Usted está aquí: lunes 14 de noviembre de 2005 Deportes Debutó Sebastián Castella, triunfador de Europa, con los peores toros de aquí

Por negligencia de Herrerías murió Tango, caballo de Julia Calviere

Debutó Sebastián Castella, triunfador de Europa, con los peores toros de aquí

El diestro francés perdió apéndices con el estoque pero enloqueció al público

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen Sebasti�Castella dej�aquiabierto al p�o en su presentaci�OTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Julia Calviere, rejoneadora francesa que perdió un caballo y quedó hospitalizada tras la corrida de ayer, podría demandar a Rafael Herrerías por negligencia criminal, toda vez que el siniestro "empresario" no preparó el ruedo de la Monumental Plaza Muerta (antes México) para garantizar el adecuado desempeño de la joven torera y de sus cabalgaduras, una de las cuales, un tordillo de nombre Tango, se derrumbó al hundir las patas y las manos en los hoyos de la arena y fue destripada inmediatamente por Cielito Lindo, bravísimo negro bragado del hierro de Xajay.

Herrerías no sólo propició este desastre injustificable, sino que incluyó en el cartel de la segunda fecha de la temporada 2005-2006 a Sebastián Castella, el mejor torero de Europa en estos momentos, con los peores toros de México, los mansos y deficientes bichos de Jorge Barbachano Ponce de la ganadería de Vistahermosa. Para completar el elenco, fueron añadidos los vestigios de Manolo Arruza, que sólo provocó nostalgia, y la elegancia de Ignacio Garibay, que despertó el entusiasmo y las ganas de verlo otra vez.

Castella, primer diestro francés que triunfa en Las Ventas de Madrid y en todas las ferias de España, Portugal, Francia y Sudamérica, hizo el paseíllo en medio de nula publicidad. El "gran público", el de hace ocho días, ni se enteró. Pero en cuanto se abrió de capa desmayando los brazos ante Palmeño, su primer enemigo, de dizque 515, un negro bragado y capacho, rabicorto y apretado de carnes, con espina dorsal de enano, indigno de la México, y se lo zumbó en tres lentas chicuelinas en los medios, la gente supo que estaba ante un portento. Luego de pegar un par de muletazos estautuarios y por la espalda en el centro del redondel, que le ganaron el respeto de los indiferentes, trató de sacarle agua a las piedras de tanta mansedumbre pero terminó pinchando y retirándose al burladero entre palmas y augurios.

Al segundo de su lote, Limonero, de dizque 498, séptimo de la tarde y el más alegre, pero manso al igual que sus hermanos, Castella lo embarcó citando de frente, lo atrajo hacia él con el pico de la muleta apuntando al suelo y la argolla del palillo al cielo, se lo enroscó a la espalda, girando en sentido opuesto al del esperpento, para recogerlo con la panza de la franela en los belfos y obligarlo a embestir en redondo, con soberbia lentitud, antes de echarse el paño a la izquierda, trazar el pase de pecho por arriba y bajar la mano a la mitad del viaje para convertir el trapo en un latiguillo y la suerte en un trincherazo al revés.

¡Olé!, exclamaba maravillada la gente por el embrujo de quien los gritones de sol comenzaron a llamar "mesié", en una faena que iba creciendo en dificultad y dramatismo, luego de un derrote y una maroma, tras los cuales, sin verse la ropa, el artista preparó el clímax pero terminó de nuevo en pichazos contrapunteados por los gritos delirantes de "¡torero, torero". Por último salió ilegalmente Chicharronero, un Teófilo Gómez no reseñado, de esos que Herrerías guarda en su cava para el consumo personal de Enrique Ponce, pero Castella, empecinado en pinchar, se fue, pese a todo, convertido en el nuevo ídolo de la afición.

Reportes del hospital ABC informaron por la noche que la rejoneadora Julia Calviere iba a ser sometida tomografías para descartar secuelas de la patada que Cielito Lindo le asestó en la frente. La muchacha, que según vive para sus caballos, había puesto dos rejones de castigo en todo lo alto, ejecutando la suerte de quebrar al toro y templar la reunión, cuando su impetuso Tango dobló los remos, rodó patas arriba y entregó el vientre indefenso a los cuernos del toro de Xajay que ahí mismo le sacó las tripas.

La escena cobró mayor dramatismo cuando la aporreada moza, sobándose una pierna, rompió a llorar mientras su jaca, herida de muerte, abandonaba el ruedo caminando con admirable dignidad, mientras el paquete intestinal se le salía del cuerpo. Si alguien supuso que Julia iba a rendirse, mentira, volvió en otro tordillo para clavar dos rehiletes antes que este caballo hundiera las patas, también, en los hoyos del ruedo. Sin arredrarse, Julia regresó montada en su yegua Silenciosa, que también perdió las patas por las deficiencias del ruedo -¿qué clase de empresa "taurina" es ésta?- y el burel saltó sobre la muchacha y le propinó la paliza de su vida. Esto no fue un percance, fue un crimen. ¿El Gobierno del Distrito Federal tampoco va a intervenir esta vez?

 
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