Usted está aquí: lunes 14 de noviembre de 2005 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Legisladores inadvertidos

VARIADAS E INCLUSO perversas han sido las opiniones de funcionarios y clérigos con motivo de la bien intencionada pero precipitada en su planteamiento -levante la mano y tenga su eutanasia- iniciativa del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a propósito de un marco legal que respalde la solicitud de terminación voluntaria de la vida de pacientes terminales.

TAL INICIATIVA NO valoró el hecho de que en los países donde la ley defiende el derecho del individuo a tomar sus propias decisiones sobre la forma y el momento adecuado de su propia muerte, primero se ha debido pasar por un proceso que legaliza el llamado testamento vital o documento de voluntades anticipadas.

¿POR QUE ESTA insistencia en la necesidad de legalizar el testamento vital? Porque sin el respaldo legal a una voluntad libremente manifestada, mucho antes, ojo, de que la persona se encuentre en etapa terminal, la solicitud de terminación voluntaria de la vida se vuelve remota y a merced de criterios y decisiones precipitadas.

¿SUPONEN LOS LEGISLADORES que una cultura decimonónica con respecto a la muerte, como la nuestra, desaparece con un comité de bioética y algunas adiciones al Código Penal y a la Ley de Salud? ¿Imaginan que los pacientes en etapa terminal están dispuestos a solicitar la eutanasia porque su calidad de vida es mínima, independientemente de los valores que han asumido toda su vida?

¿SUEÑAN ESTOS DIPUTADOS con que el personal médico, familiares, abogados o ministros religiosos de la empresa que sea, acatarán esa apurada solicitud de terminación voluntaria de la vida? ¿Infieren que cualquiera cuenta con una historia clínica que apoye las acciones requeridas? ¿Creen que todo paciente en etapa terminal está en capacidad de externar verbalmente su voluntad de tener una muerte asistida?

PRECISAMENTE PORQUE NADIE sabe en que circunstancias físicas y anímicas se encontrará si lo aqueja una enfermedad irreversible e incurable -quedar inconsciente a los 22 años, por ejemplo- es requisito de una nueva cultura ante la muerte que todo individuo mayor de edad, sano o enfermo pero en pleno uso de sus facultades mentales, firme su testamento vital y éste tenga validez ante la ley y las instituciones de salud y quede en el banco de datos de un registro público de testamentos vitales.

LO ANTERIOR ES completamente distinto a imponer la eutanasia a toda persona desahuciada, improductiva o inservible al margen de sus deseos, como les encanta tergiversar a quienes se autonombran socios e intérpretes exclusivos de los designios divinos.

LEGALIZAR EL TESTAMENTO vital, no sólo de los pacientes terminales sino de todo ciudadano que libremente lo haya firmado, es el primer paso para apoyar el derecho a una muerte digna. Aquellos que por motivos de fe, temor o convicción consideren que permanecer conectados o padecer los sufrimientos postreros es salvoconducto infalible para alcanzar el cielo, están en su derecho de ser respetados.

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