Usted está aquí: domingo 6 de noviembre de 2005 Opinión La Universidad Obrera, oasis centrícola

Angeles González Gamio

La Universidad Obrera, oasis centrícola

Ya hemos escrito acerca de los colegios que fundaron los jesuitas tras su llegada a la Nueva España en 1573. Les habían precedido los franciscanos, dominicos y agustinos, por lo que les tocaron solares en la zona trasera del Palacio Virreinal, área poco poblada, cercana al rumbo comercial, a donde llegaban las acequias que traían las mercancías de Tláhuac y Xochimilco. De inmediato levantaron una pequeña capilla y a continuación el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo; en 1612 fundaron, junto a la capilla, el Colegio de San Gregorio. El espacio libre que quedó enfrente se convirtió en una plaza que llevó su nombre, mismo que se le cambio al de Santa Teresa, cuando en 1703 se construyó en uno de sus costados el templo y convento con dicha advocación. Un siglo mas tarde en otro lado de la plaza, se erigió el monumental templo dedicado a Nuestra Señora de Loreto y el espació se bautizó como Plaza Loreto, nombre con el que se la conoce hasta la fecha.

Casi enfrente se conserva gran parte del edificio que alojó al Colegio de San Gregorio, bellísimo recinto, con su patio con fuente y exuberantes jardineras, bien cuidado, limpio y pintadito, que desde hace 30 años aloja a la Universidad Obrera, que se fundó en 1936 a iniciativa de Vicente Lombardo Toledano, con el propósito de formar cuadros dirigentes del movimiento obrero, en función de sus intereses de clase, aspiración que se venía gestando desde la creación de la Casa del Obrero Mundial, en 1912.

Entre sus objetivos establece que es una institución cultural especializada en la educación sindical, cuya tarea fundamental es la de preparar a los trabajadores como cuadros organizativos de las masas trabajadoras. Actualmente están reorientando sus objetivos para adaptarlos a los nuevos tiempos, pero sin perder la mística y el sentido social que le dio origen.

Esto se advierte en una visita en la que se palpa la actividad comprometida de los que la dirigen, en un colectivo que preside Adriana Lombardo Toledano, quien ha dedicado su vida apasionadamente a mantener vivo el sueño de su padre. Entre otras cosas, logró restaurar el inmueble que se encontraba en estado ruinoso, cuando lo recibieron de manos de Agustín Yáñez, a la sazón secretario de Educación, quien había sido el primer bibliotecario de la Universidad Obrera.

Con la guía del culto don Luis Monter, quien prácticamente toda su vida ha sido parte de la institución, visitamos las distintas áreas: la hermosa biblioteca que inauguró Salvador Novo, quien fue fundador del Partido Popular Socialista. El acervo consta de 15 mil volúmenes de temas sociales, en los que prevalecen las obras relativas al movimiento obrero.

El archivo custodia el Fondo Lombardo Toledano, con documentos que van de 1894 a 1968. Su correspondencia, su obra impresa que abarca alrededor de 100 volúmenes y una fototeca, prácticamente todo clasificado por el escaso personal que labora en la institución, por la que han pasado los distintos exilios y en la que, de alguna u otra manera, han participado exponentes de todas las izquierdas mexicanas del último siglo.

En sus salón de actos se imparten conferencias, hay debates, mesas redondas y cada semana buen cine con películas relacionadas con los temas de la universidad, como las clásicas de Rocco y sus hermanos y Zaco y Vansetti.

Unas bellas bóvedas de tezontle en los sótanos, que posiblemente fueron bodegas del Colegio de San Gregorio, alojan hoy un comedor en el que los miembros del colectivo y los visitantes degustan una sabrosa comida casera.

Vecino del templo de Loreto tiene la mejor vista de la imponente cúpula del templo, la más grande del Centro Histórico. Hay que subir al "palomar" en donde tienen gran inspiración las investigadoras que tiene al lado una terraza, en donde se antoja sentarse durante largo rato a disfrutar la impresionante panorámica, salpicada de torres de campanarios y cúpulas, muchas recubiertas de coloridos azulejos.

Como broche de la visita se pasa a la cafetería El Linotipo, que está abierta al público, en donde por cierto hay muy buen café y se puede admirar la gran máquina que bautiza el acogedor espacio. La Universidad Obrera es un auténtico oasis en medio del más feroz ambulantaje, la basura y los teporochos que dormitan en la plaza, una de las más bellas de América.

Por cierto, justo enfrente, en la esquina de las bellas casas que adornan el lado poniente de la plaza, hay debajo de la hornacina una soberbia cruz de Caravaca, en la que está clavada una alcayata que sostiene la lona para proteger del sol a un puesto de fritangas, lo que seguramente pronto la destruirá, al igual que sucedió con la valiosa escultura de San Jorge, que adornaba la fachada de la Academia de San Carlos.

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