Usted está aquí: viernes 11 de noviembre de 2005 Opinión Una Muestra de que se hacen huellas

Leonardo García Tsao

Una Muestra de que se hacen huellas

Ampliar la imagen Una escena de Las vueltas del citrillo, de Felipe Cazals

Alguien se puso profundo en la Cineteca Nacional. Para anunciar la edición 46 de la Muestra Internacional, que se inicia la próxima semana, el anónimo boletín de prensa hace una reflexión filosófica: "Uno de los anhelos más básicos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo es el dejar huella. (...) Dejar algo más que un cadáver y una montaña de deudas." Y luego se sigue por el camino del descubrimiento del agua tibia para deducir que "...el cine es un maravilloso medio para narrar historias, podemos decir que el arte de las imágenes en movimiento". Sirvan esas sesudas reflexiones para justificar el eslogan publicitario del cártel: "Cine que deja huella".

No todo lo que deja huella es necesariamente positivo, como puede comprobarse con las cicatrices... o la cada vez más endeble programación de la Muestra. Nuevamente, no existe equilibrio o uniformidad de criterios en la selección. Incluir cinco títulos de realizadores mexicanos es ciertamente desproporcionado en un programa de 18 películas. Sobre todo cuando Noticias lejanas, ópera prima de Ricardo Benet, ya se había exhibido en la propia Cineteca, y La virgen de la lujuria, película filmada por Arturo Ripstein hace cuatro años, está disponible en DVD desde el año pasado. Sólo Mezcal, de Ignacio Ortiz Cruz, y Las vueltas del citrillo, de Felipe Cazals, son justificables. (Por su parte, Rosario Tijeras, filmada por Emilio Maillé en Colombia, viene precedida de los peores comentarios críticos.)

Del resto de la programación revisten interés y actualidad 5x2, de Francois Ozon; Dear Wendy, de Thomas Vinterberg; El hombre oso, de Werner Herzog -antes proyectada en el festival de Morelia-; Historias de familia, de Noah Baumbach, y Los tres entierros de Melquíades Estrada, de Tommy Lee Jones (esperemos no sea considerada mexicana por el premiado guión de Guillermo Arriaga). No quiere decir que sean obras maestras, pero el interés del autor o su resonancia en el circuito de festivales de este año argumenta su presencia.

En cambio, las otras... Así en la tierra como en el cielo, de la sueca Kay Pollak, es una cursilería edificante comparable a Los coristas; Camina sin mí, del rumano Radu Mihaileanu, la eterna y sentimental crónica del exilio de un judío etíope en Israel; Gente de Roma, la última realización lite de un desdentado Ettore Scola; El lobo, del español Miguel Courtois, rutinario thriller de supuesto cariz político; Mi tesoro, de la israelí Keren Yedaya, una mirada esquemáticamente sórdida a la prostitución. Mientras la húngara Control -ya vista en el FICCO y la misma Cineteca- y la rumana Perdón María, son de 2003. (Hay dos directores rumanos, si se fijan. No es precisamente una cinematografía imprescindible, aunque una de las películas más notables de 2005, La muerte del señor Lazarescu, de Cristi Puiu, es de Rumania y, claro, no ha sido programada.)

La Muestra se suponía, en un principio, un sucedáneo no competitivo de la Reseña de Acapulco, que retomaba su objetivo de recoger lo mejor del año -entre otros títulos, las ganadoras de los principales festivales internacionales. Por supuesto, en esta edición están ausentes las películas que obtuvieron los premios principales en Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián. Vaya, ni siquiera se pudo conseguir a la triunfadora de Locarno, Nine lives, de Rodrigo García, cuya calidad se calcula superior a la de Rosario Tijeras.

¿Otras omisiones? ¿Qué tal la nula presencia del cine asiático? Si alguna región del mundo ha sobresalido desde los 90 por el vigor y frescura de sus propuestas ha sido la de los diferentes países asiáticos. No sólo la ya establecida producción de China, India, Japón y Taiwán, digamos, sino también la cada vez más pujante oferta de Corea, Tailandia, Singapur y hasta Sri Lanka (la ópera prima Sunlaga enu pinisa, por ejemplo, ganó este año la Cámara de Oro en Cannes). Las nuevas obras de autores como Hou Hsiao-Hsien, Tsai Ming-Liang y Wong Kar-Wai, entre otros, eran opciones obvias para cualquier programador responsable.

Sin embargo, ya ni el pase automático de Woody Allen fue respetado porque inclusive la rutina programática ha sido avasallada por la incompetencia. Ante esfuerzos de mucha mayor ambición y alcance, como el FICCO o el festival de Morelia, la Muestra de la Cineteca se ve ahora en especial obsoleta e insignificante.

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