caminan los hombres que han sido lastimados y quieren desfigurarse: pero la odiosa mañana llega, inevitablemente. Los teléfonos acechan, los padres preparan la carriola, los amantes comprenden que sus anillos hieren la inocencia del mundo. Hay que irse ya. Un último beso tal vez.

DOS. OVIDIO, EN la elegía 13 de sus Amores, reclama con toda desfachatez: Aurora, ¿qué prisa tienes? Todos los amantes, hombres y mujeres, resienten tu llegada, ¿para qué apurarte, aguafiestas? A tu esposo ya le tocó su hora, no seas envidiosa; si fueras tú la del amante clamarías: O lente, lente currite, noctis equi, ¡lento, muy lento corran, oh caballos de la noche! Pero Ovidio es un desmadroso y, como John Donne, un altanero. Éste le dice al Sol: Sawcy pedantique wretch, goe chide / Late schoole boyes. Fresco, desgraciado y pedante, ¿por qué no mejor te vas a molestar colegiales impuntuales? ¿Crees que tus rayos son fuertes, soberbios? I could eclipse and cloud them with a winke: Yo podría eclipsarlos con un parpadeo, pero no tengo ganas de perder de vista a ésta que amo durante tanto tiempo; vete a dar la vuelta al mundo, regresas mañana (pero tarde), y ai me cuentas si las Indias seguían donde las dejaste ayer, si los reyes reinaban aún... A Donne le vale si la Tierra no es el centro del Universo: Shine here with us, and thou art euery where: esta cama es tu centro: tu esfera es estos muros.

PERO QUIENES VIVEN en el filo son incapaces del humor. Así, por ejemplo, el pobre de Gaucelm Faidit en aquella preciosa alba (tal es el nombre del género), donde un caballero, a la llegada del día, le dice a "la criatura que más ama", Doussa res, que qu'om vos dia, / no cre que tals dolors sia / cum qui part amic d'amia: No importa lo que te digan, dulce mía, nunca creas que existe mayor dolor que el que separa amigo de amiga, ¡qué poquita noche queda! He ahí el grito más hondo de enamorado de la noche: que nunca amanezca; no se resigna, aunque lo aparente, como en el delicado poema de Dietmar von Eist: 'Estaba bien dormido, / y ahora me dices, "pequeño, levántate, / no existe el amor sin la pena", / y yo hago lo que tú me ordenas, amiga mía.' Las mujeres, claro, son más convincentes que los hombres: no le hablan al Sol, a la aurora, sino al amante, como en Break of day, también de John Donne: 'Tis true, 'tis day; what though it be? / O wilt thou therefore rise from me? / Why should we rise? because 'tis light? / Did we lie down, because 'twas night?: Tienes razón: ya es de día, ¿y?, ¿ya quieres levantarte?, ¿por qué, porque hay luz?, ¿nos acostamos porque ya era de noche? Contra esos argumentos no se puede discutir. Tampoco contra el de la única estrofa del alba de Amy Lowell: Cual libraría a la blanca almendra de su cáscara, / así te quitaría tus atuendos, / amado; / y, rozando ese bruñido ápice suave, / sabría que en mis manos brilla una joya incalculable: advertencia suficiente para hacer quedarnos.

O DESEAR QUEDARNOS : permanecer es imposible. El mundo del día está en contra nuestra: el trajín de los hombres; la guerra misma, como en el alba de Empson: Hours before dawn we were woken by the quake, un temblor nos despertó, el de las bombas sobre Japón, que tiraba los libros de los estantes, rompía las botellas una tras otra, y luego una pausa y un nuevo temblor, más intenso: mejor vámonos. Todo, incluso las aves, como en la más cabrona de las albas: ¿Ya te vas?, pregunta Juliet, si falta tanto para que amanezca, no era la alondra sino el ruiseñor lo que hirió tu temeroso oído. Fue la alondra, heraldo del día, dice Romeo, no el ruiseñor, Look, love, what envious streaks / Do lace the severing clouds in yonder east!: mira esos rayos envidiosos, cómo atan las graves nubes del oriente... Si me quedara moriría. Y Juliet: Esos no son rayos del día, yo lo sé, de veras: It is some meteor that the sun exhales, / To be to thee this night a torch-bearer, el Sol exhala ese meteoro: será el blandón que guíe tu huida... Está bien, me quedo, y muera yo esta noche. Aquel gris no es el ojo de la Aurora, y aquella no es la alondra que golpea la bóveda del cielo. Me quedo, pues, bienvenida sea la muerte. Platiquemos: todavía no es de día. Y Juliet: It is, it is: hie hence, be gone, away! / It is the lark that sings so out of tune. Pero sí es de día, ¡vete ya!, sí era la alondra, la desafinada alondra. Vete, amanece más y más... More light and light: more dark and dark our woes, dice Romeo, declarando la esencia de su tragedia: entre más amanece, más oscuro es el dolor.

TRES. AMANECE YA, se le acabó el espacio a este mundo. Trabajo todo el día -escribe Philip Larkin en la última alba posible-, me medioemborracho de noche, Waking at four to soundless dark, I stare. / In time the curtain-edges will grow light. / Till then I see what's really always there: / Unresting death, a whole day nearer now, me despierto a las cuatro, con la vista fija en un punto, hasta que veo aquello que siempre estuvo ahí: la incesante muerte, todo un día más cerca de mí. El alba nos separa de la vida, nos acerca a responder la única pregunta que queda ya: how and where and when I shall myself die?, el cómo, el cuándo, el dónde... Amanece ya, el teléfono en la oficina se apresta a reiniciar su acoso, el Centro se abre como una mandíbula, y la ventana ve el cielo tricolor de las seis de la mañana; cuando apago esta computadora, los carteros, igual que los doctores, ya van de casa en casa. Todos estamos muertos.

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