![]() MANUEL STEPHENS VEINTE AÑOS DEL CONSERVATORIO DE DANZA En la Danza, la relación maestro-alumno es imprescindible. Un bailarín no puede hacerse solo. Contrariamente a lo que piensa la mayoría –y en este rubro se cuentan incluso muchos artistas e intelectuales, manifestando así una amplia ignorancia–, la danza es una forma de conocimiento: La danza es intelectual (Guillermo Maldonado dixit). De manera cotidiana, alguien que sea profesional de la danza tiene que soportar que tras responder la pregunta relativa a su ocupación "¿Qué haces?", llegue la vulgar "¿Pero a qué te dedicas?" Esta situación es idéntica a la que se da cuando a un amante o estudioso de la literatura se le pide que deje de leer y se ponga a hacer algo. Como todos tenemos cuerpo, supone la mayoría, todos podemos bailar. No es así. Y aquí es donde entra el maestro. Es tal la especialización requerida para dotar a un cuerpo de la capacidad de entrar en comunión consigo mismo, para entonces comunicarse con el exterior que, si el lenguaje del movimiento resulta en una vocación, el individuo elige un camino imposible de recorrer en solitario. En este periplo, nadie existe sin un maestro. Hay una relación simbiótica entre ambos y quien baila siempre sabrá a quién se lo debe.
A lo largo de dos décadas de cultivar cuerpos en su propia escuela, Maldonado se ha convertido en un pilar de la danza contemporánea mexicana. Después de la vorágine de los años en que se negó la viabilidad de la danza clásica para la creación de discursos que hablaran de lo contemporáneo, Maldonado se convierte en el maestro de clásaaaaaico más importante de nuestro país para la evolución de los lenguajes de vanguardia: Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro (Confucio). La danza independiente que surge a partir de mediados de los años ochenta, y aun en el primer lustro la década, tiene una deuda substancial con Maldonado. El Conservatorio ha sido desde su fundación un espacio abierto para quien, abrevando del conocimiento, lucidez y buen humor del Maestro, lo solicite. Además Memo es un régisseur siempre dispuesto. Es objeto de una investigación a conciencia determinar qué bailarines, coreógrafos y compañías, así como proyectos que han devenido en premios y reconocimientos nacionales e internacionales, y obras que han entrado categóricamente al repertorio de la Danza Mexicana, se han gestado dentro de los muros del Conservatorio. Lo que define mejor a Guillermo Maldonado es su enorme generosidad y su gran amor por la danza, que se enfrentan esencialmente a estos repugnantes tiempos neoliberales. Es por esta razón que hay que celebrar que el Conservatorio de Danza llegue a su vigésimo aniversario. Con este fin tuvo lugar el 1 y 2 de octubre una temporada en el Teatro de la Danza. Las funciones, estupendamente iluminadas por Arturo Nava, estuvieron abarrotadas. La celebración fue un melting pot de aficionados y profesionales, en dos programas distintos bajo la dirección de Maldonado. La develación de placa estuvo a cargo de la primera actriz Blanca Guerra y de Cora Flores, la única diva de la danza mexicana; también se leyó un texto para la ocasión escrito por Marco Antonio Silva, coreógrafo fundamental para México y actual Coordinador Nacional de Danza del INBA. Guillermo Maldonado es un personaje que no puede pasar inadvertido para los críticos e investigadores, y el Conservatorio de Danza merece una atención a profundidad. En esta labor gigantesca no deben suprimirse los maestros que han impartido clases ahí, pero hay que mencionar especialmente a Felipe Flores, Edgar Pérez y Cecilia García de Alba. ¡Larga vida al Conservatorio de Danza!
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