Usted está aquí: jueves 17 de noviembre de 2005 Opinión Amnesia conveniente

Octavio Rodríguez Araujo

Amnesia conveniente

Algunos observadores, tanto de derecha como de izquierda, muchos de ellos enemigos de Andrés Manuel López Obrador dentro y fuera del Partido de la Revolución Democrática, han estado criticando que no pocos priístas, algunos connotados y otros menos, se hayan pasado a las filas del sol azteca o de las redes ciudadanas en apoyo del precandidato.

Antes, tal fenómeno hubiera sido aplaudido por los perredistas de todas las corrientes y no pocos lo hubieran considerado un éxito político. Pero mucha gente tiene memoria o amnesia conveniente o, de plano, ha dejado de razonar.

¿Cuántos militantes se salieron del Revolucionario Institucional para sumarse a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas antes y después de formado el Frente Democrático Nacional para las elecciones de 1988? ¿No fue con esos ex priístas que muchos que se consideraban (y se consideran) de izquierda, incluso radical, hicieron causa común para promover una candidatura anti PRI y anti PAN, también llamada antineoliberal? Entonces les parecía lógico, y acusaron de sectarios a quienes no lo hicieron y mantuvieron sus posiciones y una candidatura propia, como fue el caso del Partido Revolucionario de los Trabajadores y Rosario Ibarra como su candidata. Este mismo partido, por cierto, estuvo muy contento por haber sumado a sus filas a varios miles de tamaulipecos que fueron defraudados por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana allá por 1985, y no se portó como virgen vestal defendiendo su pureza, en ese caso política e ideológica. Y el PARM no tenía mejor fama que el PRI entonces, valga la apostilla.

Ahora, en estos tiempos de precampañas, se quiere exigir acta de nacimiento perredista -y de sangre- a quienes participan en las diversas contiendas (en el Distrito Federal, por ejemplo), como si haber pertenecido al Partido Socialista de los Trabajadores, el de Aguilar Talamantes, hubiera sido mejor que haber militado en las filas del PRI. Este, por lo menos, era la matriz del PST, y este último una mala sucursal a nivel de franquicia otorgada por el entonces presidente Luis Echeverría (ahora acusado de genocidio). ¿Quién renunció al Frente Democrático Nacional porque lo formaban los partidos paleros del PRI, de triste memoria todos ellos? ¿Olvidaron entonces qué significaban el mismo PST, el PARM y el nefasto Partido Popular Socialista, el mismo que acusó a los estudiantes del 68 de estar manipulados por la CIA para desestabilizar al "gobierno revolucionario" de Gustavo Díaz Ordaz?

Las motivaciones para que una persona o un grupo dejen un partido para incluirse en otro son muchas y variadas. Van del oportunismo más ramplón y evidente a una búsqueda de acomodo para sus principios, pasando por el despecho de no haber logrado una candidatura en su partido de militancia previa. Hay de todo, pero hoy en día (si acaso antes sí) ningún partido político, ni siquiera los que perdieron el registro y todavía existen, puede presumir pureza absoluta en todos los momentos de su pasado. Vaya, ni siquiera el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que con la otra campaña ha aceptado participar con quienes en el pasado fueron denostados, rechazados o por lo menos criticados, siempre y cuando ahora no militen en las filas de los satanizados partidos con registro legal.

En varios estados de la república muchos priístas se están pasando a las filas del PRD o a las redes ciudadanas en apoyo a AMLO, pero no se sabe de muchos perredistas que se hayan pasado a las filas del PRI o del PAN. Puede ser que ocurra, sobre todo entre quienes quieren ser candidatos a cualquier precio, pero no es lo común, no hasta ahora.

Este fenómeno tiene por lo menos dos explicaciones: la primera, el éxito que ha alcanzado López Obrador como posible y casi seguro candidato del PRD a la Presidencia; en segundo lugar, la orientación de sus planteamientos que, si no los miramos a través de un microscopio electrónico, pueden considerarse en general como posiciones de centro izquierda, que mucha gente, más de lo que se imaginan los "puros", suscribe o piensa que son la alternativa. En el primer caso (el éxito de AMLO) se trata de personas (políticos) que ven en el ex gobernante del Distrito Federal la posibilidad de que su posible triunfo se reparta y algo les toque como candidatos, sobre todo en la vertiente de la representación proporcional.

A este interés de muchos políticos, para no decir de todos, algunos desmemoriados le llaman oportunismo, olvidando que cuando participaron en política o cerca de políticos profesionales del ahora muy criticado PRD, no dijeron que no cuando les ofrecieron estar en las listas de candidatos plurinominales ni cuando les ofrecieron un puesto en el Gobierno del Distrito Federal, aunque fuera de asesores, y hasta de aviadores que cobraban sin hacer nada o casi nada. La pretendida castidad política no ha sido una de sus virtudes. Simplemente son amnésicos por conveniencia. Pero no todos hemos olvidado el pasado.

 
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